Los tiempos han cambiado, o al menos eso insisten en decirnos nuestros padres y abuelos siempre. ¿Pero qué hay de cierto en esa afirmación? Si bien es verdad que los avances científicos y tecnológicos han transformado nuestro día a día, entre más analizamos el comportamiento social del pasado y del presente más cuesta trabajo saber si realmente hemos cambiado.
En 1949, el escritor británico George Orwell (1903-1950) revolucionó la Literatura universal publicando la novela distópica 1984. En ella el autor imaginó un mundo futuro que ahora hemos dejado en el pasado, pero en el que acaso planteó las dinámicas que hoy siguen controlando al ser humano. La “sociedad orwelliana”, como se le ha llamado, se basa en la idea de un gobierno totalitario y opresor, que vigila y controla cada uno de las acciones del pueblo. La manipulación del lenguaje y de la información también es una de las herramientas utilizadas en el universo de Orwell.
Cuando observamos lo que pasa en la actualidad, podemos darnos cuenta que lo imagina por George Orwell no estaba lejos de convertirse en una realidad. A continuación, te compartimos las 6 ideas planteadas en esta novela que hoy en día son más vigentes que nunca.
1. Quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado.
La única forma de transmitir los conocimientos que tienen los seres humanos a través de generaciones es mediante la escritura. Es difícil recuperar el conocimiento acumulado de los pueblos antiguos que no desarrollaron la escritura. Los libros de Historia —y los libros en general— son la fuente que utilizamos para saber sobre el pasado. Ahora imagina que alguien quema o desaparece todos los libros, modifica todos los registros y elimina todos los cassettes, discos, archivos digitales y grabaciones sobre nuestro pasado y decide escribir nuevamente la Historia. ¿Cómo sabrían las generaciones futuras qué es lo que en realidad sucedió?
2. Tu peor enemigo es tu propio cuerpo
Tu peor enemigo es tu propio sistema nervioso, pues cuando menos lo esperas la tensión acumulada en tu interior podría traducirse en un síntoma visible. ¿Cuántas veces le has gritado a alguien debido a que se te agota la paciencia? Y no precisamente por culpa de esa persona, sino por la tensión acumulada por el tráfico, el calor, los exámenes, el trabajo, la vida misma. El no poder controlar tu sistema nervioso y, en general, lo que ocurre en el interior de tu cuerpo puede llevarte a una vida miserable. No eres dueño de tu cuerpo, tu cuerpo es dueño tuyo.
3. Hasta que no se toma conciencia no hay rebelión, pero sin la rebelión no hay toma de conciencia
¿Por qué la sociedad no alza la voz inmediatamente ante a las injusticias? Parece increíble que en un momento histórico en el que todos estamos súperconectados entre nosotros y en el que podemos enterarnos de lo que ocurre en el otro extremo del planeta con un solo click no existan más movimientos sociales que luchen por tantísimas causas: la pobreza extrema, el hambre, la tiranía, la explotación, los derechos humanos, la inclusión, la igualdad, la corrupción. En fin, parece que aún no encontramos la clave para tomar conciencia.
4. La vida es una lucha constante contra el hambre, el frío, el sueño, el dolor de cabeza, el calor, la comezón…
Es claro que la felicidad no es un estado perpetuo, sino que se encuentra en las soluciones de los problemas cotidianos; aquellos problemas que, aunque parecen pequeños, nos incomodan como una piedra en el zapato. Solucionarlos nos alivia momentáneamente, pero a la vuelta de la esquina siempre estará una nueva molestia.
5. La estratificación social no tiene fin
A lo largo de la Historia —y probablemente desde finales del periodo neolítico— ha habido tres tipos de personas: las de clase alta, las de clase media y las de clase baja. La estructura esencial de la sociedad no se ha modificado nunca, incluso después de enormes revueltas y de cambios en apariencia irrevocables, siempre se establece el mismo orden.
6. La clase baja es la clave del cambio
El proletariado no constituye una amenaza inmediata. Si se les otorga lo mínimo para subsistir, seguirán trabajando, reproduciéndose y muriendo generación tras generación, sin sentir un impulso por rebelarse y cambiar el orden social. No es sino hasta que el hartazgo los lleve al punto de quiebre cuando, de la mano de la educación, podrán cambiar los roles de está injusta estratificación. Finalmente, es la clase baja la que sostiene (como productores y consumidores) el orden que conocemos. Sin ellos, el sistema es insostenible.
Hay quienes encuentran entre las páginas de un libro motivos para asociar las circunstancias literarias con los acontecimientos de una realidad cada vez más ficticia. Si quieres conocer la carta que inspiró “1984”, te recomendamos leer este artículo.
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