¿Eres adicto a alguien que te hace daño? ¿Piensas que así es el amor? A continuación, te compartimos “Adictos”, cuento triste sobre las relaciones tóxicas.
ADICTOS
¡Sí! Esos somos, adictos a los que no podemos poseer y nos hace daño a más no poder, nos encanta que nos hagan sentir vivos y que nos tengan arrastrando, a la merced de quien nos utiliza. “Personas nacen para usarte y otras para ser usadas por ti”, pero cuando aparece él, ¿qué me toca a mí? No lo uso, pero entonces, ¿él me usa a mí? La chica que antes tenía su corazón lo usaba a más no poder, le exprimía los anhelos y se emborrachaba de ellos, se fumaba sus ideales, y de lo poco que quedó de él lo usó como un mondadientes para limpiarse. Pero él siempre estuvo ahí, porque igual que todos era adicto, igual que yo, era adicto.
Éramos adictos al daño y nos estábamos rehabilitando mutuamente, los opuestos se atraen. ¿Pero por qué nunca hablan de los iguales que se usan de apoyo? Verdad, porque eso no suena retorcido y no hace daño, todos sufrimos de dependencias para ocultar nuestra deplorable, baja autoestima.
Todos son intentos de llenar un vacío interno y todos nos han roto en algún momento y de igual forma. Todos buscamos un remedio, ser citados por ese ángel caído del cielo que sólo bajó para ti y sus ojos (igual que corazón) son sólo tuyos, tú eres de él y él es tuyo.
Y tú te la crees, siempre lo haces
Pero luego viene el ser superior del cual tanto hablamos, para hacerme caer muy a fondo, para que luego venga otro ángel que casualmente se fija en la chica o el chico adicto al peligro y a lo que lo hace sentir vivo. Lo que no sabe es que los muertos no pueden renacer.
Deja de pensar
Sí, eso haré, no voy a pensar en cosas en que no vienen al caso. Estoy feliz y el mayor consuelo a un mundo podrido son sus labios que estallan de vigor y que ruegan por amor igual que yo, y yo le daré todo el amor que necesita y lo curaré, curaré cada una de sus heridas.
¿Pero dónde quedas tú?
Muy al fondo, probablemente, pero él es mi ángel y yo soy suya y él es mío.
Y la chica, una vez más, lo volvió a creer.
Y estaba tocando el cielo y esta vez, no esperaba caer.
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