Seguramente alguna vez te has preguntado por qué asociamos significados aparentemente arbitrarios a ciertos colores: el rojo y el amor, el blanco y la paz, el dorado y la riqueza. Históricamente, cada cultura ha adoptado los colores como símbolos, pero esta asociación no siempre fue azarosa. Al entender los procesos mediante los cuales se obtenían algunos colores, podemos entender su significado cultural.
La percepción y el entendimiento del color no son los mismos hoy que los que se tenían en la antigüedad, y no es para menos. Así como nosotros hemos evolucionado, el color también lo ha hecho, y en esa transición cambió su significado y perdió su valor. Aunque ahora nos resulte extraño, hubo una época en la que los colores más brillantes y preciosos eran tan codiciados que llegaron a ser más caros que las joyas.
Algunos pigmentos eran extraídos de organismos a través de procedimientos alquímicos. Tal es el caso del azul índigo, que se obtenía de la espuma de un alga marina particular; o el carmesí, que provenía de la maceración de una raíz o un insecto; finalmente, el púrpura de Tiro —el color del imperio romano— era extraído de un marisco. Estos colores eran justamente los más caros e inaccesibles. Incluso llegaron a ser prohibidos para todo aquel que no fuera parte de la aristocracia.
De acuerdo con la leyenda griega, el dios fenicio Heracles —guardián de la ciudad de Tiro— fue quien descubrió por accidente la púrpura. Se dice que paseaba con su perro por la playa cuando notó que el hocico del animal se había manchado de un extraño color morado y se lo atribuyó a los moluscos que estaba comiendo. A partir de ese momento, el tinte púrpura se popularizó. En la actualidad se desconoce cuál era la auténtica tonalidad de este espléndido y maravilloso color; algunos afirman que podía variar del rojo azulado al rojo intenso, dependiendo de la preparación. Durante la Edad Media se llegó a pensar que era un matiz del rojo carmín, por lo que se le relacionó con la sangre. Pero sea cual haya sido su matiz original, la púrpura tiria se convirtió en una señal de poder.
Era un tinte de color atrevido y estridente, altamente estable a los efectos de la luz; es decir, no se decoloraba. Esta característica lo convirtió en el símbolo de la eternidad y de la nobleza. Su uso era reservado para teñir las prendas de reyes y obispos, se convirtió en un color tan exclusivo que incluso se establecieron sanciones severas a todo aquel que poseyera prendas teñidas con el “tinte real”, aun si se trataba de imitaciones baratas.
La púrpura de Tiro era un color majestuoso, cuya elaboración era lenta, costosa y altamente dañina al medio ambiente. El método tradicional de obtención de la púrpura consistía en recolectar grandes cantidades de caracoles miurex, aproximadamente 256 mil moluscos para producir 30 gramos del tinte. Los caracoles se dejaban secar al sol para que se descompusieran —proceso que desprendía un olor pestilente—, posteriormente se extirpaban las glándulas branquiales, que es donde se encuentra la sustancia responsable del tinte púrpura.
El extracto era de un color amarillo turbio, tono que adquirían los tejidos de lana al ser sumergidos en él. Pero al ser expuestos a la luz del sol para que se secaran —y como si de magia se tratara— el color turbio desaparecía y el púrpura se hacía presente. Aún hoy se pueden encontrar las conchas vacías de estos moluscos que ensucian la costa este del Mediterráneo, dando fe de la antigua y vasta producción de la púrpura real.
Los romanos fueron los primeros fanáticos de la púrpura. La utilizaron para vestir al emperador, distinguir a los generales triunfantes y como símbolo de poder para senadores y cónsules. Durante el periodo bizantino se le asoció al cristianismo y por ello a Cristo se le viste con ropas del color real. Pero con la caída de Constantinopla, el antiquísimo método de preparación de la púrpura se perdió y con ello se detuvo su producción.
Hoy en día producimos el color masivamente y tenemos a nuestra disposición un montón de colores para usarlos en lo que nos plazca. Pero se trata de tintes sintéticos producidos en laboratorios, y por ello es muy probable que jamás conozcamos la deslumbrante belleza de la púrpura de Tiro, ese majestuoso color que enloqueció a los romanos y que fue mucho más valioso que el oro.
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