La destrucción como castigo a los hombres que desobedecen los ordenamientos de Dios es un rasgo en común que un sinfín de culturas de la Antigüedad profesaron como verdad. La veneración hacia las principales deidades de cada civilización fue una práctica que no sólo otorgó cohesión al relato cosmológico, también funcionó como un componente social importante para mantener el orden social y los valores de cada cultura.
Las expresiones más comunes de la ira de un ser omnipotente se encuentran en hechos naturales que toman forma paranormal y con ella, un significado místico: terremotos, plagas, sequías, enfermedades, meteoritos, o bien, lluvias torrenciales como la leyenda del diluvio universal.
En el caso de la Biblia, uno de los pasajes que más enseña de la moral del cristianismo en el Antiguo Testamento es la destrucción de Sodoma y Gomorra, dos ciudades vecinas que sucumbieron ante la desobediencia de las leyes de Dios, en consonancia con la moral del cristianismo.
“Tu hermana Sodoma y sus aldeas pecaron de soberbia, gula, apatía, e indiferencia hacia el pobre y el indigente. Se creían superiores a otras, y en mi presencia se entregaron a prácticas repugnantes. Por eso, tal como lo has visto, las he destruido”.
Ezequiel 16-50
Según el relato bíblico, Dios apareció frente a Abraham y le reveló su plan para destruir ambas ciudades en virtud del comportamiento de sus ciudadanos. A pesar de que Abraham abogó por la salvación de “los justos” (mucho menores en número que quienes cometieron actos en contra de la voluntad del Señor), la decisión final fue descargar una tormenta de azufre y fuego sobre el cielo de ambos pueblos.
Desde la expulsión de Adán y Eva del paraíso producto de la tentación del conocimiento (que en la terminología cristiana se conoce como Pecado original), las distintas lecciones de justicia en el credo más practicado del mundo se plasman en castigos definitivos.
El caso de Sodoma y Gomorra no sólo está vinculado directamente con el éxodo que el pueblo de Dios llevó a cabo por todo Medio Oriente, también explica la concepción cristiana de la homosexualidad como acto denigrante y de humillación, en contraposición con el sexo entre hombre y mujer, mismo que el mito consiente con machismo a través del ofrecimiento de las dos hijas vírgenes de Lot al pueblo sodomita.
“Yo tengo dos hijas que todavía son vírgenes. Se las traeré y ustedes podrán hacer con ellas lo que mejor les parezca. Pero no hagan nada a esos hombres, ya que se han hospedado bajo mi techo”.
El término “sodomía” se popularizó desde los primeros siglos de nuestro tiempo a partir de la ciudad destruida, donde supuestamente se practicaban fetichismos sexuales y sobre todo, la homosexualidad, que desde tiempos inmemoriales ha sido objeto de persecución de la Iglesia Católica.
La historia de Sodoma y Gomorra se popularizó en los primeros siglos de esta época y desde entonces, se convirtió en un referente sobre los actos y comportamientos deseables según esta religión. La supuesta destrucción de estas ciudades levantó tal polémica, que durante siglos distintos historiadores y arqueólogos han tratado de dar con los restos bajo ceniza de lo que fueron ambas poblaciones a orillas del Mar Muerto; sin embargo, la ciencia histórica confirma que tales sitios no existieron y la lluvia de fuego que Dios ordenó en realidad se trata de un mito elaborado para tratar de explicar los fetichismos y las prácticas sexuales que atentan contra la moral cristiana.
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