Esta es la segunda parte de las mejores pinturas de miedo en la historia del arte, según The guardian:
6. El desollamiento de Marsias, Tiziano, c1570- 1576
Se dice que cuando Atenea se dio cuenta que tocar la flauta que ella había inventado deformaba su bello rostro, decidió deshacerse del objeto; Marsias, un sátiro de la mitología griega, la encontró y con el tiempo se hizo un virtuoso del instrumento, tanto que se atrevió a desafiar al mismo Apolo en una contienda musical. El jurado estaba conformado por el Rey Midas y las musas, éstas últimas dieron su veredicto a favor del dios Apolo, quien impuso un castigo ejemplar al mortal por su atrevimiento de retar a su figura.
Apolo, sin más, desolló vivo a Marsias, clavándolo boca abajo sobre un árbol, de cuya sangre derramada nacería el río homónimo.
En la pintura de Tiziano se ve todavía la flauta de la discordia. Aparece el Rey Midas contemplando la escena mientras el dios Apolo participa en la tortura. La figura del vionilista, se piensa, puede ser Orfeo.
7. Medusa, Caravaggio, 1596-1598
Realizada por el italiano Caravaggio, considerado el primer gran exponente de la pintura barroca, La Medusa se reconoce como la obra más sangrienta elaborada por el artista italiano, quien recreó en forma de disco el rostro de la bestia mitológica Medusa, figura reconocida en la historia por poseer cabellos de serpientes, esto como un castigo impuesto por ofender a la diosa Atenea.
Según la mitología, Medusa fue un monstruo femenino que convertía en piedra a quienes la miraban fijamente a los ojos. Perseo se enfrentó a Medusa utilizando el reflejo de su escudo para esquivar la mirada de la bestia, así, logró decapitarla y utilizaría su cabeza como emblema hasta que se la entregó de vuelta a Atenea para que ésta la situara en su escudo.
La obra de Caravaggio deja ver una cabeza de mujer con cabellos de serpientes y gesto de susto, del cuello brota la sangre de la decapitación. El destino final de esta obra del italiano sería en las manos de uno de sus clientes.
8. El perro semihundido, Francisco de Goya, c1819-1823
Esta obra del español Goya se considera parte de sus “pinturas negras”, un conjunto de catorce piezas conocidas así por el uso de pigmentos oscuros empleados en su elaboración, así como por lo sombrío de los temas representados. Las pinturas negras fueron creadas sobre los muros de la casa del artista conocida como la Quinta del Sordo, la también conocida como “El perro” se ubicaba en la planta alta de la casa del pintor.
En su forma original el cuadro muestra la cabeza de un perro escondida detrás de un plano inclinado que divide dos áreas de la pintura, la parte superior más clara que la inferior. Se ve, además, una roca y sobre ésta vuelan lo que se piensa pueden ser unas aves. La mirada del perro se dirige hacia arriba observando la escena. Después de ser trasladada a lienzo, se perdieron estos elementos y sólo se conservó la cabeza del perro entre ambos planos, ahora color ocre.
Las pinturas negras se pintaron directamente sobre la pared, no al fresco, y permanecieron en la casa que el pintor adquirió en 1819 como parte de la decoración, hasta que en 1874 se trasladaron a lienzo por Salvador Martínez Cubells; el barón Frédéric Emile d´Erlanger cedió las obras al Estado español, el que las afincó en el Museo del Prado, donde se exponen hasta ahora.
9. Tríptico de las tentaciones de San Antonio, c1495-1515
Elaborado en óleo sobre tela, existen diversas copias de esta obra del pintor flamenco El Bosco. Ubicada en el Museo Nacional de Arte Antigua de Lisboa, esta pintura representa la lucha entre el bien y el mal, específicamente entre la figura de Cristo y Satanás. Son tres escenarios que representan la vida de San Antonio y los padecimientos por los que atravesó, entre demonios y criaturas, para no caer en la seducción de los pecados.
10. Estudio de dos cabezas cortadas, Théodore Géricault, 1818
De Théodore Géricault se sabe, fue un pintor francés quien prefirió documentar escenas de la vida cotidiana, quizás, un poco más crudas que la producción realizada por los neoclásicos de la época, por mostrar el sufrimiento y los padecimientos de la gente, algunos considerados “locos”, de quienes pretendía rescatar expresiones esquizoides. El pintor es reconocido, además, por su colección de pinturas al óleo de extremidades y cabezas degolladas, la que se considera antecesora de su obra más reconocida La Balsa de la Medusa. Una de las pinturas de esta colección destaca por lo sanguinario de su composición: dos cabezas ensangrentadas, cada una sobre una sábana blanca, conservan aún el gesto desahuciado.
Se cree que el artista recurrió a dos modelos para llevar a cabo la pintura, a quienes pidió que posaran emulando una expresión mortuoria.