¿A qué le tienes miedo? ¿A la soledad, a los espacios cerrados o a la oscuridad? Hay personas, por ejemplo, que sienten una enorme tensión al apagar las luces o subirse a un estrecho elevador. Sin saber por qué, padecen un miedo irracional hacia ciertos objetos, se resignan y viven creyendo que es un rasgo indescifrable de su personalidad. Si a ti te pasa algo similar, hoy podrás tener la respuesta a uno de los más grandes enigmas de tu existencia, pero prepárate, porque la respuesta no va a ser muy agradable.
Si tienes un miedo desbordado (fobia) hacia algún objeto, animal o situación, es porque en el pasado alguien o algo te condicionó a sentirlo. ¿Cómo lo hizo? Haciéndote creer que tu vida estaba en peligro cada que entrabas en contacto con ello. Aunque sepas que ni la oscuridad ni los espacios cerrados van matarte, sientes una gran angustia porque tu sentido de supervivencia está mandando estímulos para que te alejes de lo que cree que te hace daño. Este rasgo instintivo se comprobó en un experimento conductista hace casi 100 años atrás.
En 1920, el médico John B. Watson realizó un experimento con un bebé de 11 meses llamado Albert. Según las declaraciones que dio a la comunidad científica, él quería investigar ciertos puntos sobre el miedo y ver si podían transferirse a otros animales u objetos inanimados. Una vez que se comprobara, quería conocer el tiempo que dura la aberración en el individuo.
El experimento fue muy sencillo. Primero le presentaron a Albert diferentes animales, entre ellos un conejo, una rata y un perro. El niño de escasos meses no mostró ningún signo de miedo, desprecio o irritación, al contrario, él quería tocarlos y jugar con ellos. Hasta ese momento todo era normal, pero con el siguiente paso se inicia el proceso de acondicionamiento, la parte oscura antinatural de la historia.
“También los gustos, las creencias, los prejuicios y muchos otros rasgos de la personalidad pueden ser manipulados siguiendo un simple patrón estímulo-respuesta”.
La siguiente ocasión que Albert estuvo en contacto con los animales, Watson golpeó un martillo sobre una barra de metal justo cuando el roedor se le puso enfrente. El bebé, al desconocer que el violento sonido no venía de la rata, asoció inmediatamente el sonido irritante con la figura del animal. Su mecanismo de supervivencia se disparó y el miedo lo poseyó. Su reacción fue el rechazo y la repulsión hacia la rata blanca.
La influencia de este experimento proviene de los trabajos de Ivan Pavlov (Premio Nobel en 1904), en cuya teoría del condicionamiento clásico planteaba que el aprendizaje es consecuencia de la asociación de un estimulo externo que bajo ciertas circunstancias puede dar una respuesta condicionada positiva o negativa, dependiendo de la forma en que llegue el estímulo.
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Si al inicio Albert no sentía tensión por el roedor, después de escuchar el golpe del martillo, el bebé comenzó a tenerle un temor que se generalizó a otros animales, incluso a otros objetos, pues cuando se le presentó al niño un cubo blanco, la asociación de colores surtió efecto y el miedo se trasladó a todos los objetos que tuvieran las mismas características de forma, textura y color.
Con este experimento Watson demostró que el miedo podía ser aprendido por condicionamiento clásico y que puede trasladarse a otros objetos. Otro punto a destacar es que también los gustos, las creencias, los prejuicios y muchos otros rasgos de la personalidad pueden ser manipulados siguiendo un simple patrón estímulo-respuesta.
Estas son las grabaciones del experimento con el bebé.
El hecho de que el conductismo puede ser un arma de doble filo, lo explicaba a la perfección Aldous Huxley (escritor inglés) en su libro: “Un mundo feliz”, en el que los individuos son condicionados con cintas de hipnosis mientras duermen, creando una sociedad ideal formada por sujetos conformistas que no se cuestionan su forma de vida y están completamente convencidos de que es la mejor.
Regresando al punto inicial de este texto y con los resultados del médico John B. Watson, las personas creen que son libres, pero en el momento en que el miedo comienza a paralizarlo, su autonomía termina. ¿Te imaginas que alguien durante tu infancia te condicionó a sentir, pensar y actuar de alguna forma? Suena maquiavélico, pero es respuesta a los extraños rasgos que suelen estar escondidos en lo profundo de la personalidad.
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La historia de el pequeño Albert terminó unos cuantos días después del acondicionamiento de los animales y objetos blancos. Su madre notó que le estaba provocando un daño irreversible a su hijo y se negó a que el experimento continuara. Con estas pocas sesiones Watson dejó sobre la mesa teorías de control y manipulación que pueden ser usadas por cualquier persona en un sentido positivo y, sobre todo, negativo. El conductismo clásico también puede aplicarse en el amor y tal vez es la respuesta del complejo que hacen que las mujeres amen a los patanes y cuando nos aferramos a una relación que nos destruye por dentro.