El 16 de octubre de 2001, fueron robadas siete obras de la colección privada Tritón, del matrimonio holandés Willem y Marijke Cordia, quienes por primera vez las mostraban al público con motivo de la celebración por los 20 años del Museo Kunsthal de Rotterdam.
Tras investigaciones, en mayo pasado se realizó una inspección en la casa materna de uno de los principales sospechosos, allí se encontraron cenizas que fueron analizadas en un laboratorio del Museo Nacional de Arte de Bucarest, mismas que contenían huellas de pintura de un cuadro con una antigüedad de más de un siglo.
El peritaje realizado confirmó que las cenizas contenían sustancias usadas en las épocas en las que se pintaron la obras desaparecidas: Cabeza de arlequín, de Pablo Picasso; Mujer ante una ventana abierta, de Paul Gauguin; Autorretrato, de Meyer de Haan; El puente de Waterloo, Londres y El puente de Charing Cross, Londres, de Claude Monet; La lectora en blanco y amarillo, de Henri Matisse y Mujer con los ojos cerrados, de Lucian Freud, que en su conjunto tienen un valor aproximado de entre 150 y 200 millones de euros.
La fiscalía informó que la mujer decidió quemar los cuadros cuatro días después de que los investigadores realizaran un registro al creer que si “los lienzos nunca se encontraban, no habría pruebas y los acusados no serían condenados”.
“Preparé primero el fuego en la estufa de mi cuarto de baño. Después, me desplacé al cementerio y desenterré los cuadros, llevándolos a mi casa. Metí la bolsa en las que estaban las siete pinturas en la estufa. Puse madera, zapatos, botas de goma y esperé a que se quemaran completamente” – Olga Dogaru.
Los acusados serán juzgados a partir del próximo 13 de agosto y su delito se ha considerado como un crimen contra la humanidad por destrucción de arte universal.