¿Quién es esa voz? ¿Cuál es su identidad en la nueva configuración del mundo? ¿Cómo se caracteriza su definición en el proceso de La Conquista? ¿Traición, sedición o revolución? El manifiesto femenino como ruptura y nacimiento, la historia de la esclava de Painala.
Mi búsqueda de Malinalli me lleva a “El Tintero de los ironistas” para ver Malintzin de Luis Santillán, producción de Sorginak. Es sábado, doce del día; luz y escenario minimalista. Tres actrices constituyen a Malintzin y su interacción. La expresión de su historia a través del universo femenino.
Batalla de Centla y el ser de Malintzin acaece existencialmente abriéndose paso entre los rieles de la historia. El lenguaje como herramienta, arma ideológica e instrumento, trampas semánticas, el encanto de la máscara y su configuración de la realidad; el lenguaje como voluntad de poder. Comienza la lucha y el dualismo cósmico se concibe, desarrolla y expresa en su existencia a través del debate entre su primigenia cosmovisión mesoamericana y el universo cristiano que se le manifiesta contradictoriamente. Los dioses prehispánicos piden sacrificios para que el mundo continúe y Malintzin se resiste a encontrarle sentido, duda de la explicación del origen y de todo su pasado; recibe un nombre cristiano en cuerpo y alma, es bautizada y comienza el proceso de interiorización de “El dios que lo ve todo”. Sin embargo, surge una paradoja en dicho mimetismo religioso.
Ningún dios haría lo que ellos hacen.
Su individualismo aflora y se niega a hacer lo que hacen las otras mujeres. Se sabe diferente, se sabe única, se sabe indispensable pero también se reconoce vulnerable. La prueba fundamental es Cholula. La enigmática mujer (que la quiere casar con su hijo) advierte a doña Marina de la maquinada traición hacia Cortés y sus huestes cempoaltecas y tlaxcaltecas. ¿Qué hace ella? Asume estoicamente su posición histórica, una esclava liberada, legitimando su papel de traductora y consejera tácita. No es traición sino definición legítima de una revolución cósmica.
Frente a Moctezuma lo mira a los ojos; una esclava traduciendo a los dioses, discutiendo a través de ella, una estrella danzarina entre dos lenguas y el peso del mundo parece hundirla. No obstante, resiste con fuerza y mantiene su fidelidad al nuevo mundo que abre la tierra violentamente.
—Desde este momento considérate prisionero.
Narváez llega a Veracruz y Cortés lo recibe dejándolo tuerto, mientras tanto Alvarado y doña Marina se quedan a cargo. El recelo de la hijas de Moctezuma afirma aún más la evolución religiosa de Malintzin. Nuevas fuentes advierten o edifican el pretexto de una conspiración y sucede la matanza del Templo Mayor.
—¿Por qué pasó esto? —su última reflexión.
Huitzilopochtli no hizo nada, ese era el destino, la caída de los ídolos.
—¿En qué momento me convertí en una extensión del señor Malinche?
Malinche consuela a Malinche en la noche triste y su voz ha puesto de cabeza el universo.
—¿Qué soy? —se pregunta— ¿Quién soy?
No quería morir en sacrificio por un dios sin sentido, empero, ahora nada tiene sentido. El asedio de Tenochtitlán recrudece el origen y las dudas por la verdad divina. Su testimonio del ataque, matarlos de hambre y sed.
—¿Qué se siente ser la mujer que destruyó toda una civilización?
Muerte, rabia y furia, o aceptación y renovación. Hay que olvidar el hubiera del silencio, redimensionar el eco de su voz y la sangre en las piedras. No se puede cambiar el pasado, pero sí su interpretación.
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