En México existe un poderoso refrán que es casi un mantra: “Cuando te toca, aunque te quites, si no te toca, aunque te pongas”. Esta frase resume aquel amplio concepto del destino, una fuerza que sugiere que el futuro está escrito. La historia de Tomás Cruz, un albañil de origen zapoteco que ha trabajado por más de 40 años en uno de los proyectos arqueológicos más importantes de México, lo confirma.
La historia de Tomás Cruz se dio a conocer gracias a un reportaje publicado en el diario El País. Aquí se cuenta el origen de Tomas y cómo sus conocimientos en la albañilería le abrieron las puertas al estudio de las civilizaciones antiguas, específicamente de la mexica.
Foto: El País
Tomás Cruz, el albañil zapoteco
Tomás nació en la sierra de Oaxaca, en un pueblo zapoteco llamado Santa Ana Yareni en 1945. Fue hasta los 18 años que salió por primera vez de su terruño, el joven se casó y se mudó a la capital del país, pensando en nunca volver al pueblo en el que creció. Al principio, Tomás y su esposa tuvieron que apretarse el cinturón y compartir un pequeño cuarto en una vecindad, con otros cuatro parientes. Hasta que Tomás tuvo su propia vivienda, por las tardes, al salir de sus labores en el Templo Mayor, el albañil se dedicó a construir su casa. Para complementar sus ingresos, por temporadas Tomás cruzaba ilegalmente la frontera y realizaba algunos trabajos en Estados Unidos: como jardinero, obrero o agricultor.
Los años no han pasado en vano y aunque no logra precisar la situación exacta que lo llevó a este proyecto, Tomás recuerda que fue en 1978, cuando a los 21 años recibió el aviso de un primo suyo acerca de una posible fuente de trabajo. El Templo Mayor fue el descubrimiento que marcó ese año, por lo tanto el Gobierno Federal tuvo que implementar un proyecto de forma espontánea y urgente, para poder recuperar los vestigios hallados debajo del primer cuadro del Centro Histórico de la Ciudad de México: el antiguo centro ceremonial de la Gran Tenochtitlán.
Foto: El País
El maestro de los arqueólogos
Según la información de El País, Tomás aún recuerda el momento en el que vio una de las piezas centrales de este hallazgo: el monolito de la Coyolxauhqui, la diosa desmembrada:
«Nosotros fuimos los que tapamos todo con tablas y triplay […] estábamos ahí cuando empezaron a excavar y descubrir la piedra. El día que llegó [el presidente] López Portillo estaba yo ahí. También cuando llegó Jimmy Carter».
Tomás fue contratado en un principio como albañil, el oficio que dominaba. Se dedicaba a mover los montículos de tierra, a tapiar las obras con madera y preparar la mezcla. Hasta que gracias a su dedicación, perfeccionismo y entrega, un arqueólogo lo invitó a trabajar con los especialistas, como se menciona en el diario, entonces pasó del pico y pala, a las cucharillas y escobetillas. Tomás fue aprendiendo de los arqueólogos e intercambiando y complementando las prácticas de aquéllos, con sus propios conocimientos en la albañilería, forjando su profesión de manera muy natural y práctica en 42 años. Esta experiencia lo llevó a vivir el rescate de decenas de piezas, incluida la ofrenda 126, hallazgo fundamental del Templo Mayor.
Tomás no necesita más que los conocimientos académicos que obtuvo en la primaria para dar cátedra informal a los especialistas de la historia, restauración y arqueología, a quienes capacita para hacer la retículas sobre las ofrendas, a usar el cepillo, la escobetilla, las espátulas, los pinceles. Todo con la delicadeza que requieren las piezas históricas y frágiles.
Antes del cierre, por la pandemia, Tomás trabajaba en uno de los proyectos más importantes del Templo Mayor: el cuauhxicalco, un sitio en donde se cree, pueden estar los restos de los gobernantes mexicas. Jamás se ha encontrado algo parecido. Leonardo López Luján, director del Proyecto del Templo Mayor, reconoció la labor de Tomás y su importancia en este mismo proyecto, así se puede leer en El País:
«Cuando nos disponíamos a sepultar la caja de manera definitiva, Tomás Cruz Ruiz se percató con su ojo experto de que el muro meridional ocultaba tras de sí un estrecho pasillo […] Al liberarlo de tierra y piedras supimos que el pasillo conducía al corazón del Huei Cuauhxicalco».
Foto: Historia National GeographicEn cuestión personal Tomás no ha sido tan afortunado, en estos 42 años, ha padecido grandes dolores, cuando su esposa falleció, también una de sus hijas que murió muy joven, a los 15 años y mientras que otra fue asesinada, ambas de forma trágica.
Como miles de mexicanos, este año el albañil arqueólogo padeció la enfermedad de covid-19, la cual debilitó su salud, Tomás a sus 67 años se jactaba de su fuerza, aún lucha por recuperarla y volver al trabajo de campo, y reencontrarse con los vestigios de la Gran Tenochtitlán.
En portada: Wikimedia Commons
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