El resurgimiento masculino, como la liberación femenina, no es nuevo en países como Estados Unidos. A principios de los 90, muchos hombres se congregaron en reuniones de oración exclusivas para oír los sermones de Billy Sunday en la Muscular Christianity. Sunday predicaba que los cambios en la naturaleza del trabajo, el cierre de la frontera y cambios en la familia minaban los valores estadunidenses en general y el rol del hombre en particular. Numerosas fraternidades, refugios, retiros desiertos, rodeos y ranchos se organizaron para proporcionar lugares donde los “hombres pudieran ser hombres”, sin la intervención o aprobación femenina. Los boy scouts y salones de clases sólo para hombres fueron diseñados para proteger de la feminización a la próxima generación de muchachos.
De igual forma, en la actualidad un movimiento de hombres parece tomar forma. Organizaciones como Coalition for Free Men, el National Congress for Men and Men’s Rights, Inc. (Mr. Inc.), se han formado para buscar derechos para los hombres. Ellos argumentan que los hombres son discriminados en la milicia —porque las mujeres están exentas del combate—, en los procesos de divorcio y custodia del niño y en leyes sobre el aborto —que no requieren que la mujer obtenga el consentimiento del padre. Inspirados por los poetas Robert Bly, Iron Jhon (1990) y Sam Keen, Fire in the Belly (1992), ambos best-sellers, hombres en todos los niveles de vida, incluso presidentes ejecutivos de Fortune 500, senadores y dos presidentes (Reagen y Nixon), asisten a reuniones de fin de semana para formar lazos de hombres y estimularlos a redescubrir el “guerrero interno” mediante la adaptación de rituales de nativos americanos. En 1995, la Million Man March organizada por Louis Farrakan, encabezada por la nación del Islam, llevó un estimado de 900 mil afroamericanos a Washington para un día de hermandad, solidaridad negra y oración.
El grupo que ha atraído más participantes y atención pública es el de Promise Keepers, que se describe como un “ministerio centrado en Cristo dedicado a unir a los hombres a través de relaciones vitales para llegar a ser influencias de Dios en el mundo”. Fundado en 1990 por el antiguo entrenador de fútbol de la Universidad de Colorado, Bill McCartney, los Promise Keepers han crecido de un grupo de 72 hombres que se reunían en un gimnasio local, a una red de 20 mil “grupos de compañeros” locales. Realizan enormes reuniones en estadios llamadas “conferencias”, a las que asistieron más de 2.4 millones de hombres en octubre de 1997, una de las más grandes asambleas suscitadas en la capital de la nación. La multitud de más de medio millón de personas llenó la plaza desde el Capitolio al monumento a Washington con seis horas de himnos, oraciones y arrepentimientos. Aunque la reunión incluyó gran número de afroamericanos y otras minorías, así como esposas y otras simpatizantes mujeres, la mayoría de los participantes eran hombres blancos. Con sus oficinas en Denver, Colorado, se jactan de un presupuesto anual de 87 millones de dólares y un personal pagado de 360 miembros.
Los Promise Keepers han sido descritos como “un movimiento de hombres que culpa a los hombres por toda la maldad moderna”. Los líderes enfatizan que los hombres, más que las mujeres, rompen sus votos de matrimonio a través de la infidelidad, abuso o deserción, para preñar a las jóvenes y dejarlas solas para lidiar con las consecuencias; además de abusar de las drogas y alcohol e involucrarse en el comportamiento delictivo y violento. El mensaje básico es doble: la mayoría de las enfermedades de la sociedad son el resultado de las promesas rotas en toda esfera de vida, desde la amistad hasta aspectos globales.
Las reuniones populares de los Promise Keepers combinan rituales familiares de eventos deportivos como porras, hacer la ola por Jesús, con renovados elementos religiosos anticuados, himnos, oraciones y arrepentimientos. Miles de hombres se ponen sobre sus rodillas y lloran e imploran perdón por pecados que van desde leer pornografía hasta abusar de sus esposas, desde abandonar a sus hijos para pasar su fin de semana en el trabajo, hasta beber y apostar, o tener sentimientos de odio racial. Entonces, con entusiasmo, los hombres cantan himnos tradicionales como “Amazing Grace” y ritmos de rock.
La naturaleza de los hombres de la organización está basada en combatir la idea de que “los hombres no lloran”, así los hombres no oran, cantan, admiten sus sentimientos con otros o forman una amistad cercana. El movimiento quiere liberar a los hombres de estas inhibiciones culturales y crear un lugar en el que sean capaces de examinarse a ellos mismos y sus vidas en forma honesta. Al mismo tiempo, pide a los hombres retomar el rol asignado a ellos en la Biblia, como la cabeza religiosa de sus casas. En palabras del fundador Bill McCartney, “desde una perspectiva cristiana, el hombre tiene una responsabilidad bíblica otorgada por Dios para la salud espiritual de sus familias”.
Como otros movimientos sociales, Promise Keepers no es una organización forma. “No somos, nunca hemos sido y nunca seremos una iglesia o denominación”, declaró un ejecutivo. Los individuos no pueden unirse o ser miembros. Sólo se les pide guardar seis promesas: creer en Cristo, formar una cercana amistad con algunos hombres, practicar la moral y sexualidad puritana, amar a su esposa e hijos, apoyar a su iglesia y animar a otros a hacer lo mismo. Los Promise Keepers han alcanzado apoyo considerable, en términos de hombres que participan en sus actividades y la aprobación que han recibido. Hillary Clinton elogia al grupo en su libro, It Takes a Village publicado en 1996; Pat Funderburk Ware, una afroamericana experta en embarazos adolescentes los apoya: “muchas mujeres blancas (…) no saben lo que es no tener a sus hombres (…) nosotras hemos sufrido bastante”. Las portavoces principales de las iglesias protestante ortodoxa y católica romana han elogiado a los Promise Keepers como una corrección importante de la “fijación en el poder de las radicales feministas”. Incluso periodistas que han ido de incógnitos a investigar al grupo —como Donna Minkowitz para Ms. Magazine, que asistió a una reunión disfrazada de adolescente— han quedado impresionados. Los participantes no son sólo “hombres blancos enojados”, reportan; sino hombres que quieren ayudarse a cambiar de manera importante.
El movimiento también ha atraído fuertes críticas. Muchos observadores los ven como la tercera ala de la derecha cristiana, como una organización política disfrazada de movimiento religioso. Grupos que van desde el Center for Democratic Studies al ecuménico Equal Partners in Faith, escuchan la admonición de que los participantes deben “devolver la nación a Cristo” como una agenda política para imponer un estricto código moral fundamentalista para todos los ciudadanos, y una seria amenaza para la libertad religiosa y los derechos civiles, en especial los de la mujer. La más fuerte oposición viene de los grupos de mujeres. Patricia Ireland, presidente de la NOW, describe al grupo como “la herramienta más caliente de derecho de mercadeo religioso desde el televangelismo (…) Retrataron la igualdad de las mujeres como la fuente de la enfermedad de la sociedad”. Ireland marca tres puntos principales. Primero, los Promise Keepers dicen no tener una agenda política; aunque han aceptado fondos de activistas políticos conservadores —como Jerry Falwell, Pat Roberson y James Dobson, que también han apoyado la Operation Rescue, el grupo que se “acredita” los bombazos en clínicas de aborto. Segundo, les piden “honrar” a sus mujeres. Es cierto que las mujeres quieren que el hombre contribuya en una división justa del cuidado del niño y el trabajo de la casa; pero este grupo no predica la igualdad, predica el patriarcado o la dominación del hombre. Tercero, predican el amor y la tolerancia; aunque el fundador Bill McCartney impulsó la aprobación de la enmienda 2 contra los homosexuales en Colorado —después declarada anticonstitucional por la Suprema Corte—, y ha dado un gran apoyo al Rigth to Life Movement, que una vez describió el aborto como “una violación del corazón de Dios”. Todo esto significa que su concepto de “amor y tolerancia” es limitado.
Es tentador ver a los Promise Keepers y el movimiento actual de los hombres en conjunto como una “reacción” contra el feminismo, una revuelta contra los privilegios perdidos del hombre que acompañan la igualdad femenina. Hasta cierto punto esto podría ser verdad, pero otras fuerzas sociales están involucradas. Después de un siglo, la naturaleza del trabajo ha cambiado. Los empleos que necesitaban poder muscular desaparecen; los hombres de clase media y trabajadora han sido fuertemente golpeados por los cambios en la economía global. El desempleo mina el rol del “buen proveedor”, incluso quizás si la esposa gana suficiente para mantener a la familia. Las familias están en estado de flujo. Como esposos y esposas, madres y padres, ambos sexos luchan para reconciliar los roles de género tradicionales con realidades actuales económicas y sociales. En tiempos de rápido cambio social impredecible, grupos que ofrecen una explicación simple de lo que está mal —promesas rotas— y lineamientos claros —regreso a Dios y a los demás— tienen gran atractivo. Ya sea que el movimiento de los hombres se institucionalice y sea una fuerza política significativa o desaparezca de la escena como lo ha hecho el “guerrero interno”, eso está por verse.
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La historiografía y las investigaciones arrojan que la mayor parte de lo que dice la Biblia es tanto histórica como científicamente incierto; algunas personas existieron, pero todo el contexto y los hechos sobrenaturales, son producto de la imaginación y de la participación de más personas de las que pensamos.