Desde hace miles de años y a lo largo de la historia, el hombre ha tenido una relación muy estrecha con las sustancias psicoactivas, por ejemplo: las propias de la marihuana; esta planta originaria de Asia fue una de las primeras que se cultivaron con la aparición de la agricultura moderna, hace más de 10 mil años. Según los textos de la religión en la India, la marihuana o la ganjika, permite “agilizar la mente, prolongar la vida, bajar la fiebre e inducir el sueño”, por lo que se conoce como “fuente de felicidad y vida”.
Incluso en el Raja Valabha de los Vedas se señala sobre la misma planta “los Dioses se apiadaron de los hombres y les regalaron la ganja para que alcanzaran la inspiración, perdieran el miedo y conservaran el deseo sexual”. Y también otros pueblos, como los chinos, los tibetanos, los celtas, egipcios y mediterráneos han incluido plantas y hecho uso de hongos en rituales indígenas, para fines tanto curativos como religiosos.
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La senadora Jesusa Rodríguez Ramírez señaló en el Foro Marihuana México, que el cannabis “ha sido satanizado”; de la misma manera se ha rechazado al peyote y los hongos alucinógenos, aunque hasta hoy son utilizados en rituales indígenas en México, tanto por huicholes, como tarahumaras, pasando por los coras y los tepehuanos. Incluso hay información histórica que se refiere a la coronación de Moctezuma como emperador, en la que se llevó a cabo un ritual con estos hongos.
En ciertas regiones de Oaxaca, desde épocas prehispánicas, a los hongos alucinógenos -del género psilocybe- se les ha llamado teonanácatl, que en el vocablo náhuatl significa “hongo sagrado”; y es que, muchas de las etnias de México que consumen estos hongos -nahuas, mixtecos, mixes, mazatecos y zapotecos, entre otros-, le atribuyen propiedades anticancerígenas y antibióticas.
Por ejemplo, en la sierra de Oaxaca, en Huautla de Jiménez, vivió una de las más conocidas curanderas que utilizó estas plantas, María Sabina Magdalena García, quien realizaba rituales mazatecos con fines curativos que hacían que quienes la visitaban, trascendieran a otros “mundos” e incluso pudieran acercarse a sus dioses.
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En 1955, el pionero en la etnobotánica, Robert Gordon Wasson, realizó una expedición a México para estudiar el uso de los hongos con las poblaciones indígenas, el culto a los mismos y su relevancia en la vida diaria; Gordon describió de la siguiente manera la experiencia de conocer a Sabina, “sacerdotisa de los hongos”, en la revista LIFE.
“Me gustaría estar al margen de un mundo en el cual yo no formaba parte, un mundo con un cual no podía establecer un contacto. Ahí estaba yo, suspendido en el espacio, ojo penetrante, invisible, incorpóreo, que vean sin ser visto. De los contornos claramente definidos, de las líneas y los colores precisos, las visiones parecían más reales que cualquier objeto visto hasta ahora con los propios ojos. Tuve la sensación de distinguirlo todo con absoluta claridad, sin las distorsiones de la visión corriente”.
En 1979 el documentalista Nicolás Echeverría, reconoció en el video los rituales en los que Sabina combinó las tradiciones milenarias con los rezos, para lograr tener visiones y así poder averiguar las dolencias de sus pacientes. En uno de sus “viajes”, Sabina declaró que: “El hongo sagrado me toma de la mano y me lleva al mundo donde se sabe todo. Allí están los hongos sagrados, que hablan en cierto modo que puedo entender. Les pregunto y me contestan. Cuando vuelvo del viaje que he tomado con ellos, digo lo que me han dicho y lo que me han mostrado”.
El culto a los hongos se percibe en códices y arte indígena en el que se muestran efectos específicos de los hongos, como diferencias importantes de tamaño entre las figuras humanas y su entorno, que podrían referirse a la acción neurotrópica de los hongos, que provoca que todo se vea mucho más grande. Incluso se encuentran imágenes de personas consumiendo estas plantas en el Códice Magliabecchiano, que retrata la vida en la antigua Tenochtitlán.
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En la actualidad, la medicina ha descubierto las propiedades curativas de estos hongos para los que había más de 200 nombres en el México antiguo, como: ayudar a reducir el colesterol, aliviar los piquetes de insectos, las infecciones de los ojos, la cicatrización de la piel y la piel. Además de acercar a las culturas originarias a sus dioses a través de las alucinaciones y la guía de los chamanes y “sacerdotes de los hongos”.
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