De pinturas rupestres a emojis, los 4 momentos más importantes de la escritura

De pinturas rupestres a emojis

De pinturas rupestres a emojis

Cada una de nuestras palabras, nuestras reacciones, nuestros gestos, nuestra forma de vestir o de reír reflejan el contexto en el que vivimos. Despedirse cordialmente en una carta formal, taparse la boca al bostezar, mentarle la madre a un camionero son maneras por las cuales se prolonga ese organismo extraño llamado cultura. Todo comunica, todo puede ser signo, el más mínimo punto producido por un humano significa algo para otro. Pero en los últimos cinco milenios ha sido rara la ocasión en que se abran camino signos y medios técnicos con el potencial de emancipar y dar un paso hacia el futuro.

Aquí te compartimos una selección de momentos por los que atravesaron los signos y los medios de comunicación, que manifiestan el progreso de la libertad de expresión.

1. La escritura cuneiforme

Sobre el valor de la invención de la escritura no hay que detenerse mucho: permitió la organización del Estado y, por lo tanto, el desarrollo de la civilización. Por eso, tradicionalmente se toma como marca del inicio de la Historia. Pero hay un aspecto que no se recuerda lo suficiente: la escritura es una herramienta de poder, vigilada celosamente por las clases dominantes. El último segmento del documental L’Odyssée de l’espèce de Jacques Malaterre ilustra magníficamente cómo el conocimiento de los signos cuneiformes se resbaló de las manos de los reyes y pasó a la gente. En él, Sarki, un erudito, pasa de funcionario a prófugo por alterar las tablillas de cobro de impuestos. Todo como un simple acto de compasión hacia los ciudadanos. Al parecer, el filme de Malaterre retoma aquella creencia de que las letras no sólo portan conocimiento, sino poseen el potencial de desarrollar la empatía y, por lo tanto, son una herramienta para la justicia social desde el albor de la Historia. Sarki termina por descubrir que su verdadera vocación es enseñar la escritura y no utilizarla para oprimir a los demás. De modo que el personaje, aunque ficticio, es una metáfora de la verdadera finalidad de la educación: no formar a sujetos productivos, más bien, formar a sujetos conscientes.

2. La palabra paródica

El término ‘parodia’ tan desgastado por las reseñas de Shrek es, en realidad, uno de los grandes motores críticos de la humanidad. Al estudiar la historia de la novela moderna, el teórico ruso Mijaíl Bajtín rastrea los discursos paródicos hasta la Grecia clásica y toma como ejemplo el llamado ‘cuarto drama’, una representación teatral que se hacía después de las trilogías trágicas. Como sabemos, la tragedia exploraba los mitos con un tono solemne para enseñar a los espectadores lo que se consideraban grandes verdades; a través del sufrimiento de personajes admirables, la gente podía confirmar los valores que daban cohesión a la vida social, política y religiosa. El cuarto drama contaba el mito tratado por la trilogía que lo antecedía, pero con una transformación importante: la risa y la representación de los dialectos populares. Así como el pueblo lloraba al ver las penas de la descendencia de Ulises durante una tragedia, también se reía a carcajadas con el cuarto drama viendo cómo, al mismo Ulises, se le arrojaba un orinal apestoso. Este principio funda la capacidad de ver un hecho desde dos o más perspectivas. En otras palabras, el derecho a practicar la parodia es una semilla del pensamiento crítico, nos permite cuestionar incluso lo que más respetamos.

3. La minúscula carolingia

Carlomagno es conocido por ser uno de los emperadores que intentó conquistar Europa —o la parte que él consideraba importante del continente— en el siglo VIII. Dicho así, suena poco democrático, pero su proyecto político incluía también una reforma educativa y cultural por la cual intentó fusionar los conocimientos de las culturas española, inglesa e italiana de entonces. Por esa razón, se considera a su reinado como uno de los renacimientos que se dieron al interior de la Edad Media y, más aún, un antecesor de los actuales proyectos educativos de tendencia globalizante, aunque con mucha mayor carga humanística. En el corazón de este proyecto se dio la creación de una tipografía que facilitó la lectura del latín para que los textos clásicos llegaran a mayor número de personas, dicha tipografía es conocida como la minúscula carolingia. Si bien, la escritura occidental pasó por varias etapas más para llegar a la versión de la que todos participamos actualmente, la influencia de la minúscula carolingia en el futuro es innegable, pues permitió la producción de manuscritos que después se leerían en el Renacimiento y posibilitarían la explosión de ideas que conduce a nuestros días.

4. Los signos reproducidos mecánicamente

Walter Benjamin es conocido por su fuerte crítica a la reproducción técnica de las obras de arte, sobre todo el cine, pero extensible desde la imprenta hasta el iPhone. Entre sus tesis principales, el filósofo explica que los objetos pierden su autenticidad cuando pasan por la máquina: una foto de una catedral, por perfecta que sea, no permite la experiencia del espacio sagrado, la sensación que transmiten las piedras erosionadas por los siglos o el eco de las voces unidas en el rito. Para Benjamin, esto borra la historicidad de los objetos y, en consecuencia, la capacidad de generar consciencia histórica en quien los percibe. La diferencia material entre ver una foto de La Gioconda y una de Marilyn Monroe es prácticamente nula, especialmente en nuestro mundo de las pantallas.

Pero a esta visión desencantada se agrega un sencillo contraargumento, que el mismo Benjamin no pasa por alto: la reproducción mecánica de los objetos abre las puertas a la divulgación masiva de la cultura y la ciencia. Y es que, si pensamos en la Alemania del siglo XVI, haber leído la Biblia en tu casa y en tu idioma por primera vez en la historia debe haber sido una experiencia profundamente bella, especialmente para una familia luterana recién convertida. Lo mismo hoy: nos enfrentamos a la época con mayor difusión de información agresiva y falsa, pero podemos acceder a ella. La reproductibilidad técnica del mundo es un arma de enajenación, pero también es un arma de emancipación. El meme, el tweet, el video en YouTube son nuestra escritura cuneiforme, el regalo de aquel Sarki expulsado de la urbe por compasión.

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