“Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, frase de Marco Tulio Cicerón que aludía al conocimiento empírico con la finalidad de realizar una evaluación que llevara al crecimiento.
Traer esta frase a nuestras memorias resulta imprescindible cuando de corrupción se quiere hablar, debido a que ésta carcome de a poco a cada individuo que le permite el acceso, e incluso, destruye y devasta sociedades que pretenden contrarrestarla sin las armas correctas y con el atrevimiento de usar el mismo defecto para “defenderse”.
La corrupción no es algo nuevo, es un tema tan antiguo como nuestra propia existencia, y con el cual no hemos sabido lidiar; la raíz del fracaso en esa guerra es, indudablemente, la estrategia que se tiene para combatirla, condicionada por el objetivo tan ambicioso e irreal de liquidar la corrupción como si de una insignificancia se tratara. No existe una receta para librarnos de este vicio, así que, dentro de una lógica simplista, la salida es participar en el juego.
No importa la ficha que nos toque, estamos dentro: corrompemos, destruimos, lastimamos y olvidamos aquella esencia que en principio defendíamos para llegar al punto de convertirnos en egoístas buscando bienestar personal disfrazándolo de bienestar “social”.
En contadas excepciones los principios fundamentales de algún movimiento en pro del bienestar social están correctamente fundamentados y encaminados, no obstante, basta una sola gota de ambición para corromper al caudillo que proclamaba “patria o muerte” con Carlos Marx bajo su brazo, y es en ese punto crítico donde la “revolución” aparentemente triunfa. La realidad es que ese triunfo únicamente se debe al cambio radical del motivo inicial de la marcha para convertirlo en una fuente de poder que disfraza al fracaso con promesas a lápiz. Este es el juego de la política y solo se gana con la estrategia más poderosa e infalible: la alianza.
En el juego de la política no hay perdedores, la única diferencia entre cada competidor al final de la partida son las dotes obtenidas, porque como ya fue dicho: “Un político pobre, es un pobre político”.
El juego continúa y está abierto a cualquier individuo que deseé pertenecer a un ambiente de mentira, traición, hipocresía, deshonestidad, ambición, corrupción y otras inmoralidades, pero la historia cada vez se olvida menos y es por eso que cada vez existen más movilizaciones a lo largo del globo, exigiendo cambios radicales y hechos, no promesas.
Las nuevas generaciones intentan de mil y un formas competir en ese juego y por un breve periodo consiguen desbalancear al sistema. Hasta hoy el resultado ha sido el mismo, punto para la corrupción. Sin embargo, hay que aplaudir que se ha logrado avanzar un poco.
La clave radica en esa frase primer frase de este texto: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”; la cual se impregna más fuertemente en la filosofía de las nuevas generaciones que, a pesar de no tener los resultados ideales, han empezado a generar cierta molestia en los grandes y eternos competidores. Para muestra basta revisar en la historia de nuestro país (México), los siguientes movimientos que lograron algunos cambios y, tal vez, pudieron llegar más lejos:
Huelga de Cananea y Río Blanco (1906)
El 1 de junio de 1906, los indígenas trabajadores de la compañía Cananea Consolidated en Sonora, iniciaron la primera huelga registrada en la Historia de México. Esta huelga se ha considerado como la precursora de la Revolución Mexicana.
Movimiento estudiantil (2 de octubre de 1968)
Un grupo de estudiantes de la UNAM se organizó para protestar por la baja calidad de la educación. Al poco tiempo, se unieron a este grupo estudiantes de otras universidades públicas y privadas. El 2 de octubre, reunidos en la Plaza de las Tres Culturas fueron liquidados por el ejército mexicano a sangre fría.
Movimiento Zapatista (1994)
Movimiento que surge como una oposición al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, Estados Unidos y Canadá. Los zapatistas declararon su rebelión y estado de defensa a sus tierras mediante la emisión de La declaración de la Selva Lacandona, exigiendo trabajo, tierra, salud, educación y otros derechos.
Huelga de la UNAM (1999)
A causa de la inconformidad por el incremento de las cuotas para los estudiantes de nivel preparatoria y licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, el 20 de abril de 1994 estalló la huelga, misma que duró 9 meses y consiguieron la renuncia de Francisco Barnes de Castro, entonces rector de la UNAM.
Enfrentamientos en Atenco (2001)
Los habitantes de Atenco se organizaron en el Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra para evitar la construcción de un aeropuerto en Texcoco, Estado de México, dirigida por el expresidente Vicente Fox.
APPO en Oaxaca (2006)
Un grupo de maestros comenzó un plantón en el Centro Histórico de Oaxaca seguido de mega marchas. Los maestros en conjunto con organizaciones civiles conforman la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), creada para apoyar las demandas laborales de la Sección 22 de la SNTE.
#Yosoy132
Un grupo estudiantil proveniente de la Universidad Iberoamericana se manifestó en contra del actual presidente de México Enrique Peña Nieto. La protesta pretendía evitar que, el entonces candidato del PRI, llegara a la presidencia. La convocatoria de este movimiento fue principalmente mediante las redes sociales obteniendo el apoyo de miles de estudiantes de instituciones públicas y privadas.
Los resultados al final de la jornada no han sido 100 % satisfactorios, pero han logrado crear conciencia a mayor escala en la sociedad mexicana. Esas pequeñas consecuencias han sido los mayores “triunfos” que se han podido cosechar y por ningún motivo deben quedar en el olvido. Muchos de estos movimientos se han desvirtuado justamente por aquello que señalamos al principio, otros por la represión y otros por la “mala memoria” colectiva, pero no todo está perdido, porque nuevos movimientos surgirán y vendrán nuevos líderes que se levantarán con una victoria real para la sociedad mexicana que sueña, lucha y vive por un México mejor.
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Es momento de reflexionar, de pensar sobre las consecuencias de nuestras pequeñas acciones diarias y hacer que éstas sean positivas, que generen cambios inmediatos, sin importar la gran escala, pues de peldaño en peldaño, podemos construir un mundo mejor para vivir.