Jorge Luis Borges con su mente maestra ideó un universo materializado en forma de biblioteca. “La biblioteca de Babel” es un complejo espacial compuesto por idénticas galerías hexagonales (no se sabe cuántas) que se reducen cada una a cinco largos anaqueles en cada muro que cubren cuatro de los seis lados. Por cada anaquel hay un total de 32 libros con un formato exactamente igual. Cada libro que se encuentra tiene 410 páginas, cada página tiene 40 renglones y cada renglón 80 letras de color negro. No hay dos libros idénticos en este lugar y tampoco se especifica su contenido en los dorsos.
Con esta imagen fantástica, Borges aportó tiempo después como proyecto editorial la selección de 33 autores para formar volúmenes y completar la majestuosa e inimaginable biblioteca. Dada su reputación, más de una vez le fue solicitada su opinión en torno a títulos que considerara claves en el viaje de la literatura; pero esto fue diferente, iba más allá. Era el traer a plano físico aquello que se erige por encima de nosotros.
Muchos de los títulos que el mismo argentino editó se pueden reconocer dentro su obra ficcional y ensayística. Actualmente, dados los medios digitales y las posibilidades enormes que engloban, puede ser un buen ejercicio rastrear estos libros en formato electrónico e iniciar esa aventura que describía el maestro. La colección en formato físico, cumpliendo con los estándares dispuestos, también es posible de encontrar. Para el entendimiento de su selección, cada obra en el siguiente listado se encuentra acompañada de palabras de Borges con respecto a su contenido o estilo.
“Las muertes concéntricas” – Jack London
“Para este volumen hemos elegido cinco relatos que serán otras tantas pruebas de su eficacia y de su variedad. Sólo hacia el fin de “The House of Mappuhi” el lector advierte cuál es el verdadero protagonista; “The Law of Life” nos revela un destino atroz, aceptado por todos con naturalidad y hasta con inocencia; “Lost Face” es la salvación de un hombre ante la tortura mediante un artificio terrible; “The Minions of Midas” detalla el mecanismo despiadado de una sociedad de anarquistas; “The Shadow and the Flash” renueva y enriquece un antiguo motivo de la literatura: la posibilidad de ser invisible”.
“Venticinco agosto 1983 y otros cuentos” – Jorge Luis Borges
“En mi curioso ayer prevalecía la superstición de que entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es una vergüenza ignorar. El planeta estaba poblado de espectros colectivos, el Canadá, el Brasil, el Congo Suizo y el Mercado Común. Casi nadie sabía la historia previa de esos entes platónicos, pero sí los más íntimos pormenores del último congreso de pedagogos, la inminente ruptura de relaciones y los mensajes que los presidentes mandaban, elaborados por el secretario del secretario con la prudente imprecisión que era propia del género. Todo esto se leía para el olvido, porque a las pocas horas lo borrarían otras trivialidades”.
“El cardenal Napellus” – Gustav Meyrink
“A diferencia de su contemporáneo, el joven Wells, que buscó en la ciencia la posibilidad de lo fantástico, Gustav Meyrink la buscó en la magia y en la superación de todo artificio mecánico. ‘Nada podemos hacer que no sea mágico’, nos dice en “El Cardenal Napellus”, sentencia que hubiera aprobado Novalis. (…) Albert Soergel ha conjeturado que Meyrink empezó por sentir que el mundo es absurdo y que por consiguiente es irreal. Estos conceptos se manifestaron primeramente en libros satíricos; luego, en libros fantásticos y atroces. Los tres relatos reunidos aquí prefiguran su obra capital, El Golem”.
“Cuentos descorteses” – León Bloy
“Léon Bloy, coleccionista de odios, no excluyó de su amplio museo a la burguesía francesa. La ennegreció con lóbregas tintas que justifican el recuerdo de los sueños de Quevedo y de Goya. No siempre se limitó a ser un terrorista; uno de sus más curiosos relatos “Les captivs de Longjumeau” prefigura asimismo a Kafka. El argumento puede ser de este último; el modo feroz de tratarlo es privativo de Bloy. (…)
Nuestro tiempo ha inventado la locución “humor negro”; nadie lo ha logrado hasta ahora con la eficacia y la riqueza verbal de Léon Bloy”.
“El espejo que huye” – G. Papini
“Sospecho que Papini ha sido inmerecidamente olvidado. Los cuentos de este libro proceden de una fecha en que el hombre se reclinaba en su melancolía y en sus crepúsculos, pero la melancolía y los crepúsculos no han cesado aunque ahora el arte los vista con disfraces distintos”.
“El crimen de Lord Arthur Saville” – Oscar Wilde
“Casi ochenta años nos separan de la muerte de Wilde. Su época, tan alejada de nosotros es una pieza de museo. El gran irlandés de triste destino y de alma venturosa es nuestro contemporáneo y lo será de muchas generaciones futuras. Su íntima, su invencible felicidad, lo salva de perdurar en nuestra memoria como un dandy trágico, a la manera del príncipe de Dinamarca”.
“El convidado de las últimas fiestas” – Villiers de l’Isle-Adam
“Villiers en París quería jugar con el concepto de la crueldad, de igual manera que Baudelaire jugaba con el mal y con el pecado. Ahora, desventuradamente, nos conocemos demasiado para jugar con ellos. Contes cruels es ahora un título ingenuo; no lo fue cuando Villiers de l’Isle-Adam, entre grandilocuente y conmovido, lo propuso a los cenáculos de París. Este casi indigente gran señor, que se sentía el protagonista enlutado de imaginarios duelos y de imaginarias ficciones, ha impuesto su imagen en la historia de la literatura de Francia”.
“El amigo de la muerte” – Pedro Antonio de Alarcón
“La imagen de La mujer alta asedió, sin duda, la mente de Alarcón y figura, asimismo, ennoblecida y despojada de su carácter demoníaco, en El amigo de la Muerte:Este relato, en su primera mitad corre el albur de parecer una irresponsable serie de improvisaciones; a medida que transcurre, comprobamos que todo, hasta el desenlace dantesco, está deliberadamente prefigurado en las páginas iniciales de la obra. En mi infancia trabé conocimiento con los relatos elegidos ahora; el tiempo no ha borrado el buen espanto de aquellos días. Hoy que mis años corren parejos con el siglo, lo releo, no con la fácil hospitalidad de la edad primera, pero con pareja gratitud, con emoción idéntica”.
“Bartleby, el escribiente” – Herman Melville
“Bartleby es más que un artificio o un ocio de la imaginación onírica; es, fundamentalmente, un libro triste y verdadero que nos muestra esa inutilidad esencial, que es una de las cotidianas ironías del universo”
“Vathek” – W. Beckford
“La tierra se abre, con terror y con esperanza, Vathek baja hasta el fondo del mundo. Una silenciosa y pálida muchedumbre de personas que no se miran erra por las soberbias galerías del palacio infinito. El Alcázar del Fuego Subterráneo abunda en esplendores y talismanes, pero también es el Infierno.
Saintsbury y Andrew Lang declaran o sugieren que la invención del Alcázar del Fuego Subterráneo es la mayor gloria de Beckford. Yo afirmo que se trata del primer Infierno realmente atroz de la literatura.
(…) Beckford encarnó un tipo suficientemente trivial de playboy millonario, gran señor, viajero, bibliófilo, libertino y constructor de palacios. Levantó una azarosa mansión en Fonthill; de la cual, quizá afortunadamente para el buen gusto, no queda piedra sobre piedra”.
“La puerta en el muro” – H.G. Wells
“El invitado tigre” – P’u Sung-Ling
“La pirámide de fuego” – Arthur Machen
“La isla de las voces” – R.L. Stevenson
“El Ojo de Apolo” – G.K.Chesterton
“El diablo enamorado” – Jacques Cazotte
“El buitre” – F. Kafka
“La carta robada” – E.A. Poe
“La estatua de sal” – Leopoldo Lugones
“La casa de los deseos” – Rudyard Kipling
“Las mil y una noches según Galland”
“Las mil y una noches según Burton”
“Los amigos de los amigos” – Henry James
“Micromegas” – Voltaire
“Relatos científicos” – Charles Hinton
“El gran rostro de piedra” – N. Hawthorne
“El país del Yann” – Lord Dunsany
“La reticencia de Lady Anne” – Saki
“Cuentos rusos” – Dostoievsky, Leon Tolstoi, Leonidas Andreiev
“Cuentos argentinos” – Jorge Luis Borges (comp.)
“Nuevos cuentos de bustos” – Domecq, Bioy Casares y Borges
“Libro de sueños” – Jorge Luis Borges (comp.)
“Borges A/Z” – Ferrer y Borges
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