Sorprendernos debido a finales inesperados es cada vez más difícil, por algo se dice que el ser humano se ha desensibilizado. La sangre ya no es suficiente para enmarcar una historia de terror o crimen, la muerte es sólo un capítulo más de alguna historia y temas polémicos como el sexo, las adicciones o el suicidio se convierten en un gancho para llamar al lector, mas no en un libro que lo atrapará hasta el final.Muchas veces leer una obra de principio a fin se relaciona con la claridad que tengamos sobre lo que estamos leyendo, pues aunque ansiemos historias nuevas y finales inesperados, a nadie le gusta leer algo incierto. De hecho, existen varios títulos específicos que por la estética de su narrativa, el estilo de sus elementos literarios y el desarrollo del escritor pocas veces son las que el lector logra capturar la verdadera esencia de la historia. Con el afán de encontrarle pies y cabeza a una problemática, de volver aún más atractiva la historia y de alguna manera, de apegarla a los intereses propios, el lector redondea sus conjeturas y comprende de manera distinta la idea original que le da sentido a un libro.
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-11. “Lolita” – Vladimir NabokovLa interpretación que el lector ha hecho de esta obra maestra la ha convertido en una pieza vulgar que se busca y se aprecia con morbo. Nabokov no creó el personaje de una niña pícara que intenta a seducir a un hombre maduro, ya que Lolita sólo es una nínfula corrompida por los demás y a pesar de ello jamás cae antes las súplicas del señor Humbert.
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-10. “La Naranja Mecánica” – Anthony BurgessEste libro fue una víctima más de la pantalla grande. Pues a pesar de que Kubrick realizó una gran película, Burgess no considera que la cinta se asemeje a su historia y justo de ahí parte el error con el que muchos leen y comprenden de manera equivocada la historia de Alex, el protagonista de “La Naranja Mecánica”.
Burgess finaliza su libro con la intención de hacer entender al lector que lo que alejó a Alex de una vida caótica de ultraviolencia no fue la terapia a la que lo someten, sino el aburrimiento. Pues para Alex deja de ser divertida la violencia, ya que se convierte en una rutina, por lo que prefiere invertir su tiempo en aficiones más creativas. “Mejor ser malvado por decisión propia que bueno por lavado del cerebro”, aseguró Burgess en una ocasión.
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9. Obras de Sherlock Holmes – Arthur Conan Doyle
El prolífico Conan Doyle inmortalizó el personaje de Sherlock Homes como la figura más grande de la astucia y el maestro del método deductivo. Sin embargo, sus libros se han convertido para muchos en cuentos sobre un hombre con Asperger, incapaz de socializar con los demás y de hecho, casi insoportable.
Irónicamente, ese carácter lo ha deducido el mismo lector, pues Daniel Tabau explicó en su libro “No tan elemental” cómo la figura de Holmes puede ser todo menos antipático, ya que un buen detective debe poseer una capacidad enorme para entenderse con los demás. Su sensibilidad es imprescindible a la hora de observar todo a su alrededor para encontrar las pistas que necesita.
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8. “Fahrenheit 451” – Ray Bradbury
Este título alude a la importancia de la literatura para conservar la cultura y el conocimiento, pero lejos de lo que nos da a entender el libro de Bradbury desde una primera impresión, la primera intención del autor es criticar la televisión como un promotor del consumo que nos aleja de la lectura y que por ende reduce nuestras capacidades para analizar y formar un criterio.
“Fahrenheit 451” no se trata de la censura gubernamental, sino del desplazamiento de la literatura por medios masivos de comunicación.
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7. “Alicia en el País de las Maravillas” – Lewis Carroll
En lugar de un viaje psicotrópico, para Lewis Carrol traspasar el espejo como Alicia era más bien entrar a un mundo donde las matemáticas abstractas tomaban forma. Contrario a lo que se piensa sobre una alucinación psicodélica, esta historia es simplemente la perspectiva de Carroll sobre la extrañeza que le provocaban las matemáticas más complejas.
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6. “En el camino” – Jack Kerouac
Esta obra ha sido citada cada vez que alguien quiere referirse a la libertad de buscar nuevos horizontes, grandes aventuras y posibles respuestas a través de un viaje por el mundo. Sin embargo, Kerouac también agrega una parte en su autobiografía en la que decide volver a casa admitiendo que en su viaje nunca encontró respuestas y que a pesar de algunos buenos momentos, todo le había resultado fastidioso.
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5. “Así habló Zaratustra” – Friedrich NietzscheLa filosofía de Nietzsche fue la que inspiró a Ted Bundy, Mussolini y Hitler a forjarse como superhombres, pues la reedición del libro de Nietzsche por su hermana volvió su obra en un prisma antisemita. Sin embargo, el superhombre al que se refería el escritor era la idea genérica de quienes buscan sus propios valores morales en un mundo complejo.
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4. “El lobo estepario” – Hermann Hesse
La obra de Hesse ha sido leída por millones de jóvenes que se identificaban con la idea de un protagonista solitario que nadaba contracorriente. La realidad del título de Hesse es que el personaje de su historia se encuentra más bien en una soledad necesaria que decide regalarse él mismo como un gesto de libertad, el cual los jóvenes no comprenden más allá de una crisis o una enfermedad. El autor se refiere a esta situación como una curación.
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3. “El príncipe” – Nicolás Maquiavelo
Maquiavelo quería profundizar en cómo el ser humano, en general, a veces tiene que orillarse a traicionar sus propios criterios morales. Pero nunca como algo exclusivo de la burguesía, o en este caso de los príncipes. La historia de “El príncipe” fue simplemente el medio por el cual el autor quiso exponer cómo a veces las circunstancias obligan al hombre a ser traicionero, cruel, infiel o egoísta.
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2. “Frankenstein” – Mary Shelley
Las lecciones morales a las que se refería Shelley en su libro no eran las que giraban alrededor de llevar la ciencia demasiado lejos o de interferir con las leyes de la naturaleza, de hecho, la criatura de Frankenstein no se concibió a través de la ciencia, sino de la alquimia y la magia. La autora quería plasmar en su obra el peso que tiene la responsabilidad de los padres en las vidas de sus hijos, la importancia del perdón y la equivocación de creer que en la venganza se encontrará la paz.
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1. “El gen egoísta” – Richard Darwkins
Increíblemente los artículos de divulgación científica también se pueden malinterpretar, pues Darwkins quiso explicar la naturaleza humana bajo el paradigma de una serie de genes que buscan perpetuarse, pero por cuestiones políticas y el sesgo del lector la obra del autor se entendió como una controversial oposición a la explicación sobre el desarrollo de la biología.
Comprender una idea es distinto a aprender de ella, muchos literatos han aclarado que ellos no son nadie para imponer una perspectiva a través de la que se tenga que mirar su obra, sin embargo, creen que es importante aclarar el sentido de cualquier ejercicio literario. Por otro lado, la concepción y comprensión de un libro depende de tantas variantes que sería imposible enmarcar una sola realidad alrededor de una historia, pues desde la edad hasta el estrato socioeconómico influyen para entender un libro de una u otra manera. La literatura se adopta, por eso es tan común entender la misma historia de cien formas distintas.
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