Junio es el mes del orgullo gay y de la diversidad sexual; específicamente, el 28 de junio es el Día Internacional del Orgullo LGBT y, si bien hoy gozamos de la libertad suficiente para salir a las calles y celebrar, precisamente, nuestra libertad sexual, hubo tiempos oscuros en México y muchos otros países —incluso todavía hay países en el mundo donde no la hay— en los que ser homosexual o tener una preferencia fuera de la heterosexualidad era un pecado. Sí, pecado. Porque no podemos negar que esta discriminación tiene un trasfondo íntimamente relacionado con la moral cristiana, donde la unión que difiere de la dicotomía hombre-mujer no es aceptada… es antinatural.
Fotografía de Agustín Martínez Castro, Sin título, 1981
Por otro lado, la brutalidad policiaca así como el abuso de poder han sido pan de cada día —dirían las abuelas— aquí y en China; es decir, en cada rincón del mundo y a todas horas. Los motivos para que las autoridades abusen y atropellen los derechos ajenos siempre han sobrado y, hasta cierto punto, nos ha dejado de causar sorpresa o asombro. Sin embargo, muchas veces este tipo de abusos no se limitan al ámbito policial. La mayoría de las veces comienza y tiene raíz en la sociedad misma.
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Fotografia de los disturbios de Stonewall en 1969
No obstante, hay que admitir que la sociedad y la humanidad como tal tienen la capacidad de evolucionar y cambiar –la mayoría de las veces para bien y a pesar de “las buenas costumbres”– el pecado o el tabú que caracterizaba todo lo relacionado con la homosexualidad. Los años setenta son un gran ejemplo de ese avance. Incluso en tiempos en los que ser sexualmente libre de manera tan abierta era difícil y algo limitado al
underground
, hubo algunos que no tuvieron reparos en exclamar y señalar públicamente aquello que estaba mal.
Fotografía de Agustín Martínez Castro
Es en este contexto, en el cual se inscribe el tema que hoy nos ocupa, lo que podemos entender como el primer manifiesto gay
: Contra la práctica del ciudadano como Botín Policiaco
, es una de las acciones que más debemos revisar. Redactado por Luis González de Alba en 1975, periodista y escritor, fue uno de los líderes del Movimiento del 68 al ser miembro del Consejo Nacional de Huelga —el cual estuvo conformado por las principales universidades y escuelas en México, y cuyo surgimiento se vio motivado por la toma de la Ciudad Universitaria por el ejercito en dicho año—, es uno de los textos clave para entender la lucha que ha significado la libertad sexual en nuestro país.
Mesa de debates en Sesión de Consejo Nacional de Huelga del Movimiento Estudiantil del 68
Luis González de Alba se inició como novelista después de estar encarcelado en Lecumberri con
Los días y los años
—considerada un testimonio del conflicto entre los estudiantes y el Estado—; asimismo, su carrera literaria se expandió a la creación de cuentos y, años más tarde, casi de manera natural o como raigambre de su afán por relatar aquello que le había sucedido en los aciagos años de finales de la década de los 60, incursionó en el periodismo. Su labor periodística fue reconocida en 1997 con el Primer Premio Nacional de Periodismo y, hasta años recientes, González de Alba se mantuvo en activo con columnas semanales en diversos medios.
Fragmento de la portada de Los días y los años
Pero a pesar de lo
progre
que este manifiesto pudo ser, hay un telón de fondo que no podemos obviar, éste, antes que ser una carta o expresión de apoyo pleno a la libertad sexual, se circunscribe en un problema que afecta a más de uno y que ya adelantábamos: la brutalidad policiaca. Esto no es un intento de quitarle mérito, ni mucho menos, a todos aquellos que dieron un paso al frente en aquel tiempo, sino más bien un intento de darle razón a un movimiento tan arriesgado en una época en la que claramente eran perseguidos. Si uno lee el manifiesto es posible ver que se trata de un simple
ya basta
al señalamiento, a la injusticia y también a las afectaciones a otras personas que estas prácticas —el abuso de autoridad— acarrean.
«Nunca se repetirá suficientemente que los abusos de autoridad afectan a todos los ciudadanos y no sólo a los que directamente los sufren. Es evidente que las detenciones ilegales (el ciudadano como botín), las razzias policiacas, la violación de domicilios, los golpes (y/o las torturas) a los detenidos y aun el asesinato de los mismos, la muy común extorsión y la irrupción violenta en lugares públicos con los consiguientes arrestos o encarcelamientos, deterioran y ridiculizan las garantías que el poder publico le reconoce a la sociedad, conducen al sometimiento de la conciencia ciudadana y no hay mal que tolerado o auspiciado no se incremente a la multiplicación del exceso y el abuso de la policía».
Cartel de la Tercera Marcha Nacional de la Dignidad, 27 de junio de 1981. Imagen de Arturo Ramírez Juárez
Si acaso tendríamos que pensar que en su momento la defensa del movimiento resultaba más simple, o más bien habla de que éramos una sociedad que no se ofendía con tanta facilidad. En el manifiesto se da por hecho que aquel que es homosexual lo es y punto; lo hace en la privacidad de su hogar y entre adultos de manera consensuada.
«Si ninguna aprehensión ilegal se justifica, mucho menos puede aceptarse la continuidad exacerbada de la practica de encarcelar a quienes no cometen delito alguno pero a quienes se les supone —generalmente con fines de chantaje inmediato— una determinada opción sexual. En Mexico, la homosexualidad no constituye delito cuando se da en privado y entre adultos consensuales. De ahí se deriva que es posible acusar a una persona de violación o corrupción, mas no de ser homosexual, como no se le puede “acusar” de ser rubio, alto, zurdo o guapo, condiciones tal vez menos frecuentes que la de homosexual».
Página 2 de la Revista SOMOS del Frente de Liberación Homosexual de Buenos Aires, 1974
Ahí radica el meollo de este manifiesto, se respeta y no se cuestiona la sexualidad de las personas, más bien se enfoca en las consecuencias de acusar a uno y otro sin razón. Se habla de que las acusaciones de disidencia sexual por lo general parten de supuestos, son estrategias de chantaje o de intimidación, excusas para despojar a los ciudadanos de lo suyo; y en el proceso, lamentablemente terminan por afectar gravemente a la comunidad homosexual, puesto que ésta pasa a ser vista como responsable del mal hacer policiaco. Los abusos, tomando como excusa la homosexualidad, crean —usando las palabras del manifiesto— un círculo vicioso que fomenta homofobia, pero por sobre todo, fomenta la criminalidad.
De Agustín Martínez Castro, en la exposición Piratas en el boulevard. Irrupciones públicas
No hay que olvidar que al tiempo que el manifiesto se ponía en circulación, en México surgían distintos grupos o frentes que defendían los derechos de los homosexuales, y tener un escrito firmado por personajes relevantes de la esfera cultural mexicana resultaba ni más ni menos que el medio perfecto de legitimar el movimiento. Del mismo modo, también resulta un medio perfecto para hacerse de simpatizantes. ¿Quién no se ha sentido, aunque sea un poco, más inclinado a comprar o apoyar alguna causa en específico sólo porque ha visto a su actor favorito promoverla?
Esto mismo ocurrió con el Primer Manifiesto Gay. Los que firmaron el manifiesto dejaron registro de su apertura y permitieron al tiempo que el empuje de su fama y su talento consolidara aquello que se estaba gestando en las calles de México. Una de estas personalidades es el mismísimo Carlos Monsiváis, el prolífico escritor. Su firma se vuelve relevante dado su compromiso como cronista; buena parte de su producción literaria y también periodística gira en torno al registro y testimonio de aquello que lo rodeaba en una suerte de autobiografía. Es por ello que, de acuerdo con El Economista, su obra suele adquirir dos sentidos o registros según de lo que esté hablando: «los movimientos sociales y los grandes personajes»; «la política y el espectáculo», y «la cultura popular y la alta cultura». A él, así como el autor del manifiesto, le fue entregado el Premio Nacional de Periodismo en 1977, precisamente por su labor como cronista de la vida, el sentir y la sociedad mexicana.
Así como Monsiváis, hubo otras 83 personalidades que firmaron el manifiesto como lo fueron Juan Rulfo, José Revueltas, Salvador Elizondo, Elena Poniatowska, Arturo Azuela, Gabriel Zaid, Héctor Valdés o Nancy Cárdenas en quien debemos detenernos y apuntar que ella fue una pieza clave para el desarrollo del movimiento gay en México y también para la publicación del manifiesto en la Revista Siempre!
Consulta el manifiesto completo aquí.
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