En el Departamento de Correcciones de California —CDC, por sus siglas en inglés— habitan cerca de 162 mil prisioneros, entre ellos, los más peligrosos son aquellos que viven dentro de una prisión de nivel IV, es decir, de máxima seguridad. La mayoría de los reos de este nivel están asociados a alguna pandilla. Ellos suelen exhibir tatuajes en casi todo su cuerpo, con símbolos y palabras propias de sus agrupaciones, algunos sumamente controversiales y que denotan una ideología racista que aún permea en la sociedad estadounidense.
Las pandillas en Estados Unidos han sido un problema que ha aquejado a su población, en particular por la violencia que las caracteriza, el tráfico de drogas y armas. De acuerdo con el Instituto Nacional de Justicia de EEUU, por lo general cuando una comunidad investiga sus problemas de violencia con armas, estos suelen estar relacionados con la actividad de alguna pandilla en la zona, puesto que éstas cometen más de tres cuartos del crimen de una zona.
La camaradería y lealtad de los miembros de las pandillas las hacen particularmente fuertes y efectivas, pero al mismo tiempo, suelen estar basadas en cuestiones culturales e identitarias que también pueden fomentar racismo y por tanto violencia, en especial en los espacios donde las pandillas rivales convergen mismo lugar… como en una prisión.
En California, la afiliación a alguna pandilla determina la jerarquía dentro de la prisión y también puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, puesto que ellos son los encargados de proteger a los suyos y responder a posibles ofensas.
Dado el gran riesgo que existe de que estas pandillas se enfrenten y comiencen una pelea, las autoridades han seccionado las áreas comunes con rejas, llamadas en inglés dog runs. No obstante, a pesar de las divisiones los prisioneros eligen ejercitarse en distintos horarios, esperando que una pandilla termine antes de comenzar para evitar provocaciones.
La tensión entre pandillas puede ser tal, que en ocasiones los prisioneros eligen optar por el aislamiento, es decir, tener una celda para sí mismos y un tiempo limitado de exposición con los demás reos. Este tipo de aislamiento también es utilizado por las autoridades de la prisión para separar a aquellos que identifican como los líderes de las pandillas que siguen coordinando las actividades de sus agrupaciones tanto dentro de la cárcel, como fuera de ésta.
Otro tipo de reclusión es la que tiene lugar en la Unidad de Vivienda para Necesidades Sensitivas —por su traducción literal—, en la que habitan todos los reos que han renunciado a su pandilla y por lo tanto, afirman que su vida podría estar en peligro. En estas zonas, la segregación, el racismo y la violencia entre prisioneros disminuye dramáticamente.
Independientemente de la zona en la que los reos se encuentren, al tratarse de una prisión de máxima seguridad las revisiones son exhaustivas. Los prisioneros deben desvestirse y someterse a una revisión de sus cavidades para evitar el contrabando de drogas o armas; además cuentan con horarios restringidos para las comidas, horas de ejercicio, esparcimiento y sueño.
Estas fotos pertenecen a Mark Allen Johnson, un fotógrafo estadounidense cuya labor se enfoca en temas de violencia, tanto en su país de origen, como en México y su guerra contra el narcotráfico, el conflicto armado en Medio Oriente, las pandillas de Los Angeles o el cultivo ilegal de marihuana.
Sin duda, a pesar de la tensión racial y la lealtad que Johnson retrata en sus fotos, la realidad es que los pandilleros representan una política fallida, tanto de gobiernos locales como estatales de proveer de oportunidades igualitarias a las comunidades.
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