En la Historia existen grandes personajes que, sin importar la época, mantienen su misma categoría, siguen siendo el objeto de diversos estudios y no salen de los libros escolares o científicos que se dedican a la materia. Entre estos encontramos a Napoleón Bonaparte, Adolf Hitler, Julio César, Alejandro Magno, Cristóbal Colón, Hernán Cortés, George Washington, Maximilien Robbespiere, Genghis Khan y una lista que se expande a mucho más de los nombres aquí mencionados. Algo que caracteriza a estos hombres es que sus aportaciones o acciones modificaron el mundo no sólo mientras vivían, sino el futuro que estaba por venir.
Puede parecer un pleonasmo mencionar esto ya que ese es precisamente el fin de la Historia, conocer el mundo de nuestros días con base en los acontecimientos pasados. Por eso a nadie sorprende ni es motivo de críticas que sean estos personajes (entre otros) a los que se estudia con tal frecuencia; sin embargo, también existen personajes que quizá no hayan influido tanto en la actualidad pero cuyo estatus los ha elevado a algo así como “figuras de culto”. Entre estos podemos encontrar a aquellos que, si bien su legado no llega al nivel de los infaltables (para los historiadores académicos) , sí lo ha llegado para muchos otros y su influencia, al menos durante su tiempo (y la de otros se prolonga más) fue/es innegable. ¿Quiénes pertenecen a esta categoría? Erwin Rommel, Enrique V, Juana de Arco, Federico II y Aníbal Barca (entre muchos otros). Del último es de quien quisiera hacer una revalorización en este texto.
Primero un poco de su historia: Nació en Cartago (hoy Túnez), un pueblo que se caracterizaba por una mentalidad pacífica y por ser grandes comerciantes, en el año de 247 a. C. durante los años de la Primera Guerra Púnica (conflicto entre romanos y cartagineses para que los primeros pudieran conquistar a los segundos y dominar el comercio en el Mediterráneo); fue hijo de Amílcar Barca, general cartaginés y héroe del conflicto que concluyó en victoria romana y en el que Cartago perdió Sicilia y Cerdeña, pero siguió dominando en territorio africano; aquí es donde comienza el verdadero mito de Aníbal Barca. Tras esta derrota, su padre decidió buscar riqueza en Iberia y el joven Aníbal pidió acompañarlo, Amílcar accedió pero pidió a su hijo que le hiciera un juramento: odiar por siempre a Roma. Aníbal Barca juró y cumplió, pues es el mayor y el más respetado de los enemigos a los que se enfrentó Roma en su historia. Amílcar murió en batalla con los ibéricos en el año de 228 a.C., fue sucedido en el mando por su cuñado, Asdrúbal el bello, debido a la juventud de Aníbal y su hermano, Asdrúbal. Su mando duró poco, fue asesinado en Hispania por un guerrero en lo que se cree que fue una venganza. Sin mando y perdido, el ejército cartaginés decidió nombrar al joven (25 años) Aníbal Barca como su nuevo líder no sólo por ser el hijo del respetado Amílcar, ya que también era uno de los hombres de más confianza de Asdrúbal el bello. Todo parece normal cuando Aníbal realiza una serie de conquistas exitosas en Hispania, pero la situación cambia cuando decide realizar un asedio a la ciudad de Sagunto, aliada de Roma y causa de conflictos entre romanos y cartagineses. Aníbal ofreció no atacar a la población si abandonaban su ciudad, pero al negarse fueron asesinados. Esto desencadenó la Segunda Guerra Púnica, tras ocho meses bajo asedio, Roma decide proteger a su aliada y declarar la guerra a Cartago. El conflicto marcaría el ingreso de Aníbal a la Historia.
Dotado de unas capacidades tácticas que rayaban en la perfección, venció en muchas ocasiones a Roma, de todos los triunfos que obtuvo Aníbal Barca, son tres por los que más se le recuerda: La primera de ella, la batalla del Trebia en año 218 a.C. en ella, con igualdad de fuerzas demostró su primer destello de genio, escondió a un destacamento de su hermano Magón y durante la batalla decidió colocar a su elefantes en los flancos con el fin de asustar a los galos que los romanos habían dispuesto en ese lado, la maniobra fue un éxito, los galos salieron huyendo y cuando la batalla comenzó a salirse del control romano, el destacamento de Magón salió de su escondite para rodear totalmente a los romanos. Fue una victoria casi perfecta, pero aun había más.
En el año de 217 a.C. tras continuar su avance en territorio romano, Aníbal decidió parar un momento y establecer una base en el sur; confiados de que el avance no se detendría, los generales romanos Flaminio y Servilio decidieron avanzar por este y oeste para evitar que el ejército cartaginés se hiciera de un mayor territorio. Gracias a esto, Aníbal orquestó otra maniobra genial, envió a sus tropas para que encendieran hogueras debajo del lago Trasimeno. Flaminio cayó totalmente en la trampa en su afán de perseguir y derrotar a Aníbal Barca, encontró las hogueras y no estaba el campamento cartaginés que creía encontrar, lo que encontró fue a su ejército rodeado por ambos flancos y por todo su frente, no había escape. Flaminio, junto con un aproximado de 15 mil de sus hombres, murió.
Y en el 216 a.C., la derrota más desastrosa que sufrió Roma o el mayor triunfo de Aníbal y Cartago; a fin de cuentas la Historia siempre tiene dos lados, en Cannas. El ejército romano duplicaba al de Aníbal, pero en una prueba más de su genio, Aníbal realizó la táctica más estudiada por los militares: dispuso a sus hombres en media luna, desbandó a los romanos y les permitió que presionaran sobre la media luna hasta que esta se hizo cóncava. Los romanos pensaron que el triunfo estaba en el centro pero no fue así, Aníbal ordenó a su infantería de los flancos que virara hacia adentro, embolsando de esta manera a los romanos en un saco que fue cerrado del todo por la caballería. El ejército romano fue destrozado. Pero entre ellos escapó un tal Escipión, que será definitivo en la historia de Aníbal.
Con esta victoria era natural pensar que Aníbal se apoderaría de Roma, pero no fue así, las razones son variadas: algunos afirman que Aníbal buscaba sumar victorias tácticas hasta que Roma se rindiera, otros afirman que buscaba derrotar a Roma para que sus aliados los abandonaran y vencerlos cuando estuvieran aislados, incluso hay quien afirma que no la conquistó porque Aníbal no era un destructor, si no un hombre de paz que solo buscaba defender a su patria. De aquí surge una mítica frase, de esas que no existen registros de su existencia pero que le agregan a la Historia una sensación poética que ayuda a comprenderla y embellecerla, se cree que su jefe de caballería, Maharbal, tras ver la negativa de Aníbal de conquistar Roma le dijo: “Los dioses no han concedido al mismo hombre todos sus dones; sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovecharte de la victoria”. Aníbal estuvo en territorio romano por más de una década desde su triunfo en Cannas, sumó más victorias tácticas en territorio romano hasta que la guerra se inclinó del lado de los romanos gracias a la aparición de Escipión, ese que escapó de la masacre en Cannas, y que le derrotó definitivamente en Zama en el 202 a.C. Aníbal huyó a Cartago tras la derrota y continuó como nómada por Medio Oriente hasta que en el año de 183 a.C. se suicida porque presuntamente, sería entregado al general romano, Tito Quincio.
La historia de Aníbal Barca es la historia de un hombre genial, dotado de una inteligencia envidiable y de una capacidad táctica inigualable (era admirado, entre otros, por Napoleón y por su vencedor, el duque de Wellington). Sus maniobras militares siguen siendo estudiadas en las escuelas militares y ha sido objeto de numerosas obras de arte y referencias culturales. Sin duda, Aníbal es un personaje que merece ser estudiado por todos, posiblemente su impacto no alcance el de otros personajes históricos pero su historia, su mítica historia es digna de contarse y de ser reconocida. En ella existe todo lo que la Historia necesita: verdades, mitos y misterios.