El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos.
-Fiódor Dostoyevski
Michael Foucault abre su libro “Vigilar y castigar” con una memoria del siglo XVIII en la que se describe el juicio y castigo de un hombre que intentó matar al rey. Ésta describe cómo debía:
“ser llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano hasta la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberían serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha asido al cuchillo con que cometió dicho parricidio, quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento”.
Después se rememora cómo el proceso fue tardado y realmente tortuoso para el culpable. Foucault comenta que cerca de 50 años después, los castigos eran completamente distintos. Las cárceles servían para mantener a los presos y ya no existían desmembramientos de personas. Parecería un gran avance como humanidad, pero estos sitios de suplicio y dolor eran iguales o peores que ser desmembrado por caballos, y pocos como el escritor Fiódor Dostoyevski lo demostraron tajantemente.
Dostoyevski es ese nombre que conoces aunque tal vez nunca hayas leído una palabra de sus libros. Considerado uno de los escritores más importantes de la historia, sus libros son profundos e incluso tortuosos, por lo que en la época del best seller y los fan fictions, comprenderlo es una tarea laboriosa.
El escritor ruso comenzó trabajando en la milicia, pero después de una visita de Honoré de Balzac a San Petersburgo, el entonces subteniente tradujo un libro del escritor francés. La actividad fue tan apasionante que poco después dejaría su puesto en la milicia para dedicarse a la literatura. Fue entonces cuando entró en contacto con un grupo radical llamado Círculo Petrashevski, que buscaba la libertad del hombre. Entre lo utópico y nihilista, el grupo fue catártico en Dostoyevski, quien comenzó a usar sus escritos para difundir sus ideales.
Pertenecer al círculo lo llevó a ser arrestado y sentenciado a muerte. Dostoyevski había encontrado su fin a los 28 años al ser llevado ante el pelotón de fusilamiento. Antes de que fuera su turno debió escuchar los disparos que terminaron con la vida de sus compañeros y justo antes de que fuera su turno, se le perdonó la vida y fue condenado a cinco años de trabajos forzados en una prisión en Siberia.
Con inviernos extremos, realizar trabajos forzados en Siberia era un acto inhumano. Fiódor Dostoyevski escribió acerca de ese lugar rememorando pisos podridos, suciedad en todos lados, así como una cantidad exagerada de presos que no permitía a la gente moverse.
“Es muy fácil vivir haciéndose el tonto. De haberlo sabido antes me habría declarado idiota desde mi juventud, y puede que a estas fechas hasta fuera más inteligente. Pero quise tener ingenio demasiado pronto, y heme aquí ahora hecho un imbécil”.
Su tiempo en prisión lo marcó para siempre y es que aunque las condenas no eran parecidas a lo que se vivía 100 años antes, ahora había una prisión física, pero también psicológica. Se aplastaba el espíritu humano y la capacidad de empatía se perdía al poco tiempo de ingresar a la cárcel. Al salir cambió sus ideales políticos y se convirtió al cristianismo, pero esos cambios sólo hicieron que sus futuros textos tuvieran distintos puntos de vista desde donde abordarlos.
Los libros de Dostoyevski están llenos de crítica social, cuestiones filosóficas y un crudo realismo que hace a cualquiera perder la fe en la humanidad. Escritas en el siglo XIX, muchas de sus obras han sido superadas en cuanto a la crudeza, pero sin duda en esa época las descripciones de Dostoyevski hacían que más de uno palideciera. Lo que nadie ha logrado desde entonces (y por lo que aún es considerado una de las máximas autoridades literarias) es por su capacidad de hacer reflexionar al lector acerca de los más grandes misterios de la humanidad.
“El hombre con dinero es hombre en todos los sitios”.
Las ideas trascendentales, pero trágicas de Raskólnikov en “Crimen y castigo” son lecciones titánicas de moralidad que no encontrarás en otro lado. Las situaciones que se viven en “El idiota” muestran que el hombre perfecto no existe y si existiera no sería lo que pensamos. “Memorias del subsuelo” nos enseña el grado de maldad que hay en el hombre, pero también la crueldad del mundo que forma a este tipo de personas. “El jugador” expone a la decadente sociedad rusa de su época cuyas características podemos encontrar en cualquier lugar hoy.
Cada obra de Dostoyevski, además de ser perfecta literariamente hablando, está llena de elementos invaluables. Sus obras sirvieron de inspiración para Nietzsche y Freud, dos personas que moldearon el pensamiento occidental años después. “Los hermanos Karamázov”, su última y más importante novela es la muestra clara de la genialidad del escritor. La historia de una familia rusa en el siglo XIX es tan universal que se asemeja al trabajo que hizo Shakespeare. Sus personajes y situaciones se adecuan a cualquier época y sociedad y en ella podemos encontrar todo: una guía para vivir, para hacer el bien, entender el mal, ver la poca humanidad que nos queda y salvar lo que nos es posible.
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Leer a Dostoyevski quizá no sea una linda tarea, pero sin duda cada hora invertida será recompensada de formas que no puedes imaginar. A pesar de ser pesimistas y nihilistas, sus libros abren los ojos a una realidad que muchos se niegan a aceptar y eso no es malo, se trata de una forma de encontrar lo malo para entonces comenzar a generar un cambio.