“La grandeza de un ser humano consiste en saber reconocer su propia pequeñez”. Blaise Pascal
¿Alguna vez te has preguntado qué significan todos esos números ridículamente grandes que nos da la ciencia?, por ejemplo, el hecho de que la distancia de la Tierra al Sol sea de 49,597,870,700 metros, o que una computadora pueda realizar 100 millones de operaciones en un segundo. Es obvio que son números enormes que superan las dimensiones de nuestra vida cotidiana. Al intentar visualizar dichas cantidades, nos enfrentamos a un problema práctico. La razón por la que se nos dificulta tanto visualizar tales cantidades es que jamás hemos tenido una experiencia directa con una escala de esa clase. Tan es así que nuestros antepasados tuvieron que encontrar pistas en el exterior del planeta para determinar que éste tenía forma esférica y no plana. Para encontrarles sentido a los números de la ciencia necesitamos utilizar el poder de la imaginación.
Richard Buckminster Fuller, arquitecto e inventor estadounidense, solía viajar alrededor del mundo para compartir sus ideas en distintas conferencias. En ellas decidió compartir su maravillosa visión acerca del planeta Tierra. Durante sus presentaciones solía sostener una esfera de metal de aproximadamente 80 centímetros de diámetro, mientras invitaba a su público a visualizar en ella su querido planeta y evocaba en ella la magnitud de los océanos. Para tal caso decía: “¿Parece que es muy profundo no? Que jamás acabaremos de descubrir sus misterios. Kilómetros enteros de agua y vida que jamás acabaremos de explorar. ¿Pero qué tanta agua tiene el planeta, si imaginamos que la Tierra tiene el tamaño de esta esfera?”, Buckminster volteaba a ver a su audiencia, esperando a que se asomara alguna mirada de asombro. Después proseguía a exhalar sobre la esfera y afirmaba: la condensación de mi aliento es equivalente a la profundidad del océano más profundo de la Tierra. ¿Sorprendente, no?
La prueba de Buckminster es reveladora no sólo por su ingenio, sino también porque demuestra de forma directa qué tan frágiles y pequeños somos. El líquido vital que cubre a la Tierra no es más que la epidermis del planeta. La magnitud de este hecho es alucinante, todos los ecosistemas sobreviven a costa de esa capa de agua ridículamente pequeña. Y una vez más los números de la ciencia nos dejan sin palabras: la cantidad total de agua del planeta constituye apenas el 0.023 por ciento de su masa, un número que no podemos imaginar sin un ejemplo como el de Buckminster. Sin embargo, después de todo, seguimos aquí a pesar de nuestra aparente pequeñez. Caminando incansablemente entre la nada y el todo para descubrir que todavía existen más infinitos y más páginas por leer… El planeta Tierra es un libro sin fin, abierto siempre para todos los ojos.
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