Todas estas chicas encuentran placer en tenerme como su hiena. De hecho, están orgullosas de ello y le dicen a la gente que éste —él mismo— es un hombre de verdad, que sabe cómo darle placer a una mujer.
¿Cuándo puede considerarse que alguien ha pasado de la pubertad a la vida adulta? ¿Qué es lo que se necesita para cambiar este título? ¿En verdad es necesario un ritual que nos permita cambiar la perspectiva de nuestra vida y dotarnos de rasgos completamente distintos que nos hagan creer que por fin hemos crecido?
En el mundo occidental es sencillo, algunos grados más en la escuela, vellos que salen de lugares inimaginables y el crecimiento de senos en las mujeres son síntoma de un nuevo estado de vida. Sin embargo, en otras partes del mundo se necesita ser casi violada para que las personas sepan que el ritual se ha hecho: que por fin y de una vez por todas comenzó la vida adulta.
En Malawi existe un peculiar ritual de “limpieza” en el que niñas pequeñas deben tener relaciones con trabajadores sexuales conocidos como “hienas”. Entre una vida paupérrima con condiciones inhumanas de alimentación y vivienda, los habitantes de este país deben sobrevivir a la escasez de alimentos, el cuidado de su ganado y, por supuesto, la inseguridad y propagación de enfermedades que hacen casi imposible sortear las dificultades que atraviesan ante todas las problemáticas.
Mientras tanto, las niñas que comienzan su pubertad suelen esperar a que el acto suceda, a que de verdad su inocencia se interrumpa para comenzar la crueldad de un mundo que les depara un atroz sufrimiento. Los hombres hiena han permanecido como una tradición de generación en generación. Son esos hombres a los que la comunidad les paga para que lleven a cabo rituales de “limpieza”.
Nsaje podría considerarse el peor lugar para nacer, porque en ese sitio son las adolescentes quienes, después de tener su primera menstruación, pasan tres días de relaciones sexuales con la hiena. Ese es el momento definitivo en el que entran a la edad adulta. Si la apenas joven decide no tener sexo con ese hombre que se la ha asignado, está condenando al pueblo entero a la desgracia absoluta.
“Quería ir a ese campamento del que todas las niñas sabíamos. Para mí, se convertiría en la experiencia más gratificante de mi vida. No podía creer que mis papás me dejarán ir sola a un lugar que nunca había visitado. Empaqué mis maletas, hice un recorrido por mi casa como despidiéndome de ese lugar en el que había crecido y partí a la aventura. Mis padres me dejaron al lado de tres señoras de unos sesenta años. Eran tres. Su rostro era viejo y sabía que cuidarían bien de mí.
Cuando llegamos al lugar, me di cuenta de que la aventura no sería lo que pensé. Rodeada de pequeñas casas iguales a las de mi hogar, me encontré al lado de una decena de niñas que estaban aterradas por lo que sucedería. Me contaban historias. Una de ellas me dijo que el final de la aventura consistía en un hombre horrible acercándose a mi cama; drogado, listo para violarme… ¿violación? Ni siquiera conocía la palabra. Dentro de mí entro el pánico y el horror de un destino incierto.
Las señoras que antes me habían recibido me explicaron lo que ocurriría: él y yo en una habitación oscura. Me tocaría y yo tendría que complacerlo con lo que él me pidiera; si no, mi familia estaría maldita… desde ese momento no borro su imagen: sudoroso, maloliente, me desgarró. Tengo 30 años y no puedo olvidarlo tocándome, al acecho, con un aliento que si vuelvo a respirar, me muero”.
9, 10, 11, 12, 13 años, las niñas de este poblado esperan su primera menstruación con el pavor de un futuro escrito. No pueden decir no, no son capaces de elegir tener relaciones con alguien a quien amen o siquiera conozcan, el futuro dicta que ese hombre de más de 40 años, con proporciones inmensas para el tamaño de una niña pequeña y enfermedades que devienen en la transmisión de virus que ni siquiera son capaces de controlar en este poblado, sea algo que más tarde tendrán que afrontar, muy probablemente con desconcierto e ignorancia.
Según testimonios escritos por la BBC, las niñas tienen la dura carga de hacer que su familia sobreviva sin alguna maldición, es su labor que no ocurra nada malo con la vida de aquellos a quienes aman. “No había nada que pudiera hacer. Tenía que someterme a ello por el bien de mis padres”…”Si me hubiera negado mis familiares habrían enfermado, incluso muerto. Y eso me asustó”.
Eric Aniva es uno de los hombres más populares en esta clase de rituales. Afirma haberse acostado con más de 104 mujeres y niñas; sin embargo, es prudente considerar qué tan cierto sea ese número, pues a un diario local le mencionó la misma cifra en 2012… probablemente haya perdido la cuenta hace muchos años y sólo repita la cantidad prudente.
Como toda contratación, las hienas reciben una paga que no tiene que ver con la satisfacción sexual: entre cuatro y siete dólares por sesión.
Mujeres de unos cincuenta años son las que se encargan de hacer posible el ritual: organizan campamentos de adolescentes cada año para que esas niñas adquieran los dones que todas las esposas deberían conocer. Las instruyen en la vida amatoria, en sus labores y en satisfacer las necesidades sexuales de los que en un futuro sean sus maridos. La etapa final del curso es la “limpieza sexual”. Los padres acceden voluntariamente a tal prueba porque creen que si hacen la “limpieza”, podrían evitar cualquier clase de infección después del ritual… sin embargo y ante la incredulidad de cualquiera que no esté inmiscuido en este absurdo sacrificio, las hienas no tienen permitido usar condón.
Se cree que gracias a la pulcritud y “vida recta” que llevan las hienas, las niñas no podrían contraer ninguna infección; sin embargo, la ONU calcula que 1 de cada 10 habitantes de Malawi tienen VIH. Eric Aniva también lo tiene pero no le dice a los padres de las niñas cuando lo contratan.
El ritual se ha realizado por siglos enteros gracias a creencias ancestrales que surgen por la necesidad de instruir a las niñas a la edad adulta por medio del sexo.
No sólo las niñas sufren ese destino; las mujeres que no han tenido suerte en su vida amatoria y han sufrido abortos o han quedado viudas también se someten al tan extravagante ritual de limpieza.
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