A través del tiempo se ha comprobado que el esfuerzo colectivo triunfa sobre el individual. Sobre todo el tiempos de antaño, el hombre estaba consciente de que la creación de una obra arquitectónica majestuosa requería de la ayuda de cientos de hombres trabajando al unísono de espiochas y mazos. Trabajaban por separado pero en conjunto aportando poco a poco pequeñas piezas de un “todo” maravilloso. Así fue como en el Antiguo Egipto se construyeron los obeliscos: obras titánicas de ostentosas columnas cuadrangulares que terminan en una pirámide.
Sobra decir que las herramientas rudimentarias del 2.345 AC no fueron protagonistas en la formación de obeliscos que hoy en día continúan existiendo, obras arquitectónicas de tal magnitud no pudieron haberse realizado sin el continuo desgaste de cientos de hombres que derramaban sudor y sangre.
No existen estudios que comprueben el método exacto que utilizaban para la extracción, transporte y levantamiento de construcciones con peso promedio de mil 168 toneladas y longitud de 41.75 metros, pero distintos arqueólogos hay acordado en una teoría.
Lo primero era seleccionar una pieza de granito, la cortaban cuidadosamente con bolas de dolorita que pesaban entre 5 y 7 kilos, golpeaban la superficie hasta formar pasillos de 60 cm para que los hombres y en cuclillas o arrodillados despegaban la única superficie inferior. 50 hombres sin entrenamiento o preparación especial, en su mayoría prisioneros o esclavos, entregando el último aliento a la simbolización de los rayos del sol creciente y la esperanza del faraón para rejuvenecer y encontrar la vitalidad.
Una vez que tenían la estructura, debían trasladarlo al emplazamiento final, colocaban el obelisco cobre trineos de manera y lo arrastraban mediante cuerdas sobre pistas de desplazamiento y rampas diseñadas de las maneras más ingeniosas. Más de 100 hombres tiraban de las cuerdas mientras uno mojaba la tierra para crear lodo y disminuir la fricción. Depositaban la carga en una embarcación en el Río Nilo que la llevaría a su destino final en donde debían tallar en relieve distintas inscripciones.
El levantamiento es considerado por muchos como el mayor reto y hoy es la parte más incierta del proceso; desde cuerdas para halar el monolito o muescas en la base del obelisco hasta teorías de deslizamiento mediante rampas, sigue siendo una incógnita.
Nació como un símbolo de culto al Dios del Sol, Ra, pero se convirtió en la representación más antigua del esfuerzo colectivo. En la metáfora para ilustrar como las cosas se pueden lograr si se cuenta con la herramienta más valiosa, el capital humano. Las condiciones en las que vivían y la escasa tecnología, comparada con lo que hoy se cuenta, hubieran condicionado la creación de semejantes monumentos por años, sin embargo el trabajo conjunto logró completar en meses la estructura. Una vez más el mundo antiguo nos enseña algo que muchos olvidan.
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