El poder de la mente es tan impresionante como para engañar a tu propio cuerpo y hacerle creer que dentro de él se está desarrollando una nueva vida, aunque esto no sea verdad. Los embarazos psicológicos son una realidad que ha llegado a afectar a 1 de cada 6 mujeres. Síntomas tan veraces como náuseas, interrupción del ciclo menstrual y crecimiento del vientre son los que una mujer puede sufrir aunque sólo se trate de un embarazo fantasma.
El milagro de dar a luz es una pseudociesis para algunas que llevan al extremo su deseo desmedido por convertirse en madres. El sueño de gestar una vida a través del propio cuerpo se convierte en una obsesión que raya en la locura cuando la ilusión puede más que la biología. Pero este tipo de desorden psicológico no es el único que se ha relacionado con el anhelo de ser madre. Como un cuento de los hermanos Grimm la historia real sobre una mujer que daba a luz conejos muertos paralizó al mundo entero.
En Godalming, Inglaterra, vivió Mary Toft junto con su esposo. Ambos decidieron tener un hijo el cual, desafortunadamente, Toft abortó inesperadamente. En 1726 este traumático evento crucificó la vida de Mary y a partir de ese momento ella jamás volvió a ser una mujer normal. La historia sobre la dama que paría conejos impactó a toda Inglaterra a principios del s. XVIII y a pesar del tiempo transcurrido su historia se sigue causando horror y curiosidad.
La persona a la que le debemos la divulgación de este extraño caso médico es al doctor John Howard, cirujano de Guilford, en Inglaterra. Él le escribió una carta a otro médico, Nathaniel St Andre, quien trabaja para el rey Jorge I. En dicha carta, Howard expresó su consternación al haber presenciado que una mujer había dado a luz a tres conejos frente a sus propios ojos.
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Evidentemente nadie creyó la historia de Toft hasta que Howard se encargó de llenar la portadas de las publicaciones de la época con su historia y algunas ilustraciones de las que varios artistas se encargaron; mismas que hoy le han dado la vuelta al mundo.
El caso de la madre conejo conmocionaba y horrorizaba a cualquiera que la conociera, pero comenzó a desmoronarse cuando otros médicos intervinieron en los partos de Toft. La primera sospecha surgió cuando el médico Cyriacus Ahlers la vio desplazarse en una habitación con dificultad, pues presionaba sus rodillas como si algo fuera a salir de en medio de sus piernas. Posteriormente, Ahlers investigó profundamente los cuerpos de los conejos que supuestamente habían salido del útero de aquella mujer.
*7 sádicos y pervertidos criminales que hicieron temblar a JapónComo él se lo imaginaba, los conejos tenían bolitas en sus estómagos que indicaban que habían comido heno y algunas de sus partes parecían haber sido cortadas con cuchillo, más no haberse malformado dentro del vientre de la “embarazada”. La conclusión a la que se llegó a partir del descubrimiento de Ahlers fue que, técnicamente, Mary totft sí dio a luz a varios conejos, pero no de forma natural. Ella misma introdujo los animales disecados a su cavidad para después expulsarlos de su cuerpo y poder aparentar un parto en el que, supuestamente, las criaturas habían muerto por malformarse en su útero.
Los motivos para que ella y su esposo crearan dicha historia se reducían a la necesidad que los había hecho enloquecer. Pues después del aborto de Toft, la tristeza y el hambre los llevó a planear una enferma y escalofriante jugada para que la corte les diera una pensión que los ayudara a soportar la situación de los dolorosos y desagradables embarazos falsos. Ninguno quiso confesar, pero fue inevitable que la verdad saliera a la luz para conocer el fraude que había engañado a toda Inglaterra, incluyendo a varias eminencias de la medicina.
Antes de que Mary Toft decidiera confesar dijo: “No seguiré más con esto. Prefiero colgarme”. A pesar de su declaración, la autora de estas grotescas atrocidades decidió contar la verdad. Y aunque todas sus delaciones estuvieron llenas de contradicciones e inconsistencias una cosa la dejó más que clara: “Mi cuerpo estaba tan abierto como si un niño hubiese salido de él. Sentí dolor como que me picotearan los huesos por dentro durante una hora o más”.
Ésa fue la tristeza más grande que Toft pudo soportar, ni la humillación ni el hambre le hicieron tanto daño como la pérdida de su hijo. Por lo que en medio de una depresión que la trastornó decidió convertirse en un abominable fraude que “daba a luz” conejos mutilados y muertos.
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