En la entrada de Auschwitz-Birkenau, el más infame campo de exterminio nazi, aún puede leerse la siguiente inscripción: Arbeit Macht Frei. La frase, cuya traducción más común es “el trabajo te libera”, no era más que una cínica bienvenida. Entrar a Auschwitz sólo podía compararse con ingresar al mismísimo infierno. Los cautivos debieron soportar tratos inhumanos por parte de sus captores y lidiar con las terribles condiciones. Se calcula que en este campo fueron encarceladas 1,3 millones de personas y que de esa cantidad cerca del 90 % pereció por inanición, a causa de enfermedades, de hipotermia, por el rigor de los trabajos forzados, en las cámaras de gas o en fusilamientos masivos.
La lista de Schindler o la visión paródica de Bastardos sin gloria pueden ayudarte a comprender un poco más ese capítulo deplorable de la Historia Universal: el nazismo. Pero la historia de la mujer y su testimonio que te contaremos a continuación es invaluable.
Olga Lengyel fue una enfermera rumana que fue deportada en 1944 a Auschwitz junto con sus padres, esposo e hijos. En su libro Five Chimneys (traducido al español como Los hornos de Hitler), cuenta sus vivencias como reclusa en el campo de exterminio donde toda su familia falleció en las cámaras de gas: “Cuando recuerdo hoy nuestra llegada al campo de concentración, se me antojan los vagones de nuestro tren como otros tantos ataúdes. Era, en realidad, un tren funeral. Los agentes de la SS y de la Gestapo eran nuestros sepultureros”.
Auschwitz se fundó el 20 de mayo de 1940 como un complejo de diversas instalaciones y pabellones que ocupaban parte del territorio polaco invadido por los alemanes, con Hitler a la cabeza. El régimen del tercer Reich buscaba una “solución final”, la cual consistía en deshacerse sistemáticamente de quienes no cumplieran con los estándares del hombre ario puro. Las víctimas fueron principalmente judíos, aunque también había cristianos, protestantes, testigos de Jehová, gitanos romaníes, eslavos, homosexuales, comunistas, prisioneros de guerra, soviéticos, polacos, rumanos, húngaros y discapacitados mentales.
Este genocidio, una de las tragedias más lamentables en la historia moderna de la humanidad, se conoce como el Holocausto. El 13 de enero de 1945 tropas soviéticas comenzaron la última etapa de una ofensiva cada vez más difícil de repeler por parte de los nazi y emprendieron un viaje que concluyó el 27 de enero para marcar el fin de más de cinco años de sufrimiento y dolor. La guerra tocaba fondo. Unos ocho mil prisioneros, famélicos y desolados fueron puestos en libertad, mientras que otros fueron evacuados rápidamente por el Servicio Secreto del Reich, las terribles SS. Aproximadamente 650 prisioneros perdieron la vida durante su liberación.
Haber salido finalmente de ahí no fue un juego de niños. Las heridas dejadas por la guerra y la dictadura nazi eran profundas y seguían expuestas en carne viva. “Éramos seis mil mujeres las que caminábamos sobre la carretera rural cubierta de nieve. A cada pocos metros veíamos cadáveres que tenían la cabeza aplastada”, escribió Olga en su libro de memorias.
Después de Auschwitz, Olga se mudó a Estados Unidos, país en el que se radicó y publicó sus memorias: “Las luces de Birkenau fueron haciéndose cada vez más pálidas y diminutas. Birkenau, el matadero más grande de la historia del hombre, fue poco a poco desapareciendo de nuestra vida”. Murió en 2004 tras una intensa lucha con el cáncer.
Se estima que más de seis millones de judíos perdieron la vida durante el Holocausto. Por tal motivo, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 27 de enero como Día Internacional de la Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Hoy, 73 años después de su liberación, otra inscripción acompaña la entrada a Auschwitz: For ever let this place be a cry of dispair and a warning to humanity where the nazis murdered one and a half million men, women and children, mainly Jews from various contries of Europe; puede traducirse como “Porque por siempre este lugar sea un clamor y una advertencia para la humanidad sobre el sitio en que los nazis asesinaron a un millón y medio de hombres, mujeres y niños, en su mayoría judíos de varios países de Europa”. Esto también parece una ironía, pero desafortunadamente no lo es.
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Gran parte de la derrota de los últimos bastiones de las atrocidades cometidas por el nazismo se le debe al Ejército Rojo, en conjunto con los aliados como Estados Unidos y Gran Bretaña. Sin embargo, hubo muchos otros esfuerzos para erradicar de una vez por todas el fascismo imperante en el mundo.