Hijo de padres españoles, su bandera fue siempre la cubana. Desde niño conoció la esclavitud, y pronto, en él germinaría la semilla de la libertad. José Martí, como se conoce al libertador, es el nombre de pila de José Julián Martí Pérez (La Habana, 28 de enero de 1853 – Dos Ríos, 19 de mayo de 1895) pensador, político, periodista, filósofo, poeta y hombre, sobre todo hombre, poseedor de principios, vocación literaria y conducta intachable que lo convirtieron en el Héroe Nacional de Cuba.
La formación académica de Martí estuvo marcada, primero, por Rafael María de Mendive; el poeta reconoció pronto la revolución en la mente del joven Martí y decidió ser su ejemplo como patriota y maestro. Siendo todavía un adolescente, José Martí se sintió atraído por la situación de Cuba como colonia española y las condiciones en el país no le resultaron ajenas para incorporarse, años más tarde, a la lucha independentista.
Las ventanas de su mentor Mendive se convirtieron en la mirilla por la cual asomarse hacia los albores independentistas. Mientras afuera tomaban las armas, Martí izó su pluma en absoluto apoyo a la causa. De este primer momento aparece su soneto 10 de octubre. En plena Guerra de los Diez Años, la primera de independencia comandada por los cubanos contra el imperio español, Martí publica el diario El Diablo Cojuelo, reconocida como una de sus primeras manifestaciones en prosa contra el régimen colonial; le sigue el único número de La Patria Libre del que se desprende el poema “Abdala”.
Antes de cumplir los 20 años, Martí es declarado “enemigo de España” por pertenecer a grupos independentistas, y condenado a seis años de cárcel y trabajos forzados. Mientras cumplía condena en la Cárcel de la Habana, Martí redactó en El presidio político en Cuba:
“Era el 5 de abril de 1870. Meses hacía que había yo cumplido diecisiete años. Mi patria me había arrancado de los brazos de mi madre, y señalado un lugar en su banquete. Yo besé sus manos y las mojé con el llanto de mi orgullo, y ella partió, y me dejó abandonado a mí mismo. Volvió el 5 severa, rodeó con una cadena mi pie, me vistió con ropa extraña, cortó mis cabellos, y me alargó en la mano un corazón. Yo toqué mi pecho y lo hallé lleno; toqué mi cerebro y lo hallé firme; abrí mis ojos y los sentí soberbios, y rechacé altivo aquella vida que me daban y que rebosaba en mí. Mi patria me estrechó en sus brazos, y me besó en la frente, y partió de nuevo, señalándome con la una mano el espacio y con la otra las canteras”.
A raíz del sometimiento al que fue expuesto en prisión entre el maltrato de los carceleros y el trabajo en las Canteras de San Lázaro, su salud comenzó a deteriorarse de manera importante. La perseverancia de sus padres por lograr su libertad, ayudados por José María Sardá, hizo que Martí fuera trasladado a la finca de éste, donde el libertador comenzaría una nueva faceta como profesor de sus hijas. De regreso a La Habana, fue deportado a España en enero de 1871. Desde Madrid continúa luchando a favor de la independencia cubana, y conoce desde dentro la organización colonial. El tiempo en España produce en Martí sentimientos encontrados; por un lado desarrolló un afecto por el país, y por otro, España quedaba reducida ante sus ojos como el yugo de su nación.
En la Madre Patria, Martí se licencia en Derecho y Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza. De su estancia en la capital española destacan Castillo y El Presidio Político en Cuba (1871), 27 de noviembre y La República Española ante la Revolución Cubana (1873). Su producción escrita es contestataria y de denuncia sobre el sometimiento de los cubanos frente al autoritarismo español. La lucidez de su pensamiento se afincó como un escritor comprometido con la causa cubana; dejó bien en claro su oposición frente al colonialismo mas no contra el español o la propia nación española. De no ser así, resultaba una contradicción como un hombre a favor de la patria.
Después de algunos viajes por Europa, emprende el regresó a América, específicamente a México, donde reside su familia. A su paso por el país, primero en Veracruz y después por la capital, Martí configura su “pensamiento latinoamericano” reconocido en el continente. De México, decía, “siempre tuvo corazones de oro, y brazos sin espinas, donde se ampara sin miedo el extranjero”.
En tierra mexicana valora el papel de los indígenas en el reconocimiento de la identidad latinoamericana. Publica artículos y traducciones en diversas revistas bajo los seudónimos Orestes y Anáhuac, en los que adopta una postura política respecto a las dificultades del país y da cuenta de su perfil libertador de las tierras de América. Se casó con la cubana Carmen Sayes Bazán y poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la Guerra de los Diez Años, se trasladó a Cuba. “Deportado de nuevo por las autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York y se dedicó por completo a la actividad política y literaria”.
A la distancia de su país, Martí configuró un nuevo movimiento revolucionario con la creación del Partido Revolucionario Cubano en 1892, y la revista Patria. La independencia llegó después de su entrevista con Máximo Gómez; en marzo de 1895, junto al generalísimo, redactó el Manifiesto de Montecristi, un importante documento que da fe al mundo de los objetivos del Partido. El escrito afianza la guerra contra el imperio español para la obtención de la independencia cubana, y hace un llamado a todos los actores de la sociedad para levantarse en armas.
Organiza un contingente que será reducido por el fuego español. “Martí ya separado del grueso de las tropas, le ordena al joven Ángel de la Guardia marchar al frente y realizan un movimiento que los acerca a una sección de la columna española que oculta en la maleza espera a las tropas mambisas. Al percatarse de la presencia de dos únicos combatientes en el lugar, abren fuego. El bisoño teniente es derribado al ser impactado su caballo, mientras José Martí cae mortalmente herido.
El enemigo rápidamente se percata que ha ocasionado una importante baja a las tropas insurrectas a juzgar por las ropas que viste (saco oscuro y pantalón claro, sombrero negro de fieltro tipo castor, calzado de borceguíes negros, al cuello el cordón de su revólver de cabo de nácar) sus documentos y la cantidad de dinero que lleva consigo. Se apoderan del cadáver y a pesar del esfuerzo que ponen las fuerzas de la tropa de Gómez, les resulta imposible rescatarlo.
Identificado el cadáver es atado a un caballo y conducido a Remanganaguas. Ximénez de Sandoval informa a su jefe inmediato en Santiago de Cuba el resultado de las acciones y con desprecio al cadáver del héroe caído, lo hace enterrar sin ataúd y semidesnudo en una fosa abierta en la tierra. Con parte del dinero sustraído de sus bolsillos la soldadesca compra tabaco y aguardiente para celebrar la hazaña.
Ante tan terrible pérdida Gómez envía al ayudante, el alférez Ramón Garriga a entrevistarse con el jefe enemigo del que desconoce su nombre y grado militar y al que envía una carta personal para que le responda si Martí se encuentra prisionero, herido o de estar muerto, el lugar donde se encuentran sus restos. El valeroso mensajero es detenido pero logra escapar a una muerte segura. Aquella solicitud jamás fue contestada”.
El 23 de mayo del mismo año se exhuman de la fosa común los restos de Martí y se colocan en un primer ataúd. En Cuba, cuatro días después se da paso al entierro de José Martí en el Cementerio de Santa Ifigenia. En febrero de 1907 los restos serían recolocados en una urna de metal; en 1947 son trasladados al Retablo de los Héroes, y en 1951 se colocan de manera definitiva en un mausoleo construido en el mismo cementerio.
La figura de Martí es, junto a la de Simón Bolívar y José de San Martín, pieza clave en la autonomía de las naciones latinoamericanas. Su activismo en la política y en la vida literaria resultó en el perfecto perfil del hombre de América. De Martí se reconoce su habilidad para hacer de la política literatura, y con ésta embellecer los ideales de la causa.
Fue un libertador y uno de los más grandes poetas de Hispanoamérica. Su obra comprende títulos como Ismaelillo (1882), La edad de oro (1889), Versos sencillos (1891), A mis hermanos muertos el 27 de noviembre (1872), Adúltera (1873), Amor con amor se paga (1875), entre muchas otras. Fue su trabajo la transición al modernismo, e incluyo en él elementos populares a partir de sus críticas que lo reconocen, además, cronista.
Su caída en combate, frente al colonialismo español, de cara al sol, representó una irreparable pérdida para el desarrollo de la guerra pero su doctrina se convirtió para siempre en una fuente inagotable del pensamiento revolucionario de cubanos y latinoamericanos.
Declarado antiintervencionista e impulsor de la independencia y la soberanía de los pueblos latinoamericanos, Martí reflexiona sobre la necesidad de que se integren los países que conforman lo que llamó nuestra América.