No hay nada más atemorizante que una iglesia de noche, a oscuras y sin gente. Pareciera que todos los miedos de nuestra infancia prepararon este escenario como la condensación de nuestras pesadillas… ¿Serán las imágenes sacras? ¿Los altos techos y su eco seco? ¿La hiperrealidad de las estatuas? ¿O simplemente los pensamientos y rezos atrapados por las paredes? Sea lo que sea, nadie quiere pasar una noche solo en la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar ubicada casi a espaldas de la Catedral Metropolitana, en Donceles 102.
Esta iglesia se caracteriza por su estilo barroco, lleno de adornos, imágenes y estatuas de gran tamaño; testigos mudos de cientos de plegarias de los creyentes y veladores del inmueble, distintas personas han narrado a lo largo de la historia sobre cómo estas cobran vida para ahuyentar a quienes osan irrumpir bajo el techo del templo en horarios no permitidos, ya sea como simple albergue o para hurtar algún artículo del mismo.
Foto: Wikimedia Commons
Vecinos en todas las épocas se han jactado de contar cómo habían escuchado gritar y correr a los inocentes y nocturnos transeúntes o ladrones que les había parecido fácil irrumpir en la iglesia para tomarla como asilo o presa de motín. Se dice que los santos y vírgenes representados en las estatuas no son malintencionadas, que siempre han intentado ser amables y de ayuda para los foráneos, pero ningún invasor se ha tomado con tranquilidad que una estatua le dedique unas palabras, gire su cabeza para apreciarlo mejor o le toque un hombro con discreción para indicarle el camino a la salida.
Santuario de Jesus Foto: Wikimedia Commons
El arte sacro resguardado en esta parroquia vale mucho la pena, si lo que necesitas es inspiración artística o un pellizco que te recuerde que estas vivo podrías acercarte a Donceles 102, sentarte en alguna banca y fijar la mirada en la escultura que te parezca más terrorífica. ¿Que frase usarías para ahuyentar a alguien de tu casa? ¿Cuál es el peor de los secretos que albergan aquellos rígidos cuerpos de piedra? Pero no te distraigas tanto, no queremos que llegue la soledad y la noche en ese recinto y una mano en el hombro acompañada de un susurro ancestral te recuerde que las visitas ya tienen sueño.
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