«Reza», dicen. «Ya verás que Dios solucionará todo», prometen. Pero, ¿qué pasa cuando no sucede nada? ¿Qué hay con las millones de almas que le rogaron a Dios por un milagro, por salvar una vida, por un pedazo de comida y nunca recibieron respuesta? Algunos dicen que ahora reciben recompensa por su dolor, como siempre predicó la Madre Teresa de Calcuta.
Lo cierto es que no hay prueba de que exista un lugar donde todos sus dolores serán sanados y su vida de angustia tendrá una continuación feliz. Al pensar eso, es inevitable perder un poco la fe; la ilusión de un ente divino protector desaparece lentamente. Así le sucedió a la Madre Teresa de Calcuta, ahora una santa de la Iglesia Católica, quien a lo largo de su vida fue atormentada por las dudas sobre la existencia de Dios y prefirió ignorarlo para darle calma a todo un pueblo.
La madre Teresa
Nacida con el nombre de Anjezë Gonxhe Bojaxhiu en la ahora capital de la República de Macedonia, Teresa fue una joven apasionada por la religión desde corta edad, según la investigadora Meg Green. Participaba en peregrinaciones y estaba impresionada con el trabajo misionario que hacían los predicadores del cristianismo. Dejó su hogar y a su familia (a quienes nunca volvió a ver) para dedicar su vida a la palabra de Dios. A los 21 años tomó sus primeros votos, se cambió el nombre en honor a Thérèse de Lisieux, otra figura importante dentro de la religión, y comenzó a dar clases en una escuela en la región de Calcuta. A pesar de sentirse cómoda, le angustiaba la pobreza extrema con que vivían las personas en el este de la India.
El llamado de Dios y sus críticas
Según Teresa, su vida cambió radicalmente durante un viaje en tren que tomó en 1946. En un suceso de naturaleza “divina” Jesucristo le indicó que ayudara a quienes más lo necesitaran. «Tu eres, yo sé, la persona más incapaz, débil y pecadora. Sin embargo, por eso mismo te quiero usar para Mi Gloria. ¿Te rehusarás?», le preguntó. Ella aceptó. Este hecho la motivó a comenzar su trabajo como misionera. Se convirtió en ciudadana oficial de la India, se entrenó brevemente en un hospital y a los pocos años había atraído la suficiente atención como para comenzar un movimiento.
Decenas de hermanas voluntarias comenzaron a ayudarle a curar y alimentar a los «más pobres entre los pobres» (como los llamaba). Al poco tiempo fundó la congregación Los Misioneros de la Caridad, grupo que hasta 2012 llegó a tener cuatro mil 500 monjas en 133 países y cuyo trabajo le ganó el Nobel de la Paz en 1979. Por muchos fue considerada una religiosa bondadosa que sólo buscaba ayudar, pero también recibió fuertes críticas, especialmente por su papel como figura cristiana.
La Madre Teresa fue acusada de bautizar personas moribundas sin su consentimientos para darles un “pase al cielo”, las hermanas de su congregación fueron acusadas de mostrar negligencia con algunos de los pacientes, de usar técnicas poco seguras para curar a sus enfermos. Además de que no se sabía claramente cuánto dinero recibía ni de qué cantidad gastaba en el verdadero cuidado de sus pacientes. Asimismo, hechos como estos han sido señalados con mayor ímpetu desde que falleció y fue nombrada una santa por la Iglesia Católica, más aún por una serie de escritos que dejó donde revela sus dudas sobre Dios y las veces en las que aseguró perder toda la fe en su existencia.
Teresa la no-creyente
«En mi propia alma siento el terrible dolor de esta pérdida. Siento que Dios no me quiere, que Dios no es Dios y que realmente no existe», escribió Teresa aproximadamente en 1958. Fue de las primeras veces que tuvo dudas que permanecerían en su mente el resto de su vida. «[La gente piensa que] mi fe, mi esperanza y mi amor se desbordan, y que mi intimidad con Dios y la unión con su voluntad llenan mi corazón. Si tan sólo supieran…». La mujer no podía creer el sufrimiento y la negligencia de las personas ante la pobreza y el dolor de las personas pobres. Creía que el llamado que recibió había sido falso.
«Llamo, me sostengo, deseo… y no hay nadie que responda… nadie de quien pueda sostenerme, no. Nadie. Sola… ¿Dónde está mi fe? Incluso aquí en el fondo no hay más que vacío y oscuridad. Mi Dios. ¿Qué tan doloroso es este dolor desconocido? No tengo fe… No me atrevo a decir las palabras y los pensamientos que albergan mi mente y me hacen sufrir una agonía insólita».
Estas cartas fueron publicadas por el periodista de investigación Brian Kolodiejchuk, en el libro Mother Teresa: Come Be My Light. Originalmente estaban dirigidas al mismo Dios y, aunque la mujer ordenó que fueran destruidas, sus seguidores las preservaron. Los textos revelan su constante duda y el desinterés mundano que a veces sentía por sus acciones como misionaria. Este hecho desata otra incógnita:
¿Continuó su trabajo por un sentimiento de responsabilidad o se enfocó en los beneficios que tenía su influencia en la gente?
Sólo ella lo sabría.
Sin importar sus críticas, continuó trabajando hasta el final de su vida. A pesar de su falta de fe, ayudó a la expansión el cristianismo, llevándolo a una zona en la que no era aceptada. Convenció a la gente con los mismos argumentos con las que su ideología se formó. Le dijo a las personas de que todo iba a mejorar, aunque en el fondo, sabía que Dios no bajaría y los pobres no dejarían de sufrir.
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Referencias:
Telegraph
Time
The Guardian
NY Times