Mientras caminaba por el listón de la carretera,
miré sobre mi el cielo sin fin,
miré bajo mi el valle dorado.
Esta tierra estuvo hecha para ti y para mí.
-Woody Guthrie
El ser humano es la pesadilla más grande de todas. Un texto anónimo aseguraba que el hombre es un depredador basado en impulso, no se detendrá hasta obtener a su presa o hasta que su cuerpo le indique que es un esfuerzo inútil. Ese estado mental es lo único que nos separa de los animales. Ellos saben su lugar en el mundo y actúan mediante instinto. Una vez que tienen lo que desean, se detienen y el ciclo se repite, pero cuando nosotros obtenemos un elemento nuevo, buscamos más. Por esa razón no se detuvo la civilización en África y Europa y nacieron imperios a partir de la invasión por el afán de tenerlo todo en la Tierra. En eso se basan las guerras y cualquier tipo de enfrentamiento violento.
Nada nos detendrá. No entendemos que el planeta es nuestro. Y en algunos casos es necesario defender el territorio por el que se ha trabajado, con especial atención en las vidas de sus habitantes. Las ideas bélicas de los invasores deben detenerse como lo intentó el pueblo de Tenochtitlán o como lo logró la comunidad Mapuche en la Guerra de Arauco, quienes defendieron por todos los medios sus tierras de los atacantes españoles durante la conquista, alrededor de 1536.
Dentro de las crónicas que narran los sucesos de ese enfrentamiento, destaca la historia del guerrero conocido como Galvarino, personaje que pudo haber inspirado al icónico superhéroe Wolverine.
La Guerra de Arauco no fue un enfrentamiento de poca duración como lo fue el conflicto entre españoles y mexicas. Las hostilidades se llevaron a cabo en Araucanía (lo que hoy conocemos como Chile) y duraron poco menos de 300 años. No es necesario establecer a fondo los motivos de la lucha: los europeos buscaban conquistar cada rincón del nuevo continente, pero los Mapuches –al igual que los Nativos Americanos– defendieron su territorio hasta el final.
Existen recuentos que explican que aunque los españoles ganaron algunas batallas, los Mapuche mantuvieron el control de lo que históricamente y por tradición, les pertenece. Es una de las pocas civilizaciones que hicieron frente a los invasores con éxito y aún existe como una comunidad independiente. Y así como en las historias de la liberación de México remarcamos la importancia de personajes como “El Pípila”, en Chile, Galvarino es un héroe de una de las batallas más importantes de la Guerra de Arauco.
Galvarino fue un valiente guerrero durante la guerra, pero es mejor conocido por haber sido prisionero después de la Batalla de las Lagunillas en contra de García Hurtado de Mendoza, general encargado de la conquista, que después se convirtió en Virrey de Perú.
Los Mapuches decidieron crear una defensa para anticipar el ataque de Mendoza, pero no fue suficiente. 150 hombres fueron hechos prisioneros y entre ellos se encontraba Galvarino, uno de los mejores peleadores de los nativos. Como castigo por su fiereza le cortaron las manos y después lo dejaron libre, como método de intimidación a sus compañeros para mostrarles lo que les sucedería si no se rendían. A pesar de la amputación de ambas manos, los conquistadores no lograron romper su espíritu y en su lugar, Galvarino desarrolló una sed de venganza.
Cuando el guerrero regresó a informarle al general Caupolicán, líder de los Mapuches, exigió que se hiciera justicia y que se alzara el pueblo en contra de los invasores europeos. Fue nombrado un comandante con su propio escuadrón para tomar represalias y no mostró debilidad por haber perdido ambas manos. Como un héroe de todas las leyendas de este tipo, hizo algo impensable, puso cuchillos en el lugar donde debían estar sus extremidades y emprendió su camino hacia la siguiente batalla. ¿Suena familiar?
Galvarino dirigió a sus hombres y planeó una emboscada en contra de Mendoza. Este suceso fue llamado la Batalla de Millarapue y aunque los Mapuche perdieron una vez más, su valentía fue hecha leyenda en las crónicas que relatan la historia de Chile. Así afirman los textos:
“Bajó comandando como un sargento y animaba a sus hombres de esta forma: ‘Mis hermanos, veo que todos ustedes pelean muy bien. No serán como yo –sin manos– y podrán trabajar y comer, si no se las entregan a ellos.’ Y alzó sus brazos en alto, mostrándolos para motivarlos para pelear con mayor espíritu diciendo ‘Corten a todos aquellos con los que pelearán y eso harán ellos con los que capturen. Nadie tiene permitido huir, pero sí morir, porque morirán defendiendo a su madre patria’. Se movió delante el escuadrón durante cierta distancia y dijo con voz alta que moriría primero y aunque no tuviera manos, haría lo que pudiera con sus dientes.”
Mendoza rompió la estrategia de Galvarino después de una hora de pelea y tres mil nativos Mapuches murieron ese día. Galvarino había sobrevivido y fue capturado de nuevo, pero no le cortaron más extremidades, sino que lo lanzaron a los perros para que se lo comieran con vida. Aunque ésa es la versión más popular, Alonso de Ercilla, historiador enfocado a la historia chilena, asegura que el hombre murió colgado.
Es inevitable pensar en Wolverine cuando leemos la historia de Galvarino. Un guerrero con cuchillos en las manos peleando como un salvaje con tal de defender a su gente. A pesar de que en el trasfondo del personaje de cómic no existe referencia alguna que apunte a Galvarino como inspiración, se pueden notar las similitudes en la historia, personalidad y –por supuesto– el nombre.
La valentía del guerrero Mapuche sigue siendo un ejemplo para todos aquellos nativos de Chile y todos los pueblos latinoamericanos que sueñan con la autonomía de sus naciones. El hombre perdió dos batallas, pero los españoles jamás lograron someter a su pueblo. Ése es un verdadero ejemplo de pasión y gloria.
Wolverine fue un encargo. El creador que tenía la misión de diseñarlo y sólo contaba con el nombre del personaje (o al menos ésa es la historia reconocida como oficial). La leyenda de Galvarino es una de las más impresionantes de la época colonial y muestra que el ser humano sí puede detenerse, siempre y cuando existan seres dispuestos a defender sus tierras sin importar el costo. Quizá los X-Men tengan que aprender un poco más de la historia del mundo.