“Los medios de comunicación constituyen actualmente una forma de poder, pues poseen instrumentos
y mecanismos que le permiten imponer su carga ideológica a los individuos y condicionar
su conducta, así como a la de otros poderes y organizaciones”.
Carpizo
La presencia de los medios de información y las nuevas tecnologías han ganado territorio en México durante los últimos años, pues a través de su amplia cobertura informativa, su gran poder de convocatoria y su rápida difusión, se han convertido en el centro de poder de nuestra nación. Los medios de comunicación son los vehículos más eficaces para transmitir la información a la sociedad y moldear las ideas de los mexicanos. Así, las aspiraciones del pueblo, los anhelos del país que queremos ser y la visión del mundo y la vida, se construye en la nación a partir de la programación de los sistemas de comunicación.
Existen diversos ejemplos de cómo la televisión genera en el individuo un estilo de vida idealizado en lugar de enriquecer su conocimiento con arte y cultura, como es el caso concreto de los programas de las televisoras locales. Según datos estadísticos del INEGI, la población joven del país de entre 12 y 19 años de edad consume televisión en un promedio de tres horas por día, mientras que el consumo infantil se ubica en el rango de tres a cuatro horas diarias, lo que representa casi mil 500 horas al año.
Esa cifra es prácticamente el doble del tiempo que pasan los niños y los adolescentes en el salón de clases. Debido a esto, la población mexicana se transformó de una cultura de lectores a una cultura de televidentes, del cual se deriva un peso muy sustantivo de los medios audiovisuales en la formación de sus gustos, actitudes, opiniones, conductas, mentalidades y visiones de la vida.
Si lo vemos desde otra perspectiva, el consumo de televisión sí puede apoyar a que los niños se fortalezcan de manera intelectual, pero esto dependerá del contenido del programa, ya que si se mira televisión de bajo o nulo contenido cultural, se atrofia todo el crecimiento intelectual del niño. En este punto, aparece el concepto de Paideía, de origen griego que denomina el proceso de formación del adolescente. Entonces la televisión se convierte en su primera escuela, aquella que es divertida y precede a la escuela aburrida.
En esta Paideía la predisposición a la violencia es sólo la punta del problema, pues el niño es una esponja que registra y absorbe indiscriminadamente todo lo que ve —ya que no posee aún capacidad de discriminación—, y desde esta perspectiva, la televisión tiene injerencia en el proceso de formación educativa de los ciudadanos y políticos que se encargarán de tomar las decisiones de una nación.
Es cierto que no se puede generalizar con la idea de que los medios de comunicación son malos; sin embargo, benefician tanto como perjudican, y ayudan tanto como hacen daño. Los medios de información contribuyen de manera sustancial a construir la realidad central que reconoce la mayoría de la población. De estos se esperaría que pudieran llevar a cabo tres funciones esenciales (Guerrero, 2006, p 234):
a) Informar a la ciudadanía y a la población en general sobre los asuntos públicos más relevantes de forma contextualizada, analítica e imparcial.
b) Servir como arena abierta de debates sobre los temas de la vida pública, de modo que se pueda reflejar en ella el mayor número de puntos de vista.
c) Ser vigilantes a favor de la ciudadanía y de una sociedad abierta contra los abusos del poder, los actos de corrupción y los excesos en el uso de la autoridad.
Si bien estas funciones componen el ideal de lo que se espera de los medios, en el caso de México, sólo han tenido algunos acercamientos ocasionales. Ello se debe, en parte, a un régimen político que por décadas no tuvo rasgos democráticos. Entre los medios y el régimen se desarrolló una relación de conveniencia en la que se permutaron beneficios económicos y técnicos a cambio de apoyos políticos. Por parte de los medios nunca se trató de una relación de entera subordinación, pues como otros actores empresariales, lograban con relativo éxito la negociación favorable a sus intereses económicos.
Es posible que el aspecto más obvio para evaluar el apoyo político de medios al régimen sea el modo en el que se presentaba la información de los noticiarios en época electoral. Estos programas reflejaban la colaboración de los concesionarios y el compromiso con el régimen mediante la presentación de la información sobre la vida política en formas que, por un lado, promovían una imagen positiva del régimen y, por el otro, evitaban la discusión de cualquier tema relevante y controversial con respecto al partido y gobierno en el poder.
Específicamente en el caso de las noticias sobre la vida política nacional, se centraban en las actividades, discursos, declaraciones y en la cobertura de ceremonias oficiales relacionadas con el Ejecutivo Federal, sobre todo del Presidente en turno, con el control del contenido noticioso, los concesionarios consolidaron también su voz y promovieron sus intereses. Además, los ciudadanos, regularmente, se preocupan poco por supervisar a la autoridad, excepto cuando ésta les genera un costo.
En estas condiciones, los particulares requieren de un agente que supervise a la autoridad de manera constante, y no sólo cuando les afecta de forma directa. Idealmente —a manera de corolario— la supervisión sería un incentivo poderoso por derecho para minimizar la posibilidad de que la actividad de la autoridad afecte a los particulares. Los medios son, principalmente, una industria y como tal tienen una razón de ser: generar utilidades.
Este objetivo, si se combina con los incentivos que imperan en su operación, genera un sesgo en el tipo y calidad de información publicada; así, un medio reportará información que incremente su consumo. En otras palabras, enfrentan una disyuntiva entre publicar información importante pero poco interesante a información que genera interés pero irrelevante, los incentivos sugieren que un medio tenderá a publicar esto último.
De esta manera, los medios de comunicación deben comenzar por reconocer que cumplen con una función social. Dada la importancia de su labor para obligar a los gobiernos a rendir cuentas, pueden justificar, dedicar tiempo y espacio público para incluir aquella información que no tendría cabida en sus publicaciones, pero que puede ser crucial para mantener a la autoridad bajo control. La existencia de los medios de comunicación sí fortalece la democracia, porque fomenta la libertad de expresión y la oportunidad de difundir la información que sea útil para el gobierno o para la sociedad, y así generar un pensamiento crítico hacia nuestro sistema político mexicano; sin embargo, no les conviene, pues prefieren servir al gobierno.
**
Existen técnicas que la televisión ha utilizado para manipular a los espectadores durante décadas, conócelas aquí. Aunque se crea que los medios de comunicación son sólo una caja hueca que no aporta buenos contenidos y sólo enajena, los siguientes libros te dicen porqué éstos son importantes.
**
Referencias:
1.Jorge Carpizo. (1999). Los medios de comunicación masiva y el Estado de Derecho, la Democracia y la Política. México: Boletín Mexicano de Derecho Comparado.
2.INEGI. (2012). Encuesta sobre la Penetración de Televisión Abierta en los Hogares. Septiembre 2016, de Comisión Federal de Telecomunicaciones.
3. Giovanni Sartori. (1998). Homo videns. Argentina: Taurus.
4. Marco Morales. (2008). Transparencia y medios de comunicación. México: INFODF.
5. Soledad Loaeza. (2010). Los Grandes Problemas de México. México: Colmex.