Después de una tormentosa infancia, Ian Brady aprendió a subsistir a través de la violencia. A muy temprana edad, su madre decidió darlo en adopción debido a su incapacidad económica para cuidar de él, producto de un desinterés y resentimiento hacia Brady. En la escuela primaria, Ian mostraba inusuales ataques de ira que a menudo terminaban con desmayos, producto de fuertes golpes en la cabeza que él mismo provocaba.
Durante su adolescencia, Brady fue rechazado por la sociedad y se convirtió en un tipo solitario. Su crueldad con animales que torturaba hasta la muerte y la torpeza que le caracterizaba al jugar fútbol, eran dos motivos de peso para que sus compañeros evitaran cruzar palabra con él. A pesar de ser un estudiante brillante, dejó la escuela después de aprobar un examen para la educación media superior y hundido en un espiral decadente, consiguió un empleo en la fábrica de químicos Millwards mientras se refugiaba en la lectura.
Brady cometió sus primeros crímenes antes de la mayoría de edad: robos, acoso sexual y conductas violentas lo separaron de pequeños trabajos en la producción de cerveza y carnicería, donde aprendió sobre anatomía entre sangre y tejidos. Al mismo tiempo, se sumergió en la lectura, especialmente ávido por autores como el Marqués de Sade y Friedrich Nietzsche, llevando su interpretación simplista al extremo cuando se interesó por autores fascistas y abrazó a la ideología nazi.
Con un historial criminal creciente, Ian de 23 años coincidió durante la cena de Navidad de Millwards con una chica que bien podía ser su antítesis: inocente, inculcada bajo las enseñanzas de su abuela en el catolicismo, tímida y visiblemente afectada por la muerte de su mejor amigo durante su adolescencia, Myra Hindley, cuatro años menor que él, se convirtió en su amante y cómplice.
La atracción entre Hindley y Brady fue instantánea y unos meses después, Hindley se inició en el robo de bancos y más tarde, Ian la obligó a leer a Hitler, Eichmann y otros personajes del nacionalsocialismo, complementando con la lectura de Sade, que influyó profundamente en la joven.
Los encuentros sexuales entre ambos eran eléctricos y al mismo tiempo, enfermizos. Ambos practicaron el sadomasoquismo hasta hacerse daño, mientras tomaban fotografías y se caracterizaban como oficiales alemanes durante el Tercer Reich. Hindley se pintó el cabello de rubio para aparentar un toque ario y cumplían sus fantasías como personajes del Holocausto.
Cuatro años después, el impulso de ambos los llevó a dar el siguiente paso: Brady convenció a Hindley de invitar a Pauline Reade, una chica de 16 años, de ir a la pradera de Saddleworth con Myra. La joven aceptó y cuando estuvieron solas, Ian la golpeó en la cabeza hasta que perdió el conocimiento, para después violarla mientras Hindley contemplaba gustosa. Los asesinos enterraron el cuerpo en la pradera y eufóricos, prometieron hacerlo de nuevo.
La investigación de la policía fue incapaz de dar en primera instancia con Brady y Myra y tan solo medio año después, repitieron el modus operandi, esta vez con John Kilbride, un niño de diez años. Este crimen fue aún más sádico que el primero, pues la pistola de Ian no funcionó y tuvo que estrangularlo hasta la muerte con sus propias manos.
Ambos sembraron terror entre la población del Gran Manchester, sobre todo cuando concretaron su tercer y cuarto asesinato, especialmente sádicos sobre víctimas de 10 y 16 años, que murieron estrangulados y con un hachazo en la cabeza. Las alertas se dispararon e inició una enorme investigación que después de ocho meses de pistas, guió a la policía a casa de Brady, donde la única evidencia en contra de la pareja fueron nueve fotografías que tomaron a Lesley Ann Downey de 10 años mientras yacía desnuda en la pradera.
El caso de la pareja asesina causó horror en todo el Reino Unido y como nunca antes, la gente llamaba a noticiarios, se manifestaba en las calles y exigía justicia para las víctimas. Brady y Hindley fueron conocidos como las personas más odiadas de la Gran Bretaña y la prensa se involucró en el caso hasta el momento del juicio. Para suerte de ambos, la legislación inglesa decidió abolir la pena de muerte tan sólo dos meses antes de su captura y como era de esperarse, su proceso terminó en prisión con una pena de cadena perpetua.
El horrible caso de los asesinos del páramo se convirtió en una triste leyenda contemporánea en la idiosincracia inglesa y forma parte de la cultura popular. Hindley murió cumpliendo su condena en 2002 a causa de una pulmonía, pero Brady, el cerebro detrás de los crímenes que conmocionaron al Reino Unido, se mantiene vivo después de dos décadas de declararse en huelga de hambre: las autoridades lo mantienen vivo a través de suero y una sonda para que siga con vida para cumplir su sentencia.
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