A principios de 1900, la reencarnación del mal recaía en una cocinera dulce y honrada. La joven Mary Mallon era acusada de ser una asesina serial, la consideraban el mismísimo diablo por matar gente a diestra y siniestra, mientras ella iba con una “careta” de inocencia y amabilidad que desafortunadamente la llevó a una muerte aislada del mundo.
Al inicio del siglo, ya había un gran avance médico en cuanto a las epidemias y su cura, pero aún quedaba trabajo por hacer. Mary Mallon había nacido en Irlanda del Norte en 1869, pero se lanzó en busca del sueño americano y tomó rumbo hacia Nueva York con 15 años de edad. Para su decepción, sólo consiguió empleo como trabajadora doméstica en el aseo del hogar; sin embargo, sus dotes en la cocina le hicieron buscar un mejor sueldo, sin saber que sería su condena a muerte y no sólo la de ella, sino de algunas personas de las que fue acusada de asesinato.
Con un gran sazón y un paladar extraordinario, rápidamente encontró empleo en una casa de verano, propiedad de de Charles Henry Warren en Oyster Bay. Durante las vacaciones, una de las hijas de Warren cayó enferma de fiebre tifoidea. La familia asoció el malestar a los marginados barrios de Nueva York, donde constantemente viajaban. Desafortunadamente, la enfermedad avanzó cada vez más y al cabo de una semana, la madre, otra hija, dos sirvientas y el jardinero enfermaron de lo mismo. Al principio se creyó que era un brote epidemiológico, pero no había registro alguno de una enfermedad similar en la región. De hecho era una zona sin dificultades epidémicas. La situación resultó alarmante y como consecuencia, despidieron a Mary, culpándola de no ser lo suficientemente higiénica en la preparación de la comida.
A pesar de su molestia, Mallon siguió trabajando en otras casas como cocinera. En todos los sitios la recibían emocionados debido a su gran talento culinario; pero desafortunadamente a cada lugar que llegaba, a los pocos meses aparecían casos de fiebre tifoidea que resultaban ser de la misma familia y en todos esos casos, María era la encargada de la cocina. Ante dicha situación, sometieron sus alimentos a una serie de estudios sin resultados concluyentes, hasta que un doctor halló el común denominador: Mary Mallon parecía ser el origen de la misteriosa afección. A pesar de la evidencia, ella nunca había enfermado.
Le solicitaron diera unas pruebas de heces fecales para analizar mucho mejor su caso. Pero se negó una y otra vez, hasta que tuvo que hacerlo obligada por una orden municipal y cinco policías que la obligaron a colaborar. Finalmente consiguieron las muestras y al analizarlas, no hubo duda de que Mary poseía la enfermedad. La tifoidea vivía dentro de sí, pero ella no tenía molestias ni nada similar. Entonces, ¿qué ocurría? En realidad, la cocinera era una especie de bomba biológica. Es decir, ella cargaba la enfermedad y la transmitía, pero no era afectada. Nunca se había registrado algo similar antes.
Durante 7 años trabajó en 7 diferentes casas y en todas había infectados, incluso un fallecido. Ante el desconcierto que causó el caso sin precedentes, el juez resolvió un remedio urgente: orden en mano, Mary fue aislada en cuarentena en una isla cercana, enseguida alargaron su “condena” llevándola a estar lejos por tres años. El caso rápidamente se volvió tan mediático como era posible en la época dándole un apodo un tanto hiriente: “María Tifoidea”. No obstante, fue liberada bajo la promesa de no volver a trabajar de cocinera.
Más tarde, en 1915, se cambió el nombre y siguió trabajando de cocinera, pero esta ocasión en lugar de Mallon, se denominó Brown. Era una infiltrada. En este mismo año, hubo un nuevo brote de tifoidea y la culpa recayó nuevamente en la cocinera, quien fue descubierta. Volvió a ser llevada a prisión y aislamiento, en donde cumplió sentencia definitiva aislada de todo durante dos décadas, hasta su muerte en 1938 con 69 años de edad. En la autopsia se confirmó que había bacterias en su interior que generaban el contagio.
Durante su vida se convirtió en la mujer más satanizada de los Estados Unidos debido a su enfermedad. Los medios la convirtieron en demonio culpándola de haber matado personas; sin embargo, no lo hizo a propósito. Se dice que fueron alrededor de 55 infectados y tres muertos, aunque en realidad son incontables. La mujer vivió sola y murió de la misma manera debido a que nadie la quería cerca, le tenían temor y establecían una barrera a su presencia. En el aislamiento, ella se enteraba de cada noticia que daban sobre los supuestos asesinatos y el crimen en que estaba inmersa. Pero pronto le dieron un empleo, hecho que la ayudó a liberar un poco la presión que cargaba. Al morir, su trabajo consistía en ser técnico de laboratorio en el hospital en donde estaba recluida, irónicamente.
**
¿Sabes cuáles son las enfermedades que están matando a los mexicanos? Quizá sea la respuesta a porqué los mexicanos padecen enfermedades mentales.
*
Referencia
El Español
Historia