Breve historia de cómo los gatos conquistaron a la humanidad

Breve historia de cómo los gatos conquistaron a la humanidad

Breve historia de cómo los gatos conquistaron a la humanidad

¿Alguna vez te has preguntado por qué le tienes miedo a las ratas?

Son asquerosas, sus dientes se ven horrendos y el sonido que desprenden parece salido de una película de terror psicológico. Pero, ¿por qué las percibimos de esa forma?

El miedo a las ratas es una de las fobias específicas más comunes alrededor del mundo y la ciencia lo explica como una respuesta condicionada ante la presencia de los roedores. De acuerdo con un estudio de Peter Curzon, Nathan R. Rustay y Kaitlin E. Browman, expertos en neurociencia, el temor hacia ese animal podría estar dentro de nuestro código genético, ya que desde hace miles de años, la humanidad ha tenido un fuerte desprecio ante la especie principalmente porque contaminaban los alimentos, ponían en riesgo la vida de las personas y sus mordidas y bacterias podían infectar a cualquier individuo. Siendo animales de fácil reproducción y de difícil captura, se convirtieron en el enemigo principal de nuestros antepasados, sin mencionar que en algunos puntos de la historia provocaron algunas de las plagas más destructivas de la historia. Por ese motivo, les tenemos pánico: al igual que nuestros antecesores, aún pensamos que nos causarán daño y, gracias al contexto cultural en el que nos desarrollamos, sabemos el peligro que representa enfrentarse a una rata frente a frente.

Tomando en cuenta ese factor es fácil adivinar cómo es que comenzó el dominio de los gatos como una figura importante para los seres humanos. Mientras que los perros se convirtieron en los aliados más fuertes para cazar, los gatos, predadores naturales de los roedores, han servido para “protegernos” de las ratas, convirtiéndose en el aliado más cercano para evitar poner en riesgo la salud de las personas.

Historia de los gatos como dominantes de la humanidad

Desde 2007 se han lanzado distintos estudios de ADN —como el de la revista Nature Ecology and Evolution, o el publicado por los Museos Nacionales de Escocia— de momias antiguas y restos de diversos fósiles de los felinos y se ha encontrado que los gatos no comenzaron su poderío durante los tiempos de los Egipcios, hace cuatro mil años, sino que desde los pueblos antiguos de Mesopotamia estos animales han tenido un papel relevante dentro de nuestra sociedad. Tales investigaciones arrojan que hace aproximadamente 100 mil años, alrededor de 12,000 a.C, los gatos salvajes fueron domesticados junto a las ovejas y las cabras, así lo resalta el periodista Joshua J. Mark.

Se cree que los gatos se convirtieron en aliados de los humanos justo cuando estos comenzaron a desarrollar la agricultura, conservando grano. Un artículo de Popular Science sugiere, no sin cierto humor, que a alguna persona debieron llamarle la atención las costumbres de los gatos, ya que notaron que las ratas que amenazaban sus cosechas estaban siendo exterminadas por los felinos, lo cual le dio una luz benevolente a la especie felina.

Es entonces cuando entra la historia de los egipcios, tiempo en el cual los felinos ya estaban acostumbrados a convivir con los humanos y, claramente, eran venerados como figuras benéficas. Esto sucedió en 1500 a.C y puede notarse en el arte de la época y en las grandes construcciones que se hicieron siguiendo la forma de su anatomía. Sarah Fecht, periodista, sugiere que a las personas no les molestaban los felinos y que gracias a que requerían poca atención encontraron un lugar junto a los humanos, protegiéndolos de distintas plagas y ganándose un estatus casi divino.

Durante toda la historia de Egipto los gatos eran venerados e incluso se llevaban a cabo distintos rituales alrededor de sus vidas y muertes. Asimismo, en la India se creó un seguimiento igual por los felinos, lo mismo en Persia, China, Grecia, Roma y Japón, donde no sólo eran vistos como excelentes compañeros que los protegían, sino como animales misteriosos con distintas características dentro de sus mitologías.

Sin embargo, no siempre fueron aceptados. La ignorancia y la necedad de la Iglesia Católica, o de forma más específica, del Papa Gregorio IV, quien afirmó que los gatos eran figuras demoniacas (posiblemente por el culto que generaron entre distintas poblaciones favorecidas por sus talentos como cazadores), provocó la aniquilación de gran cantidad de felinos alrededor de toda Europa religiosa. Las investigaciones previamente mencionadas sugieren que dicha acción derivó en una de las plagas más destructivas de la civilización: la peste negra, provocada por la bacteria Yersinia pestis y la cual actúa por medio de pulgas infectadas, quienes contagian a su anfitrión provocándole una muerte lenta y dolorosa. El principal animal que la transportaba y que provocaba pánico entre los ciudadanos era la rata.

Los estudios afirman que la decisión del Papa y la violenta acción que resultó en la muerte de miles de gatos provocó una reducción entre la cantidad de ratas muertas, ocasionando así una plaga. Aunque los europeos habían adoptado a los felinos (importándolos de Egipto y África) su erradicación puso en riesgo la seguridad de la cual gozaban las antiguas civilizaciones. De hecho, la acción de la Iglesia, hizo que en algunos lugares se volviera ilegal la adquisición de los ejemplares, especialmente porque se pensaba que ellos eran los que propagaban la peste negra. No fue sino hasta que la plaga terminó con la vida de 200 millones de personas que se redujo el odio por los felinos.

En la actualidad, parece que los gatos han retornado a su poderío. Millones de imágenes de ellos se comparten todos los días en Instagram, Facebook y demás redes sociales; quizá no debido al amor por sus excelentes cualidades como cazadores, sino por su atractivo físico. Sin embargo, es justo preguntarnos si nos atraen de la misma forma en que nos aterrorizan las ratas. Es posible que nos agraden porque nos han protegido durante siglos, pero también puede que sean sus rasgos tiernos, los cuales eventualmente ayudarán a que dominen el mundo entero.

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