Pensemos que el mundo puede ser distinto. Todas las mañanas procuro salir a caminar para hacerme a la idea de que ya inició el día. Miro el entorno como quien trata de analizar los problemas de la sociedad para buscar una solución. En mi caminata me encuentro con el problema de que los seres humanos somos un complicado compendio de conflictos que no sabemos resolver. Entre el ruido y el humo de la ciudad, encuentro una iglesia que tiene una placa con sencillas y conmovedoras palabras: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en el poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota. Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”. Pienso que la sociedad mexicana tuvo que sufrir mucho para lograr llegar hasta donde está ahora.
Ahora pienso que lo mismo sucedió con la conquista de los ingleses en la América árida. Los conquistadores ingleses se hicieron de la tierra de los nativos y destruyeron casi todo lo erigido por ellos, destruyendo la esencia de lo que eran, de lo que son; asesinando sin prejuicios, sin tocarse el corazón. La llegada de los esclavos africanos, gracias a la influencia de los portugueses, quienes trajeron desde Lisboa a los negros, fue determinante en la Historia de Estados Unidos. La segregación racial siguió su curso hasta pasados los años sesenta, después de las grandes revoluciones culturales.
Pero también África, el lugar de origen de la raza negra, sufrió las consecuencias de la segregación y la discriminación. El Apartheid, que en afrikáans, variante sudafricana del holandés, significa “separación”, apareció en el sur del continente negro en 1944. Este término sirve para designar la política racista y la organización territorial aplicada de forma sistemática en Sudáfrica, mismo estado que se transformó en un collage multirracial hasta 1990.
El objeto del Apartheid fue separar a las razas en el terreno del Derecho. África está colmada de blancos, asiáticos, mestizos o coloured people, bantúes o negros. África es un mosaico en su población. El Apartheid estableció una jerarquía en la que la raza blanca dominaba al resto de la población en Sudáfrica y, en cuanto al plano de la geografía, los blancos crearon territorios reservados a su población y a su raza. En 1959, con el denominado Self Govermment Act, el Apartheid alcanzó su máximo esplendor cuando la población negra quedó excluida y marginada en pequeños territorios autónomos, privando así hasta de la ciudadanía sudafricana a muchos que sufrieron de estos actos de inmundicia humana.
Sudáfrica es un país con grandes riquezas mineras. Su situación geoestratégica se alineó a las necesidades del bloque occidental. El sistema racista hizo que las presiones de la comunidad internacional se acrecentaran contra el gobierno de Pretoria en un lugar en el que se desarrollaba, poco a poco, la descolonización.
En 1960 la ONU planteó la demanda de sanciones para el país sudafricano, siendo excluido de la Commonwealth. En 1972 Sudáfrica fue castigada siendo excluida de los Juegos Olímpicos de Munich ante la amenaza de un boicot general de los países africanos. Para 1977 el régimen sudafricano fue oficialmente condenado de la comunidad occidental y fue sometido a un embargo de armas y material militar. El Consejo de Seguridad de la ONU llamó a los estados miembros a adoptar sanciones económicas respecto a lo que se estaba viviendo en Sudáfrica, esto en 1985.
Las condenas internacionales tenían un cierto aire de hipocresía. En el transcurso de la Guerra Fría, el régimen racista de Sudáfrica fue visto por Europa y los Estados Unidos como un muro de contención para la expansión del comunismo en África. Rusia, por el contrario, animó la lucha contra el apartheid armando a Angola y Mozambique, países cuyos gobiernos pro-soviéticos se enfrentaban a guerrillas subvencionadas por Occidente y apoyadas por Sudáfrica. En el marco de este conflicto, el ejército surafricano hizo diversas incursiones en el territorio de sus países vecinos.
El apartheid fue un sistema de segregación racial que tuvo su origen en Sudáfrica y Namibia en vigor hasta 1992 con la aparición de Nelson Mandela como principal opositor del régimen racial.
La sectorización territorial nos recuerda lo que sucedía en los años racistas de Estados Unidos de Norteamérica, cuando los negros bebían agua de grifos distintos a los de los blancos, viajaban en lugares separados en el bus, iban a escuelas diferentes y hacían cosas totalmente distintas porque así lo marcaba la Ley.
Sudáfrica parece ser una nación retrógrada con el Apartheid en su apogeo. La Historia nos dicta que así fue como sucedió el asunto. El poder exclusivo de la raza blanca como dominante se remonta al pasado, a la superioridad del hombre blanco y barbado. En algunos pueblos “incivilizados” africanos, los niños que nacen con la piel y el cabello albino son catalogados como hijos del demonio, quizá porque así es como los hombres blancos han sido expuestos a lo largo de la Historia.
Al hablar del apartheid es indiscutible tener que hablar de un hombre que llegó a transformar la idea cultural en Sudáfrica. Nos referimos a Nelson Mandela. Nacido en Mvezo, aldea situada al sur de Sudáfrica, Mandela creció de forma sencilla. Fue criado por el regente de Mghekezweni, mismo que se hizo responsable del niño desde los nueve años cumplidos hasta su edad adulta.
Nelson Mandela creció y se formó en un internado y en una universidad de élite negra. A los veintitrés años se mudó a Johannesburgo y formó parte del Congreso Nacional Africano, partido político que luchaba a favor de la población negra de Sudáfrica.
A finales de la década de los cuarenta, el grupo de nacionalistas radicales generaron el apartheid para dejar en claro la supremacía del hombre blanco. Nelson Mandela se nos presenta como una figura enigmática a la hora de hablar del movimiento de segregación racial en Sudáfrica. Lejos de verse vilipendiado, Mandela generó una rebelión de desobediencia civil no violenta desde las entrañas del partido político en el cual militaba.
Nelson Mandela luchó durante diez años contra el Apartheid, los dirigentes del CNA llevaron a generar una lucha armada desde la clandestinidad, misma lucha que incluía al líder Mandela. El cinco de agosto de 1962, Nelson Mandela fue arrestado, se le imputaron crímenes como conspiración contra el gobierno, entre otros. Mandela pasaría veintisiete años de su vida en una celda de una cárcel sudafricana.
En la década de los 80 aumentó la violencia racial en Sudáfrica. El desarrollo de la sociedad global catalizó el crecimiento de las protestas en nombre del líder Mandela como estandarte de guerra. El gobierno sudafricano, ante la presión interna e internacional que se gestaba por los malos manejos del Apartheid, decidió poner en libertad a Nelson Mandela el 11 de febrero de 1990. Tres meses después de ser liberado, fue elegido como presidente del partido CNA y, desde entonces Mandela se dedicó a luchar por la democracia, logrando que en 1994 se celebraran las primeras elecciones democráticas en Sudáfrica.
Con motivo de dichas elecciones, Mandela tomó el cargo de candidato a la presidencia de Sudáfrica, misma que logró ganar sin restricciones, convirtiéndose en el primer presidente negro del país, enalteciendo su figura hasta convertirse en un pilar esencial para comprender la lucha por la liberación racial en el mundo. Todas las historias tienen sus héroes, sin duda, el héroe discreto es Nelson Mandela, hombre que logró quebrantar barreras y liberarse de paradigmas que atosigaron a la sociedad sudafricana durante décadas.
Nos desconcierta el mundo, sin duda. Es un desconcierto conocer las atrocidades que se llevan a cabo en una sociedad patológica como es la nuestra. El apartheid fue un trago amargo en la historia africana y, si la historiografía lo permite, en la historia mundial. Es un delirio pensar en una sociedad bifurcada por la segregación de las razas “inferiores”. Es un delirio verse en el espejo y pensar que los seres humanos podemos ser capaces de cometer errores que perpetúen el dolor en las líneas de los libros de Historia. Dejemos atrás el pensamiento retrógrado, pensemos en un presente en el que no existan locuras como las que hemos narrado, pensemos que el mundo puede ser mejor si evitamos poner adjetivos de más en nuestras oraciones. Sin duda, el Apartheid fue un delirio de la segregación racial. Impidamos que los hechos vuelvan a suceder leyendo el pasado para estructurar el presente y poder vislumbrar el futuro.
El mañana nos espera, ojalá estos errores no se vuelvan a cometer. Quién iba a decirnos que esto sería el destino. La sociedad cambia, la Historia se reescribe. Vislumbremos un futuro próspero en donde los hombres y las mujeres sean tratados por igual, exentos de los calificativos del color de la piel o el idioma. Hagamos una reflexión en torno a lo que nos sucede en el día a día, así como trato de hacerla yo de cuando en cuando. Es una invitación, ya es decisión de usted, venerable lector, el aceptar la lucha o el quedarse estático ante la vida que corre frente a nosotros.