La amistad se puede expresar en menos de cincuenta palabras, utilizando sólo aquellas que describen a la persona más importante de tu vida y preservar así por el resto de los días tus sentimientos puros e inmortales. Joan Miró lo hizo por el que fue su más grande amigo y cómplice: Alexander Calder. Miró era un pintor consagrado cuando conoció a Calder. Había esculpido, hecho grabados y pintado decenas de obras. Estudió en la Academia de Arte de Barcelona y su pintura entró en muchas vanguardias y corrientes artísticas. Al principio oscilaba en el expresionismo formal, el fauvismo y el cubismo, siempre centrándose en paisajes, retratos y desnudos. Después, cuando viajó a Francia, su pintura evolucionó con la implementación de luces fuertes y un lenguaje onírico muy personal. Cuando el manifiesto surrealista salió, Miró lo firmó afín a las ideas que proponía.
Calder, por otro lado, realizaba los más bellos móviles. Nació en una familia de artistas pero al principio, su pasión por el arte no fue tan intensa. De hecho estudió ingeniería mecánica y después decidió estudiar en la escuela de arte.En 1931, realizó una obra que Marcel Duchamp bautizó como móvil. Desde ese momento, Calder fue uno de los mejores representantes de la escultura moderna y se convirtió en un creador de obras abstractas con movimiento que reflejan, con toda potencia, los efectos de la luz. Fue el primero en incorporar el movimiento a una obra de arte, por lo que se le considera el precursor del arte cinético.
Ambos tuvieron una intensa amistad, llena de complicidades y gran amor. Fueron genios del arte en el siglo XX y cuando Calder visitó a Miró por primera vez en su taller en Francia, quedó prendado de él. 1928 fue el año en el que su amistad nació y desde ese momento hasta el final, cincuenta años después, compartieron una amistad sin límites.
Miró realizaba un collage con materiales que no tenían nada que ver con los antes utilizados: una pluma, cartón y una aguja componían su obra, Calder no hizo otra cosa que admirarlo e igual que él, intentó asesinar a la pintura.
Ambos entendían el mundo de la misma manera y compartían su visión de una manera muy interesante. Según la curadora Elizabeth Turner “ambos tenían una misma definición de espacio pictórico, una definición común que fuera más allá de la comprensión convencional de ese espacio, más allá del marco, del pedestal, que desafiara la gravedad y que pudiera expandirse de manera infinita en la mente, en la imaginación. Que el arte pudiera ser el gatillo, la chispa que pudiera incendiar de esa manera la imaginación. Y eso era algo muy audaz, y pudo ocurrir porque ambos eran iconoclastas, porque estuvieron dispuestos a dejar atrás las formas tradicionales y a abrazar unos conceptos así de profundos y amplios”.
Miró y Calder fueron dos genios del arte que lograron compaginar de manera extraordinaria lo que era muy difícil de encontrar entre dos artistas plásticos, priorizando las rivalidades y envidias que tenían unos contra otros. Ellos, en cambio, lograron entenderse de manera magnífica. Ambos colaboraban con la creación del otro, pues había una pasión que emanaba de sus pinceles y sus pensamientos porque uno estaba interesado por el bienestar del otro. Y uno inspiraba a su cómplice. A propósito de esa bella amistad, te dejamos el hermoso poema que Miró hizo para su mejor amigo: Sandy Calder:
Tu corazón se ha apagado
al acercarse el día.
Fueron tus cenizas diseminadas
por el jardín.
Tus cenizas volaron hasta el cielo
para hacer el amor con las estrellas.
Sandy
Sandy,
tus cenizas acarician
las flores arco-iris
que pellizcan el azul del cielo.
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