Los dilemas morales a los que puede remitir una historia de confidencialidad son muchos y distintos. La reacción del que sabe la historia puede ser tardía o inmediata. ¿Qué pasa, entonces, si a la mesa se llega con el voyerismo como tema de conversación? Imagina que estás con tus amigos, con tu novio(a) o la familia, e inmediatamente preguntas: “¿qué opinan de la leyenda de Candaules? ¿Quién ha tenido mayor parte de la culpa: él o Giges? Incluso, la mujer del rey no está exenta, ¿qué opinan?”. Bien, si no conocen la historia hay un espacio para que puedas resumirla.
Candaules fue el último rey de Lidia y esposo de una dama increíblemente bella (tal vez lo era más por las bondades que ofrecía su cuerpo). Él presumía a la mujer que tenía a su lado y cómo la poseía con desesperación sutil. Se cuenta que en una ocasión conversó de eso con Giges, quien –al parecer– era uno de sus trabajadores más fieles y amigo.
Giges creía en el amor del rey, pero era consciente que también exageraba en algunos puntos de su historia. Candaules no necesitó de un largo debate e invitó a su amigo a su dormitorio esa misma noche para que descubriera los portentos de los que hablaba. Fugaces dudas y alegatos pasaron a un lado cuando el hombre estaba escondido ya en la habitación del rey.(1) Presenció el acto y aquí no hay más que decir, porque Giges dio origen a lo que conocemos como voyerismo.
Sí, el resto de la historia es tragedia, pues descubres cómo el origen de un acto encubierto llevó al goce y a la muerte de forma paralela. Cuando la reina descubrió que Giges los observaba, lo cual era una de las mayores ofensas, ella le dio a elegir al “mirón” entre matar al rey o morir por dicho acto, y sí, tiempo después el hombre se convertiría en rey de Lidia.
Todo esto se resume a observar de manera diferente, y aquel primer “candaulismo” enaltece y reconoce el mirar. ¿De qué se trata, entonces? ¿Acaso es una ofensa o una práctica sexual “aislada” que sólo llevan a cabo los parafílicos? O, ¿qué opinión tienen del rey, su esposa y Giges? El voyerismo ha tenido los registros más interesantes con el paso del tiempo y el candaulismo fue uno de los primeros. La práctica no implicaba ningún acto de masturbación como ahora se desvía y, a la vez, cede paso a otras variantes. Por eso al voyerismo debería llamarse como su nombre lo ha sugerido: peep show, striptease, bartop dancing y más opciones; el “candaulismo” es diferente.
La escena entre el rey y su servidor es reconocida en dos cuadros de importancia en la historia de la pintura(2): Candaules, rey de Lidia, muestra su mujer al primer ministro Giges (1648), de Jacob Jordaens y Candaules, rey de Lidia, muestra a su mujer escondiendo a Giges, uno de sus ministros, mientras se va a la cama (1830), de William Etty. Si miras las imágenes te conviertes en Giges y la apreciación del desnudo en la narración de Heródoto, ya que tu mirada será lasciva ante la pureza del desnudo. La primera pintura, por cierto, forma parte de la pinacoteca especial de don Rigoberto y sirve para describir a su amada doña Lucrecia en “Elogio de la madrasta”, novela de Mario Vargas Llosa que, a su vez, se extiende en una trilogía(3) bastante particular con “Los cuadernos de don Rigoberto” y “El héroe discreto”.
A estos datos que han dejado ya interesados a los presentes, sumas un poco sobre la trama de los libros mencionados: Lucrecia y Rigoberto son una pareja que han practicado el candaulismo sin tragedia de por medio. Un matrimonio alejado de lo común por su inclinación a una sexualidad tremendamente experimental y placentera. Rigoberto se limita a mirar a la usanza de Giges y es un candaulista mientras su mujer hace el amor: “Lo colmaba un sentimiento tripartito (admiración, envidia y celos) y las sentimentales lágrimas rodaban de nuevo por sus mejillas” (Vargas Llosa, 2015). En este ejemplo se muestra cómo el goce del “candaulismo” parte de dos polos principales como la excitación y dolor, aunque pueden existir otros como contemplación-oprobio, certidumbre-intriga, sosiego-angustia, etcétera. Al mismo tiempo, toda historia deviene en la mirada.
Las referencias de arriba son sugerencias o refuerzos para continuar la argumentación, porque aún hay más a lo largo del acto de mirar. ¿Cómo observa el protagonista de “Body double” de Brian de Palma?, ¿cómo lo hace el del relato It had to be murder de Cornell Woolrich? Ahí hay una exhibición de la mirada en sí, pero al final sigue el recuento gracias a lo que arrastra el “candaulismo” y pensarlo fuera de sus bases. ¿Son muchas referencias?, ¿se perdió alguien del tema central o de sobremesa?, ¿no supieron qué quisiste decir o explicar? Descuida, ahí están las pinturas, libros, relatos y películas a las que puedes direccionar. Esto no es más que una parte de lo que puedes decir del “candaulismo” y más.
**
Ser parte de una historia a través del silencio y observación también nos vuelve cómplices, La condición voyerista del cine nos lo recuerda.
**
(1) Directo, claro está, de las Historias de Heródoto de Halicarnaso (una edición clásica es la de Gredos traducida por Carlos Schrader, de 1977).
(2) Deben observarse las pinturas con detenimiento para descubrir cada hilo en la escena y lo que significa la mirada en una verdadera exposición del cuerpo.
(3) De la misma forma, leer estas tres novelas ayudaría a comprender de mejor manera el “candaulismo” y, de paso, conocer una directriz de la novela de corte erótico en Latinoamérica. Y disfrutar de tres novelas maravillosas, por supuesto.