Disney. Nunca antes en la historia, un apellido había cargado con tantas sonrisas, magia y diversión. Estas seis letras son parte del imaginario favorito de todo niño que crece sobre la raigambre occidental desde hace más de medio siglo. Un sinfín de historias animadas, personajes memorables y momentos dignos de recordar una y otra vez aluden a la mente nada más mirar la firma en cursivas del hombre que logró construir al gigante de la industria del entretenimiento.
Las canciones que toda una generación conoce de memoria, la silueta de un castillo encantado o la historia de una princesa bastan para saber que no hay como el trabajo en equipo para superar cualquier obstáculo o que con amor, todo es posible. Sin embargo, el creador del gigante del entretenimiento nunca fue tan mágico y de buen corazón como los personajes de sus películas. ¿Quién fue realmente Disney? Descubre el lado oculto detrás del mito de Walt Disney:
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Disney Animation Studios: Un lugar no tan feliz
El discurso oficial no teme dar todo el crédito a la mente maestra de Walt Disney de hacer realidad los sueños de millones de niños alrededor del mundo, pero en realidad, él solo no habría podido hacer todo. Sin la ayuda de los cientos de caricaturistas que trabajaron por horas para hacer los primeros grandes clásicos que conocemos, nada de la magia habría sido posible.
No obstante, el propio Disney era bien conocido por tratar mal a sus empleados y nunca darles el crédito. Una regla que mantuvo tanto en los estudios como en Disneyland fue la prohibición del uso de barba y bigote. Después del estruendoso éxito de Blanca Nieves y los Siete Enanos (1937) que en términos económicos multiplicó por ocho las ganancias con respecto a su costo original y significó un hito en la historia de la industria, los estudios gozaron de salud financiera, suficiente para que Walt construyera una nueva sede para su compañía en Burbank, California, e iniciara sus siguientes grandes proyectos.
A pesar del histórico papel de los cientos de caricaturistas, escritores y miembros de la industria que trabajaron un sinfín de horas extra durante dos años para que Blanca Nieves fuera un éxito, las promesas de Disney de mejoras y aumentos salariales se evaporaron poco a poco. Ninguno de los trabajadores de Walt Disney Animation Studios fue recompensado y la bonanza económica que catapultó a la empresa al primer gran salto de lo que es hoy, nunca llegó para ellos. No sólo eso: el enojo creció aún más luego del estreno del largometraje, cuando muchos realizadores descubrieron que su nombre no figuraba ni siquiera en los créditos finales por orden expresa del propio Walt.
Para 1941, los trabajadores organizados de la industria conformaron el Screen Cartoonist Guild, organismo ampliamente repudiado por Disney, quien se encargó de señalar a cada uno de los empleados de su estudio que mostraba algún tipo de afiliación a la organización. Para la primavera, el conflicto escaló y a finales de mayo, los realizadores de
Walt Disney Animation Studios decidieron irse a huelga, ante el enojo y la indignación de su jefe.
Dos meses después con la presión del gran público encima y consciente del riesgo de perder todo lo que había conseguido hasta entonces, Disney decidió negociar a regañadientes y cumplió con el par peticiones principales de sus trabajadores: la mayoría obtuvo un aumento salarial y se llegó a un acuerdo para la aparición de todos los creadores en los créditos.
A pesar de la aparentemente exitosa resolución del conflicto, Walt cargó contra los organizadores del paro y despidió al menos a 15 empleados de puestos relevantes, mientras otro grupo decidió renunciar a raíz del clima de hostilidad y persecución que el fundador de los estudios instaló en el día a día.
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Disney como propaganda de guerra y espía
Como buen creyente de las bondades del American Way of Life, Walt Disney defendió a toda costa la intervención estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. El empresario fue reclutado por altos miembros del ejército norteamericano luego de la entrada de los Estados Unidos a las hostilidades con un solo fin: producir filmes a modo de justificación que explicaran a los habitantes el papel que su país jugaba en el conflicto armado y la imperiosa necesidad de salir victoriosos de la guerra.
Para cumplir con tal empresa, Disney ordenó la realización de tres cortometrajes animados en 1943, “Education for Death”, “Der Fuehrer’s Face” y “Victory Through Air”, todos con fines propagandísticos. Con esto intentó poner fin al rumor que corría en la industria sobre la supuesta empatía del animador con los regímenes fascistas que emergieron en Europa durante el primer tercio del siglo XX.
Al término de la guerra, el estudio siguió produciendo cortos mientras planificaba los próximos largometrajes con los que habría de inaugurar los años cincuenta, esta vez inspirado en la literatura británica, “Peter Pan” (1953) y “Alicia en el País de las Maravillas” (1951). Sin embargo, la colaboración de Walt Disney con el gobierno norteamericano siguió rindiendo frutos.
Después del conflicto armado, Disney participó activamente en la cacería de brujas iniciada por el macartismo, otorgando información sobre la filiación política de compañeros y empleados de la industria al Comité de Actividades Antiamericanas recién formado por su temor hacia las organizaciones sindicales y las ideas comunistas del gremio. Años más tarde, los archivos desclasificados del FBI demostraron oficialmente que Walt fungió desde 1940 y hasta su muerte en 1966, como un espía de la organización. Curiosamente, otros documentos revelan que la paranoia de la época llevó a la agencia a investigar de forma simultánea al propio Disney, para determinar si se trataba de un espía soviético infiltrado.
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Conoce más sobre el proyecto más ambicioso de Disney después de leer “Epcot: el lugar del futuro que Walt Disney quiso construir antes de morir”. ¿Sabías que el caricaturista fue uno de los pioneros en realizar animaciones psicodélicas y muchas de sus películas infantiles están cargadas de ello? Descubre las mejores “Razones por las que Walt Disney es el verdadero rey de la psicodelia”.
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Referencias
The New York Times
The Guardian
The Independent