No hay peor sensación fisiológica que la náusea. El impulso que nace del esófago y se propaga en contracciones involuntarias, recorre el cuerpo con violencia y deja salir lo más mundano de cada persona. Lo peor no es el vómito, sino el asco. La sensación de asistir al momento en que todo el mundo se desvanece arcada tras arcada es insuperable.
Una dosis superlativa de realidad es más que suficiente para romper con todas la convenciones sociales, para convertir el sitio más común en un escenario catártico, donde la soledad invade cada centímetro y segundo del entramado espacial y temporal, sólo para dejar a los hombres en la mayor desnudez. Ésa donde el temor más intenso se conjuga con la ingravidez del cuerpo, con una sensación creciente de hormigueo de las manos y la flacidez que reta a dejar de existir, de ser parte de este mundo.
Los hombres están condenados a la existencia, como un castigo que se reproduce durante toda su vida y desde el momento en que toman conciencia de sí. Es cierto que miles de cosas funcionan temporalmente para hacer más llevadera la vida según la frivolidad, pero el vacío detrás de cada una de ellas es un abismo que amenaza con romper el débil registro que los hombres llevan en la Tierra desde su aparición.
“Existo. Es algo tan dulce, tan dulce, tan lento. Y leve; como si se mantuviera solo en el aire. Se mueve. Por todas partes, roces que caen y se desvanecen. Muy suave, muy suave”.
“Soy libre: no me queda ninguna razón para vivir”.
“Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad”.
“¿Cómo yo, que no he tenido fuerzas para retener mi propio pasado, puedo esperar que salvaré el de otro?”.
“No quiero pensar. No tengo que pensar que no quiero pensar. Porque es un pensamiento”.
“La vida tiene sentido si uno quiere dárselo”.
“No tenían ganas de existir, pero no podían evitarlo. Eso es todo”.
“Si existo es porque me horroriza existir”.
“Su sabiduría recomienda hacer el menor ruido posible, vivir lo menos posible y dejarse olvidar”.
“Se revelaba la verdadera naturaleza del presente: era todo lo que existe y todo lo que no fuese presente no existía”.
“La existencia no es algo que se deje pensar de lejos: es preciso que nos invada bruscamente, que pese sobre nuestro corazón tanto como una gran bestia inmóvil. Si no, no hay absolutamente nada”.
“Las cosas son en su totalidad lo que parecen y detrás de ellas… no hay nada”.
“Si no sabes cómo llamarme, no me llames de ningún modo. Será preferible”.
“La existencia es una imperfección”.
La Náusea” (1938) de Jean Paul Sartre es una búsqueda empecinada por mostrar que el sentido de la vida no es otro más que existir. Al mismo tiempo, la condena que supone la existencia trata de contrarrestarse con nimiedades, todos asuntos humanos creados para distraer la mente por algunos instantes y dejar de pensar en el borde del abismo, el sitio donde no queda nada más que una desoladora sinrazón.
A lo largo de su vida, los hombres tratan de encontrar verdades, fijar metas y establecer objetivos que perseguir para dar valor a su vida. No obstante, la realidad es mucho más cruel que cualquier fantasía. El pensamiento de Sartre partió del existencialismo en la búsqueda de una razón ante la consciencia. Pasó por el comunismo como proyecto pero al final sucumbió ante ese sentimiento deplorable que llega súbitamente y deja a los hombres reducidos a la nada: la naúsea.
Si quieres conocer más sobre la filosofía de Sartre, no dejes de leer las mejores lecciones de amor de Sartre y Beauvoir que deberíamos aprender. ¿Qué propuso el francés para luchar contra el horror vacui de la vida misma? Descúbrelo en el consejo de Sartre para curar tu vacío existencial.