En 1851, en una mina de Meeting House Hill, un grupo de trabajadores encontró un extraño objeto con un origen tan misterioso como su posterior desaparición. El Jarrón de Dorchester, llamado así porque fue hallado en Dorchester (Boston), estaba incrustado en el interior de una roca estratificada de entre 570 y 593 millones de años de antigüedad. ¿Cómo es posible, entonces, que una piedra del periodo Ediacárico guardara un tarro que parece fabricado en la época victoriana?
El Jarrón de Dorchester tenía forma de campana invertida y estaba partido en dos cuando lo encontraron, fabricado en lo que parecía una aleación de zinc y con incrustaciones de plata cuidadosamente trabajadas, con motivos botánicos que suman a la incógnita de su origen. Las plantas carboníferas representadas en él eran muy parecidas a algunas especies que desaparecieron de la Tierra hace miles de años. Todo esto se habría reportado en Scientific American en junio de 1852.
El hallazgo hizo pensar a los seguidores del creacionismo (y otras teorías alternativas sobre el origen de los seres humanos) que este jarrón era una prueba de sus creencias. Michael Cremo, un creacionista védico también conocido como Drutakarmā dāsa, dijo en su libro ‘Forbidden Archeology: The Hidden History of the Human Race’ que el Jarrón de Dorchester es una prueba de “la presencia de artistas que trabajaban el metal en América del Norte hace más de 600 millones de años”. También hay quienes creen que se trata de evidencia de una civilización antigua que existió antes del supuesto diluvio universal.
Por otra parte, arqueólogos que han estudiado el origen del tarro de Dorchester creen que no se trata de un objeto tan antiguo ni tan misterioso. Keith Fitzpatrick-Matthews de Bad Archaeology señala varias inconsistencias en el hallazgo: “En primer lugar, fue encontrado entre escombros, sin pruebas de que estuvo alguna vez dentro de la roca. ¿Por qué se asumió eso? En segundo lugar, es claramente un objeto de estilo evidentemente victoriano. ¿Por qué alguien de 1852 creería que tenía más de unos cuantos años de antigüedad?”. Fitzpatrick-Matthews acepta que esas preguntas siguen sin respuesta, pero “demuestran claramente la credulidad de quienes lo descubrieron y lo reportaron”.
¿Prueba de la existencia de una civilización antigua o un objeto colocado a propósito en las profundidades del sustrato? La tecnología con la que hoy contamos para determinar la antigüedad y el posible origen de un objeto podría ser útil para conocer más sobre el Jarrón de Dorchester. Sin embargo, actualmente se encuentra desaparecido: poco después de su hallazgo, desapareció. Todo lo que nos queda de él son los reportes de la época y los relatos sobre esta “reliquia de otro tiempo”.