El viento helado de la mañana acompaña al amanecer y deja el mismo panorama desolador de la noche anterior: de un lado a otro, un sinfín de personas en estado de ebriedad duermen entre cartones y basura, dando a las calles de tierra formadas por casas prefabricadas su paisaje habitual. Entre típis (la vivienda típica de los dakota, formada por varas de madera y forrada de piel de bisonte), remolques y casas prefabricadas, sus condiciones de vida son una decadente ironía del pasado ancestral de los sioux.
Se trata de la reserva de Pine Ridge, una extensión de casi 9 mil kilómetros cuadrados donde hace dos siglos, los nuevos norteamericanos decidieron que vivirían los sioux o dakotas sobrevivientes al genocidio y la “modernidad” que los alcanzó una vez expandida de Norte a Sur y del Este hacia el Oeste. Ubicada al sur de Dakota del Sur como parte de la infinita meseta que parte a la mitad el territorio norteamericano, es el hogar de más de 40 mil nativos americanos.
Las casas prefabricadas y ordenadas por el gobierno resultan insuficientes, por decir lo menos. En una habitación con una cama para dos personas habitan siete individuos y la misma escena se repite en un par de cuartos más. Una veintena de individuos (todos parte de una familia) viven en unos cuantos metros cuadrados, condiciones impensadas para sus ancestros, quienes dominaban las Grandes Llanuras y, como todos los sioux, eran nómadas y solían desplazarse al ritmo que marcaban las manadas de búfalos salvajes.
A pesar de que las bebidas alcohólicas han sido prohibidas en la reserva, más del 85 % de las familias de sioux sufren de algún grado de alcoholismo en Pine Ridge, el mismo porcentaje de las personas desempleadas, aquellas que no tienen ninguna fuente de ingresos para subsistir.
Desde la reserva es posible observar un conjunto de casas a través de una carretera: se trata del poblado de Whiteclay, Nebraska, un lugar insignificante a no ser de dos poderosos datos que llaman la atención. Se trata de un pueblo borrado del mapa, con una calle y apenas 14 habitantes; sin embargo, poseía las cuatro licorerías que más alcohol vendían en todos los Estados Unidos por minuto. Hasta antes de su clausura en abril de 2017, las cuatro concentraban un promedio de 170 latas de cerveza por persona vendidas al año, 7 por minuto.
Además del grave problema de alcohol, los suicidios son tristemente rutinarios entre los adolescentes sioux, lo mismo que la violencia y la escalada de crímenes. Ante la decadencia del presente, los esfuerzos por salir adelante y rescatar su cultura se multiplican, pero aún no son suficientes. Los nativos americanos se niegan a abrazar una forma de comprender el mundo completamente distinta a la suya, al encierro en reservas a las que fueron arreados, a la negación de su cultura, su espiritualidad y tradiciones, y al genocidio sostenido que durante siglos se instituyó como política, una pesadilla en medio de la ensoñación americana.
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