“La ley humana sólo prohíbe las cosas más nocivas al bien común. . .
pero tolera aquellos pecados de menor importancia de los que
difícilmente se priva la multitud”.
—Tomás De Aquino en Quaestiones Quodlibetales
El conocimiento de la sexualidad rebasa lo puramente individual y biológico. Debe discernirse mediante el contexto social, ideológico, cultural e incluso geográfico. El género de una persona, tomando en cuenta los factores antes mencionados, en muchos casos determina la forma de ganarse la vida. A eso hay que sumar las condiciones y época en la que vive dicha persona. En el México virreinal la prostitución no era entendida como un delito para los tribunales de la Iglesia y de la Corona española. Simplemente era un mal necesario. Quizá surjan ciertas dudas e inquietudes sobre si esto concordaba con un periodo en el que supuestamente se impulsó el desarrollo y las ciencias, en el contexto de la gestión de Porfirio Díaz, para algunos nada más que un héroe que otras toman como villano. Sin embargo, es bien sabido que los derechos de las mujeres han sido una batalla histórica con momentos importantes registrados en el Porfiriato. No es fortuito que haya resaltado la figura feminista que luchó por sus derechos contra Porfirio Díaz.
Amantes, alegres, galantes, infelices, busconas, libertinas, meretrices, desdichadas y perdidas. Así eran denominadas las prostitutas en el México durante el Porfiriato, pues la cosmovisión del oficio era en definitiva de personas con el mote de parásitos sociales, parte del sector nocivo de la sociedad. Por esa razón fueron marginadas no sólo desde su primera bocanada de aire en este mundo, sino por sus características de nacimiento: por ser mujeres, por ser raza india o mestiza, por su condición económica, condenadas a reproducir el estilo de vida paupérrimo que su familia les había legado. Es por ello que en muchos casos de prostitución de finales de siglo XIX y principios del XX, muchas mujeres buscaron nuevas formas de salir adelante sin saber que iban a toparse con otro tipo de marginalidad: la moral y la social.
La tolerancia de la prostitución en dicha sociedad se encuentra documentada en reglamentos que tomaban como modelo el sistema francés, como muchos de los avances tecnológicos y costumbres en general de aquella época. En 1851, pocos años antes de la dictadura de Porfirio Díaz (1876-1911), se elaboró un proyecto de decretos y reglamentos sobre la prostitución.
A partir de enero de 1865 entró en vigor el Reglamento de Prostitución y un par de meses después se comenzó a registrar a todas “las mujeres públicas”, según las disposiciones del emperador Maximiliano de Habsburgo. Incluso en los años subsecuentes, con el triunfo de la República, la tolerancia para el oficio y para las normas de higiene pública se seguirían conservando.
En 1865 se funda la Inspección de Sanidad con el objeto de controlar las enfermedades venéreas, por lo que en 1870 surge el Reglamento Interno para las Casas de Tolerancia, que junto con el registro de las mujeres dedicadas a la prostitución se especificaba además que ya habían sido registradas y evaluadas en el Hospital Civil para su control médico, ya que durante los años de gobierno de Díaz y pasada la Revolución Mexicana, las enfermedades venéreas (mayoritariamente la sífilis) habían cobrado muchas vidas de los pobladores sexualmente activos de México.
En ese sentido, los padecimientos sifilíticos eran de gran preocupación, pues podían derivar en grandes epidemias, como la cólera, fiebre amarilla, tuberculosis, etcétera. Sin embargo, éstas tenían un halo romántico y trágico en el sentido estricto de la enfermedad, a diferencia de las enfermedades venéreas, que eran tratadas con aislamiento y en secreto. Pero gracias a los grandes avances médicos de la época, la higiene se vuelve un tema controlable hasta cierto punto, ya que para finales del siglo XIX Alfred Fournier identifica que la sífilis y la gonorrea eran enfermedades diferentes, por lo que se vuelve catedrático especialista en enfermedades sifilíticas y cutáneas. Asimismo, a inicios del siglo XX, Paul Ehrlich desarrolla el salvarsán o “arsénico que salva”, que fue utilizado para el tratamiento de la sífilis. Estos descubrimientos científicos darían mayor énfasis a la lucha antivenérea en los gobiernos de todo el mundo.
En la Ciudad de México existieron al menos tres reglamentos posteriores. En primera instancia fueron aplicados a la capital del país y posteriormente fueron replicados en provincia, estos contemplaban la existencia de casas públicas, mujeres que viven en comunidad, sección de médicos y policía sanitaria.
En cuanto al registro en la Oficina de Sanidad, había ciertos requisitos para completarlo: ser mayor de 18 años y menor de 60, haber perdido la virginidad, demostrar tener el discernimiento para darse cuenta del alcance del ejercicio de su profesión y no padecer ninguna de las enfermedades venéreas conocidas hasta ese entonces. Además, debían realizarse un chequeo forzoso. En su expediente se leía entonces su identidad con nombre y origen, reconocimiento médico y fotografía. Asimismo, en caso de que la autoridad encontrase alguna mujer mayor de 16 años en alguna casa de citas o bien que notoriamente se dedicara a la prostitución en cualquier local o lugar público, sería empadronada automáticamente.
Durante el Porfiriato, con un modelo social caracterizado por las diferencias entre géneros, las mujeres eran consideradas entonces como seres débiles y por tanto subordinadas a la voluntad masculina. El tema de la prostitución en aquellos años fue sumamente duro para todas sus practicantes, pues eran vistas como parte de un problema social. El Gobierno, lejano a la visión moderna que acabaría con la explotación sexual, desmoronó el hecho de que era una actividad consensuada entre personas libres de relacionarse sexualmente con un arreglo económico, pues al final estas mujeres eran consideradas como transgresoras de las normas de las buenas costumbres, no personas sexualmente empoderadas.
Fuentes
Entre la tolerancia y la prohibición de la prostitución: el pensamiento del higienista Parent Duchatelet
Las meretrices de Colima durante el Porfiriato y la Revolución (1876-1917)
Alfred Jean Fournier (1832-1914)
El descubrimiento de los antibióticos: historia y evolución
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