Este artículo fue publicado originalmente por Alonso Martínez el 9 de diciembre de 2017 y ha sido actualizado por Cultura Colectiva.
«Fuimos salvados por la gracia del diablo»
¿Y si estuvieses destinado a arder en el infierno, pero el diablo decidiera jugar contigo sólo unos instantes antes de que seas rescatado por Dios? ¿Cómo te sentirías al sufrir esa suerte? Ver miles de individuos fallecer a tu alrededor constantemente mientras el diablo te desgarra con sus uñas porque está convencido de que eres especial, de que contigo podrá ser un mejor diablo. Estar convencido de que morirás brutal en cualquier instante sólo para que al final seas rescatado de forma milagrosa.
¿Odiarías aún al diablo?
Los Ovitz fue salvada por el diablo, o al menos así lo describió Perla, una de los miembros de esa familia de enanos que estuvo cerca de morir junto con el resto de los miles de judíos que fueron asesinados en el campo de exterminio de Auschwitz.
Originarios de Rumania, los Ovitz eran descendientes de Shimson Eizik Ovitz, un hombre enano que tuvo dos matrimonios con mujeres de tamaño convencional; siete de ellos eran enanos y tres de estatura regular, pero eso no fue lo que los envió al campo. Antes de la guerra, los hermanos decidieron crear un conjunto de estilo circense, en el que cantaban y bailaban usando pequeños instrumentos; su talento y éxito eran tan grande que viajaron a distintos países del este de Europa presentando su espectáculo durante los 30 y 40. Los hermanos de estatura normal ayudaban tras bambalinas y cada uno llevaba una vida relativamente normal.
Al iniciar la Segunda Guerra Mundial, la familia se encontraba en Transilvania cuando fue tomada por Hungría. En septiembre de 1940 entró en vigor la ley que prohibía que los artistas judíos presentaran espectáculos para ‘gente no judía’. Sin embargo, el conjunto logró obtener documentos que afirmaban que no eran parte de esa religión y continuaron presentándose hasta 1944, el año en que fueron capturados. Sin aviso alguno, el 12 de mayo de ese año, todos los miembros de la familia fueron llevaros a Auschwitz para ser asesinados, pero el diablo los salvaría…
A los pocos días llegaron al campo. Uno de los hermanos comenzó a darles tarjetas con autógrafos a los guardias que los rodeaban, con la esperanza que se dieran cuenta de que eran famosos de forma internacional, y quizás así salvarse de su destino inminente. Sin embargo, fueron otros soldados los que se dieron cuenta de lo que tenían enfrente: un juguete perfecto para el doctor Josef Mengele, apodado “El Ángel de la Muerte”, científico que realizó horribles experimentos con sus prisioneros “en nombre de la medicina”, y que hacía la selección de las víctimas que morirían en las cámaras de gas. Esa noche, 19 de mayo, el hombre estaba dormido, pero sus seguidores lo despertaron con la noticia de que había llegado una familia entera de enanos a su campo.
De acuerdo con el testimonio de Perla Ovitz, quien tenía 23 años —siendo la más joven del grupo— todos se quedaron quietos mirando cómo algunas de las personas entraban en las cámaras para nunca más volver a salir, y ellos estaban a punto de entrar, cuando el Ángel de la Muerte los rescató. Mengele tenía un fuerte interés en las deformidades y la familia inmediatamente le llamó la atención, ya que con ellos podía realizar investigación sobre la genética de los defectos físicos, así que decidió separarlos del resto de los prisioneros. «Ahora tengo trabajo de hasta 20 años», dijo el sádico doctor.
A diferencia del resto de los prisioneros, quienes morían a cada minuto, los Ovitz pudieron mantener su cabello y sus ropas; asimismo, se les alimentó apropiadamente y los lugares en los que fueron situados eran extremadamente limpios. Mengele pensaba que era necesario para poder realizar todos los experimentos sin problemas. Los enanos y sus familiares de tamaño convencional tenían que estar sanos y cómodos. Dos prisioneros afirmaron ser sus hermanos y también fueron tratados de forma similar; los Ovitz nunca dijeron lo contrario.
Sin embargo, no todo era tan cómodo. Según las descripciones de lo sucedido en los experimentos, Mengele extraía constantemente sangre de todos los “pacientes” hasta el punto en que algunos se desmayaban y otros vomitaban. Para saber si tenían sífilis se les insertaba agua hirviendo en los oídos. Las mujeres casadas pasaban con el ginecólogo constantemente y sus órganos sexuales internos eran analizados constantemente, lastimándolas. Se les extraía líquido de la médula ósea, sus cabellos eran arrancados al igual que sus dientes.
Aunque parecían estar seguros, Mengele tenía planeado asesinarlos una vez que terminara sus experimentos. Eso sospecharon al ver que otros enanos que llegaron después fueron hervidos hasta que la carne y la piel se separara de sus huesos, los cuales iban a ser expuestos para otros científicos. Lo peor es que el doctor los forzaba a presentar espectáculos, lo cual Perla describió como «interpretar en un cementerio».
Todo parecía perdido, pero a los pocos meses, en enero de 1945, el ejército Rojo de la Unión Soviética liberó el campamento de Auschwitz, dejando el libertad a la familia. Mengele había escapado días antes y nunca fue capturado. Los soviéticos trasladaron a los Ovitz a un campo de refugiados antes de ser enviados a sus hogares. La familia tuvo que caminar durante meses para llegar a su hogar, sólo para ver que había sido saqueado. Tardaron en recuperar su vida y regresaron a presentarse en vivo; en 1955 se retiraron. Perla Ovitz murió hasta 2001.
Si no hubiese sido por su condición física ni el interés del Ángel de la Muerte, o El Diablo, para ellos, probablemente hubiesen sido asesinados con el resto de los judíos en ese campo de concentración. Aunque sus experiencias fueron igual de traumantes por el daño físico y psicológico que sufrieron, lograron salir con vida. Su historia es inspiradora pero a la vez desconcertante; si no hubiese sido por la enferma y curiosa mente de Mengele, no estaríamos leyendo sobre ellos.
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