A lo largo de la historia de la humanidad los colores han adquirido ciertos significados: poder, privilegio, castigo y hasta el rol de cada género. Estamos acostumbrados a que dos colores en particular designen cada sexo: la mayoría de las personas asocian indiscutiblemente el color rosa con las mujeres, mientras que el azul es entendido como el color masculino por excelencia; no obstante, hace poco más de medio siglo esto era totalmente distinto.
Los niños solían vestirse de blanco por el simple hecho de que es sencillo lavarlo con cloro sin temer a una decoloración. Además, contrario a la actualidad, el color azul solía asociarse con las niñas y mujeres, pues se consideraba un tono delicado. Del mismo modo, el azul —así como el negro— eran los colores usuales de las prendas que las mujeres comenzaron a utilizar durante la Segunda Guerra Mundial, al ocupar los lugares que los hombres habían abandonado en las fábricas para acudir a la guerra, por lo que era relativamente sencillo asociarlos con lo femenino.
Sin embargo, se considera que en Estados Unidos —y por lo tanto Occidente— el rosa comenzó a asociarse con la feminidad por una mujer: Mamie Eisenhower, esposa del presidente de dicho país, quien durante la inauguración presidencial de Eisenhower utilizó un pomposo vestido color rosa decorado con cerca de 2 mil piezas de pedrería.
A tal vestido le siguieron todo un número de apariciones en sus labores como primera dama en las que Mamie destacaba por su gusto por el color rosa —su color favorito—, así que fue cuestión de tiempo antes de que los medios de la época le dieran relevancia a su elección de guardarropa, así como su estilo de decoración en la Casa Blanca. Tal publicidad pronto hizo que la maquinaria de la mercadotecnia comenzara a andar y consiguiera que cocinas, baños, cepillos de dientes y cualquier otro objeto tuviera su versión rosada, característica que hoy perdura hasta nuestros días como un símbolo absoluto de lo femenino.
Estos productos rosados concentraron la connotación de delicadeza que el azul tuvo en algún momento. Al mismo tiempo, esta moda provocó que el rosa se convirtiera en el color ideal para aquellas mujeres atrevidas que intentaban diferenciarse en lugares predominantemente masculinos. Jennifer Wright, para Racked explica:
«Pero muchas [mujeres] aprendieron rápidamente que podían usar el color y sus nuevas connotaciones para su beneficio. Profesar un gusto por el rosa era una forma muy fácil para que las mujeres se vieran menos intimidantes sin cambiar sus acciones o personalidades».
Actualmente los objetos de consumo también han provocado controversia y hasta se ha designado el término de “impuesto rosa” al precio extra que la mayoría de las mujeres pagan al adquirir un artículo dirigido al sector femenino, a pesar de que su contraparte masculina tenga las mismas características.
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