Antes de las pruebas rápidas, para saber si una mujer estaba embarazada había que esperar a la sorpresa que venía después de perder el período y comenzar a sentir náuseas matutinas. Sin embargo, lo cierto es que desde la Antigüedad la humanidad se empeñó en desarrollar métodos que permitieran confirmar un embarazo e incluso determinar el sexo del bebé.
Las pruebas de embarazo caseras no surgieron sino hasta la década de los 70, cuando comenzaron a popularizarse los kits que permitían que las mujeres pudieran hacer una prueba de orina por sí solas sin tener que enviarlo a un laboratorio. Si bien en un principio su tasa de precisión era muy baja y eran comunes los falsos negativos, conforme la investigación y la tecnología mejoró, alcanzamos las pruebas que conocemos, que en cuestión de minutos pueden determinar un embarazo de forma efectiva.
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No obstante, antes de ello, nuestro ingenio y una comprensión básica de los procesos hormonales que una mujer atraviesa al inicio de la gestación nos llevó a experimentar, casi por coincidencia, con nuestra orina.
La prueba con trigo
Utilizar el trigo para definir si una mujer estaba embarazada es una de las pruebas más antiguas que se conocen. Data de 1350 a.C. y consistía en orinar sobre las semillas de trigo y cebada: si éstas brotaban quería decir que se encontraba embarazada. Para definir el sexo del bebé, la prueba dependía de la semilla que germinara. Si el trigo lo hacía, se trataba de una niña y para la cebada, un niño. Una prueba realizada en 1963 demostró que este método tenía una eficacia del 70 % cuando se trataba de determinar el embarazo.
La prueba del azufre
En el siglo X, el filósofo y médico Avicena acostumbraba a esparcir azufre sobre la orina de las mujeres. Si en la mezcla resultante se formaban gusanos, entonces la mujer estaba embarazada.
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La observación de la orina
El caso de Avicena se liga a los llamados “profetas de la orina” del siglo XVI, quienes basaron sus prognosis médicas en el aspecto de la orina. Además de poder definir si una persona tenía algún problema de salud, también decían poder decir cuando una mujer estaba embarazada, incluso solían mezclar la orina con otras sustancias como el vino.
La prueba de los ratones y conejos
Conforme la ciencia avanzó y las hormonas fueron identificadas. Se descubrió la presencia de hCG en la orina humana —una hormona glicoproteica que se produce durante el embarazo—. Los científicos Selmar Ascheim y Bernhard Zondeik encontraron en 1927 que si le inyectaban la orina de una mujer embarazada a ratones o conejos, éstos comenzarían a ovular, indicando que la mujer en efecto estaba preñada, sin embargo, este tipo de experimentación era a costa de la vida de los animales, pues debían diseccionarlos para comprobar su ovulación.
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La prueba de la rana
Una de las pruebas más famosas y populares, debido que contraria a la anterior, este método no involucraba la muerte de los animales, por lo que las ranas podían reutilizarse. Hogben, un médico británico, descubrió a mediados de 1930 que podía inyectar una muestra de orina en una de las ancas de la rana africana de uñas —proveniente de Sudáfrica—. Si la mujer estaba embarazada, entonces al día siguiente en el agua de sus tanques habría huevos de rana. Es decir, así como los roedores y los conejos, las ranas también ovulaban en cuanto el hCP de la orina humana entraba en su sistema.
El uso de las ranas como un método mucho más efectivo para determinar el embarazo provocó que el animal fuera introducido en nuevos continentes, en los que evidentemente se convirtió en una plaga y un riesgo para las especies endémicas, en particular porque son portadoras de un hongo que afecta a otras ranas.
Con el tiempo, las pruebas en plantas y animales dieron paso a pruebas sistematizadas y en laboratorio, por lo que a mediados del siglo XX, las mujeres que deseaban conocer con antelación su embarazo debían enviar sus muestras a un laboratorio, allí medían la presencia de hCP de su orina y en cuestión de semanas tenían sus resultados.
La primera prueba casera. / Foto: Bonhams / Smithsonian MagLee más: 8 datos científicos que debes conocer si crees que estás embarazada
Entonces surgieron los kits caseros (aunque su uso probó ser más efectivo de forma profesional) con goteros, tubos de ensayo y hasta jeringas que en nada se asemejan a las pruebas caseras de la actualidad.
La transición del enfoque laboratorista de las pruebas de embarazo hacia las caseras se dio como una forma de hacerle saber a las mujeres en menos tiempo y con mayor privacidad sus resultados. Incluso fueron vistas como una especie de revolución para las mujeres, pues sólo bastaba acudir a una tienda de conveniencia y comprarla.
«Cada mujer tiene el derecho de saber cuando está embarazada y a saberlo con el menor de los problemas y molestias posibles y en el menor tiempo posible». Diría un anuncio de la década de los 70 para el Predictor, la primera prueba totalmente casera.
Sin duda, este cambio llegó acompañado de una férrea resistencia, en particular del gremio médico, que veía las pruebas caseras como un peligro incluso para las propias mujeres; sin embargo, con el paso del tiempo, éstas han probado ser un herramienta útil ante la primera sospecha, así como un paso previo a una prueba de sangre –a modo de confirmación– otras que los médicos llevan a cabo.
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