La historia de Madeline comienza en el 2015 en Brisbane, Australia, cuando asistió junto a su madre a una pasarela de moda y tras ver el glamour que las caracteriza decidió que quería dedicarse al modelaje. No pasó mucho tiempo después cuando caminó por su primera pasarela, al tiempo que se volvió un fenómeno mundial con su historia de transformación y pérdida de peso.
Aunque todo tiene sus claroscuros, la industria de la moda se ha caracterizado por ser extremadamente elitista, estricta y rigurosa con sus modelos. La exigencia por una talla específica ha sido motivo de distintos titulares polémicos en los medios de comunicación. Basta con recordar el movimiento que condenaba la exigencia de modelos talla doble cero, tanto en la publicidad como en las pasarelas, pues tal requisito no sólo ponía en riesgo a las profesionales, también reproducía una imagen poco saludable entre el público consumidor que las veía como inspiración.
A la delgadez extrema, se sumaron otro tipo de controversias, en especial la de la falta de diversidad en sus pasarelas. La problemática no es ignorada por algunas de las máximas autoridades de la moda, tan sólo el Consejo de Diseñadores de Moda Americanos desde el 2016 ha puesto la mira en sus problemas de diversidad y en sus resoluciones del 2018 afirman:
«Para el 2018, esperamos ver más inclusividad en la industria, y con ello queremos decir que en las compañías de moda y en las pasarelas. Además, la diversidad no sólo se relaciona con la etnicidad, pero también con el sexo y tipo de cuerpo».
En ese sentido, la industria de la moda cada vez se esfuerza más por corregir sus malas prácticas y es por ello que la inclusión de modelos como Madeline es tan importante. Da muestra de cómo tanto creadores como consumidores de la moda están dispuestos a ver mayor representación en las pasarelas.
Al mismo tiempo, Madeline también se ha convertido en un ejemplo a seguir para otras personas con síndrome de Down u otras alteraciones genéticas. Primero se convirtió en fuente de inspiración para otros gracias a su disciplina para perder peso, misma que fue motivada por una cuestión cardiaca que la obligaba a cuidar aún más de su alimentación. Después de que su madre subiera las fotos de su progreso, éstas se hicieron virales y obtuvieron más de 7.2 millones de visitas.
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La popularidad de su transformación fue el método ideal para que Madeline fuera capaz de incursionar en la industria de la moda, pues gracias a su exposición diversos diseñadores pidieron que modelara para ellos, principalmente Hendrik Vermeulen, quien la contrató para el show de la Semana de la Moda en Nueva York. A dicho evento se le sumaron las Fashion Weeks de París, China y Londres.
A pesar del encanto del mundo de la moda, que muchas veces es retratado como una industria plagada de eventos fabulosos, fiesta y excesos, las fotos de Madeline muestran una vida más o menos normal en compañía de su mánager y madre, que incluye descansar en cama junto a su iPad, almorzar su comida favorita –wrap de pollo— y recorrer las calles de Nueva York de una pasarela a otra. Además de las fotos que involucran propiamente su trabajo: en la silla de maquillaje y peinado en el backstage de los shows o bien, en espera de que sea su turno para desfilar por la pasarela.
Sin embargo, el trabajo y vida de Madeline no sólo es el modelaje, también es partícipe de las Olimpiadas Especiales, cuenta con una escuela de danza en su ciudad natal, una línea de moda y también está próxima a lanzar un documental este año.
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