Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón (1794-1876) es considerado el villano por antonomasia de la historia nacional. Se le acusa de traidor, incompetente y vende patrias. Once veces presidente, su gobierno fue despótico y dictatorial. También fue famoso por llegar al extremo de cobrar impuestos por tener puertas, ventanas y perros. Sin embargo no todo lo que hizo en su larguísima trayectoria militar y política fue negativo. Aquí cinco aspectos positivos de “Su Alteza Serenísima”, a quien alguna vez le fue concedido el título de “Benemérito de la Patria en Grado Heroico”:
Contribuyó a la Independencia
Aunque inició su carrera militar en el ejército virreinal en 1810, y combatió a los insurgentes en Texas y Tamaulipas. En 1821, convencido por José Joaquín Herrera, decidió pasarse al Ejército Trigarante, recibiendo como tarea rendir Veracruz, en ese entonces todavía en manos de los realistas. Tras varios intentos fallidos, logró que las fuerzas españolas abandonaran el puerto y se atrincheraran en el fuerte de San Juan de Ulúa, del cual serían desalojadas en 1825.
Proclamó por primera vez la República
Tras levantarse contra Agustín de Iturbide el 2 de diciembre de 1822, Santa Anna lanzó el plan de Casa Mata y se proclamó, junto con Guadalupe Victoria en favor de eliminar el Imperio y convertir a México en una república federal. Al final de cuentas el movimiento triunfó, aunque Santa Anna no sería presidente hasta 1833.
Evitó la reconquista española
Cuando en 1829 una expedición comandada por el brigadier Isidro Barradas llegó a México con el propósito de volver a poner al país bajo el dominio de la corona española, Santa Anna fue elegido para combatirlos y, tras rechazar el título de “Duque de Tampico” que le ofrecieron los invasores para que colaborara con ellos, los enfrentó en diversas batallas hasta finalmente obligarlos a rendirse el 11 de septiembre en Puerto Viejo, Veracruz. Ya derrotados, los hombres de Barradas fueron expulsados del país, comprometiéndose a no alzar las armas contra México, nunca más.
Perdió la pierna en la guerra de los pasteles
Los franceses ocuparon el puerto de Veracruz en 1938, buscando que se les retribuyeran las pérdidas económicas de sus ciudadanos durante las guerras que habían ocurrido en el país desde la independencia (entre ellas la de un pastelero francés de apellido Remontel que deseaba una indemnización de 60 mil pesos por los daños que había sufrido su pastelería). Santa Anna se ofreció, a pesar de que en ese entonces no tenía un cargo público, a luchar contra los invasores. El caudillo se destacó por su valentía e hizo retroceder a los ocupantes, pero durante la conflagración, su caballo fue alcanzado por la artillería francesa. El incidente le causó a Santa Anna la pérdida de su pierna.
Mandó componer el Himno Nacional
El 12 de noviembre de 1953, el presidente Antonio López de Santa Anna ofreció un premio a la mejor composición que pudiera servir de letra al Himno Nacional Mexicano. El jurado estuvo conformado por Bernardo Couto, Manuel Carpio y José Joaquín Pesado. El 3 de febrero de 1854 se dio a conocer el resultado, el cual favoreció al poeta Francisco González Bocanegra. Ya instrumentado por Jaime Nunó, ganador del concurso de musicalización, el himno nacional fue cantado por primera vez la noche del 16 de septiembre en el Teatro Santa Anna.