Para nadie debería ser sorpresa que el racismo sea un sello de identidad estadounidense, tan significativo en la sociedad como los colores y la forma de su bandera, el Tío Sam, la ciudad de Nueva York o la comida rápida. La superioridad racial se hizo patente desde mucho antes que los Estados Unidos se constituyeran como tal. Los barcos ingleses y holandeses cargados de esclavos procedentes de África, llegaron a las costas de Virginia desde inicios del siglo XVI. Para cuando tocaban tierra, cerca de la mitad estaban muertos por aplastamiento o enfermedades mortales, mientras el resto se remataba en los puertos y eran vendidos a quienes ofrecían el dinero suficiente. Terratenientes, personajes con un cargo público y propietarios de plantíos de algodón o tabaco eran los principales compradores.
Un siglo después, los hombres más ricos de las trece colonias plantearon la necesidad de separarse del Reino Unido. Los llamados “padres fundadores” proclamaron la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos. En ella, su principal redactor, Thomas Jefferson, admitía la necesidad de una verdad inalienable: “Que todos los hombres son creados iguales”, dotados de derechos como “la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad”. Para entonces, Jefferson era uno de los más grandes terratenientes del estado de Virginia, y en Monticello, su enorme plantío, mantuvo cerca de 600 esclavos negros durante toda su vida.
A partir de entonces, la consolidación de la superioridad racial como expresión de clase se enraizó a la suerte de los Estados Unidos hasta nuestros días, creando una conciencia implantada en la mente de la mayoría de los afroamericanos por siglos. Entre esclavos de trabajo y criados primero, que con el paso del tiempo se convirtieron en asalariados y “hombres libres”, la mayoría de los grupos de piel negra aceptó implícitamente una inferioridad con respecto a las diferencias de clase, que son las que realmente se ocultan tras la máscara del racismo.
Uno de los testimonios más claros del estatus de inferioridad y la brutalidad del racismo está en “The Green Book”. Se trata de un libro editado, escrito y publicado por Victor H. Green, un empleado del servicio postal de Nueva York, residente de Harlem, nacido a finales del siglo XIX.
La primera edición de “The Green Book” data de 1936, época inmediata a la Gran Depresión, muchos años después del fin del esclavismo; con éste se pretendió creer que el racismo había quedado sepultado como una de las partes más crueles –e irónicamente “negras” – de la historia de los Estados Unidos. Con la industria nacional retomando su nivel de producción, la segregación racial se encargó de crear barreras legales para las personas de raza negra. Los estados del sur lucharon por una legislación que combatiera el libre tránsito de los afroamericanos por la Unión Americana, especialmente aquellos que pretendían embarcarse en viajes vacacionales.
Ante tal negativa, Green llevó a cabo una extensa recopilación de sitios dentro del estado de Nueva York donde los afroamericanos eran bienvenidos. Se trataba de una pequeña guía de establecimientos locales, como tiendas, restaurantes, hoteles y almacenes que permitían la entrada a todo el mundo por igual. El libro resultó ser un éxito y la primera publicación tuvo mucho impacto entre los habitantes de piel negra del noreste americano. Después de la extraordinaria acogida, Victor decidió transformar su guía local en un compendio de páginas amarillas y una guía turística completa de la mayoría de estados del territorio norteamericano.
Para la décima edición, “The Green Book” estaba consolidado como un libro de cabecera que recopilaba hoteles, restaurantes, bares y gasolineras donde los viajeros afroamericanos eran bien recibidos. No sólo eso: el texto de Green incluía consejos para pasar desapercibido entre el resto de la población, además de actitudes y recomendaciones específicas para cada clase de situación y lugar, como manejar a una velocidad constante y así evitar llamar la atención para evitar ser detenido bajo cualquier pretexto.
Los ideales de Victor H. Green se encuentran plasmados en el prólogo a la edición de 1949: “Algún día en el futuro cercano, esta guía no tendrá que ser publicada. Ese día llegará cuando como raza, tengamos la misma igualdad de oportunidades y privilegios en los Estados Unidos”.
A la espera de ese momento, transcurrieron 28 años hasta la edición final del polémico libro. El último ejemplar de “The Green Book” fue publicado en 1964, tras la promulgación de la Ley de Derechos Civiles el mismo año, que prohibió –al menos en el papel– la discriminación de cualquier tipo y declaró nula la ley Jim Crow en los estados sureños. Hoy, a más de 50 años de distancia, el racismo se mantiene como una condición preponderante en los Estados Unidos, a pesar de los amables intentos de Luther King, la aceptación de inferioridad de Victor H. Green o la radical postura de Malcolm X y la acción de los Black Panther.
La dureza de los hechos actuales rompe contra cualquier intento discursivo por negar la realidad de la superioridad racial en el país de las barras y las estrellas. Para comprender más sobre el problema del racismo en los Estados Unidos, toma nota de los 5 libros sobre la grandeza de EU que Donald Trump no quiere que leas. La música ha sido una vía de expresión contra la brutalidad policial y los abusos del sistema legal contra los afroamericanos, escucha “Fuck da police” y otras canciones que quisieron destruir a la policía para entender el significado político del hip hop en la Unión Americana.