Una noche en México…
42 hombres se encontraban en un establecimiento sobre la calle de La Paz en el Centro Histórico de la Ciudad. 23 de ellos vestían con trajes, de forma masculina, mientras que el resto llevaba puestos vestidos y ropas elegantes que –de acuerdo con los estándares de género– usaría una mujer. El año era 1901 y todos estaban pasando un buen rato. Su fiesta era una expresión de libertad; sin embargo, súbitamente un grupo de policías irrumpió en el lugar. Todos los individuos fueron arrestados a excepción de uno: Don Ignacio de la Torre, el esposo de la hija de Don Porfirio Díaz, quien logró (o se le permitió) huir antes de que comenzara una serie de eventos que marcaron esa época homofóbica llena de discriminación hacia las personas con preferencias sexuales distintas a las “tradicionales”.
La mayoría de los hombres vestidos de manera común eran de distintos niveles de la aristocracia mexicana, así que tuvieron que ofrecer cierta cantidad de dinero para silenciar los hechos. Sin embargo, el resto de los prisioneros fueron llevados a diferentes lugares para realizar trabajos forzados o para combatir a los mayas que luchaban por su territorio al Sur de la República. Su historia se popularizó con el nombre de “El baile de los maricones”, término derogatorio que fue usado para satirizar el acto y burlarse del estilo de vida de esas personas que fueron juzgadas, señaladas y castigadas sólo por pensar de manera diferente.
Cultura mundial
“El baile de los maricones” no fue el único que se llevó a cabo en México. Se especula que a fines de siglo existía una cultura de personas homosexuales y travestis que organizaban eventos exclusivamente para ellos. Eran espacios pensados para expresarse con libertad sin ser juzgados por una sociedad conservadora. A pesar de que tener diferentes preferencias sexuales o vestirse como una persona de otro género no era un crimen en muchas de las naciones donde se desarrollaron esas actividades, las personas eran juzgadas, arrestadas e incluso torturadas por “faltas a la moral”.
La historia de los bailes de este tipo (también llamados drag balls) se remonta hasta el siglo XVIII en Berlín e Inglaterra, donde hubo una de las redadas más famosas en un barrio de Manchester. Era 1880 y un par de policías entraron de encubiertos a una fiesta privada de disfraces, que se sospechaba era para homosexuales. Todos fueron arrestados pero y posteriormente liberados para no causar un escándalo y manchar el nombre de la ciudad con historias sobre homosexuales.
En España y Estados Unidos, las fiestas se convirtieron en los únicos lugares para poder actuar libremente. Cientos de personas viajaban de distintas ciudades para llegar a dichos eventos con la esperanza de que la policía no arruinara la velada. Francia fue el único lugar donde ese tipo de bailes se convirtieron en una regularidad. Lo que al inicio comenzó como clubes de caballeros, eventualmente se convirtió en el auge de establecimientos abiertamente homosexuales. Algunos conservadores asistían sólo para poder gritarles a los que consideraban anormales.
Libertad para todos
Los drag balls en Estados Unidos posiblemente fueron los más abiertos. Al inicio eran simples clubes para caballeros, pero eventualmente se convirtieron en fiestas de disfraces para todas las personas donde se les motivaba a vestirse de otros géneros. Con el tiempo se aceptaban las parejas gays y se convirtieron en grandes centros de fiesta que se desarrollaron junto a los Locos Años 20. Esa cultura se hizo clandestina una vez que los ideales conservadores comenzaron a propagarse a lo largo de la nación, pero en centros como Harlem, se popularizaron y se convirtieron en un estandarte de la lucha de los derechos homosexuales en los 80.
En Brasil, el festival de Rio de Janeiro es el evento más conocido aunado a los ideales de la libertad homosexual. Aunque las relaciones entre dos personas del mismo sexo han sido legales desde hace casi dos siglos, algunas leyes sobre decencia pública impiden que puedan expresarse libremente, así que el evento –que en la actualidad es enorme– es de amplia importancia para la comunidad.
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Aunque gran parte de los participantes fueron perseguidos, esos espacios eran donde podían expresarse sin vergüenzas ni límites. En la actualidad ya no deben organizarse este tipo de bailes clandestinos y la pelea cada vez es más sencilla. Los ideales conservadores desaparecen y el respeto por el libre pensamiento ha hecho que esas personas ya no tengan que ocultarse y que no deban recibir castigos ilógicos sólo por un poco de diversión en una noche de México.
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Referencias
BBC
La Jornada
American History