La anatomía femenina, así como el placer femenino por siglos han sido objeto de supersticiones, ignorancia o simplemente no se ha considerado un tema de interés en general, hasta nuestros días, en los que cuestiones como la masturbación femenina se han reconsiderado y lentamente han salido del terreno de lo inmoral y pecaminoso para mostrarse con la perfecta naturalidad que los caracteriza.
En ese sentido, enseguida te presentamos siete ideas que se tenían sobre el orgasmo femenino y sus efectos en las mujeres de antaño. Muchos hoy en día probados como incorrectos ya sea por el propio avance de la ciencia, o bien, algunos que demuestran que en ocasiones las culturas antiguas podían ser igual de progresistas y desinhibidas que la nuestra:
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Las mujeres no podían tener deseo sexual
Hay registros que en Egipto se podían realizar distintas preparaciones que tenían como fin conseguir que las esposas quisieran tener relaciones y se enamoraran perdidamente de su esposo nuevamente; sin embargo, este tipo de preparaciones estaban reservadas exclusivamente para los hombres. Éstas involucraban la caspa de un hombre asesinado, siete granos de cebada, sangre de perros, sangre del propio esposo y su semen, todo combinado en el vino, o bien ritos como cubrir su pene con una mezcla de semillas de acacia y miel antes de dormir con la mujer. Esto es una señal de que las mujeres no podían tener ímpetu sexual, pero irónicamente sí debían estar dispuestas en cuanto el hombre lo quisiera.
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La masturbación era algo completamente normal
Pasaba en múltiples civilizaciones previas al nacimiento de Cristo. A diferencia de nuestros días o en tiempos pasados en los que la masturbación tomó una connotación inmoral, los antiguos lo veían como una práctica común. Tan es así que es posible encontrar hoy en día diversas obras de arte que la representan, como una escultura de arcilla de Malta que muestra a una mujer masturbándose, o las pinturas griegas que representaban la masturbación de mujeres y hombres por igual.
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Histeria femenina
El origen de la histeria femenina se remonta a los clásicos y encuentra su auge durante la Edad Media y muy especialmente en la época victoriana. La enfermedad del útero se trataba de un mal crónico que aquejaba a las mujeres, en especial las mayores y viudas, cuyos difusos síntomas incluían desmayos, deseo sexual, insomnio e irritabilidad y era provocado porque las mujeres no expulsaban el semen femenino, mismo que se volvía venenoso si permanecía en su interior —de hecho, era deber del hombre ayudarla a deshacerse de éste—.
Así que el remedio ideal para la histeria era que un médico o una partera estimularan los genitales de las mujeres con aceite de lirios, raíz de almizcle o azafrán hasta alcanzar el paroxismo histérico, que no era más que provocar el orgasmo femenino con la estimulación manual del clítoris por parte de los doctores. Más tarde, en el siglo XIX, este supuesto mal provocó el nacimiento de los vibradores no como herramientas para el placer femenino, sino como instrumentos para curar una terapia física que era más rápida y eficiente que el masaje manual.
(Conoce más de la historia del paroxismo histérico y los vibradores leyendo “El juguete sexual victoriano que liberó el orgasmo femenino”)
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La anatomía femenina no era importante
Hasta el siglo XVIII no existía un vocabulario médico de las partes femeninas, incluso muchas veces la anatomía de la mujer era descrita utilizando el vocabulario del cuerpo masculino, por lo que en tratados antiguos no es posible distinguir a la vagina del útero o incluso del clítoris. Thomas Laqueur lo explica diciendo que ya que el cuerpo femenino era una versión menos perfecta que la del “cuerpo canónico” del hombre, entonces no tenía importancia definir las diferencias en sus órganos o genitales.
[En Jacob Reuff, The Expert Midwife]
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La masturbación femenina no permitía el desarrollo de los senos
También ocurría en la época victoriana. Según John Cowan en The Science of a New Life, se creía que si una mujer se estimulaba eso contribuiría a que se desarrollara más lentamente o no se desarrollara, pues afectaba sus glándulas. Lo cierto es que la masturbación femenina no tiene ningún efecto sobre el desarrollo de los senos o cualquier otra parte del cuerpo… y no, tampoco saca vellos en la palma de la mano.
[François Boucher, Madame de Pompadour, 1756]
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… o te provocaba transtornos mentales
Un comunicado para el Boston Medical and Surgical Journal de 1835 indica que no hay mayor causa que perpetúe la insania que la masturbación.
«La víctima de masturbación pasa de un grado de imbecilidad a otro hasta que todos los poderes del sistema, mentales, físicos y morales son borrados, ¡por siempre!»
[Goya, La maja vestida, 1800-1808]
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El orgasmo era necesario para concebir
Esta tendencia fue muy popular en Inglaterra —aunque no exclusiva de esa región— desde el siglo XIII hasta el XIX. Durante ese tiempo gracias a tratados médicos se creía que sin excitación ni placer no se podía concebir. De hecho, gracias a estas ideas se pensaba que si una mujer se embarazaba después de una violación seguramente no había sido violada, pues para alcanzar el orgasmo debió haber estado excitada y por lo tanto haber deseado el encuentro. Esto no sólo habla bastante de la poca idea que los médicos tenían del sistema reproductivo femenino, sino del largo camino que aún quedaba para delimitar el consenso en las relaciones humanas.
[The Pregnant Virgin from Németújvár, 1410]
Si bien la mayoría están enfocados hacia el placer femenino, también es posible encontrar sus contrapartes masculinas. La locura y melancolía producidas por la masturbación también eran un mal que aquejaba a los hombres, asimismo la moral religiosa dictaba que la masturbación de los hombres era igual de pecaminosa, sin embargo, es posible ver que en muchos sentidos, cuando se trataba de las mujeres, su placer por lo general estaba asociado con una enfermedad exclusiva para ellas.
¿Conocías alguna de estas ideas o agregarías alguna más a la lista?
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