El 26 de mayo de 1900, en Biskoupky, poblado de la Moravia del Sur del entonces Imperio austrohúngaro, nació el poeta Vítězslav Nezval, uno de los escritores checos más influyentes de la primera mitad del siglo XX. Desde su infancia —que transcurrió en Šamikovice— se interesó por la escritura y la música, debido a propensiones familiares, pues su padre fue alumno del compositor Leoš Janáček. Después de la Primera Guerra Mundial, y una vez en Praga, participó activamente en la vida artística que bullía en la ciudad. En 1922 fundó, junto al crítico Karel Teige, el grupo “Devětsil” (Nueve fuerzas) con el fin de difundir una estética proletaria que devino en vanguardia para constituir entre 1923 y 1924 el “Poetismus” una obra y movimiento literario en el que los poemas abordaban la vida cotidiana, desde una visión optimista del mundo y la libertad política. Esto dio como resultado una antología de poesía francesa contemporánea que tradujo el escritor Karel Čapek en la década de los 20, a quien se le atribuye el término “robot”; el dadaísmo también influyó en el movimiento y fue parte fundamental de éste.
En 1924, Nezval ingresó al Partido Comunista; de manera posterior, el surrealismo permeó en sus concepciones vitales y de escritura, dicho movimiento vinculó a París con Praga, y propició el encuentro de artistas con visitas e influencias recíprocas. Durante los años del fascismo, se erigió como uno de los principales opositores; sin embargo, la llegada del régimen comunista al poder en 1948, a diferencia de algunos de sus antiguos contertulios, Nezval se subyugó ante ellos, convirtiéndose en un “Artista nacional” —esto no lo eximió de las críticas de los jóvenes escritores de la época sobre su pasado—.
A principios de los 80, Jaroslav Seifert (Premio Nobel de Literatura en 1984), en tanto único sobreviviente, repasó la existencia de los poetas checos de su generación en el poema ‘Homenaje a Vladímir Holan’; cuando tocó el turno de hablar de su compañero vanguardista, escribió: “Se rompió una de las ramas fuertes / del árbol de la poesía”.
Vítězslav Nezval murió “inesperadamente en Pascua”, el 6 de abril de 1958. Sus restos yacen en el cementerio de Vysehrad. Pese a que la figura de Nezval aún se encuentra marcada por el estigma de su militancia política, su estilo artístico de la preguerra, evidentemente más revolucionario, lo sitúa como uno de los innovadores de la lengua y el imaginario checos —por ejemplo, no es fortuito que otro Nobel, el poeta Iósif Brodsky, lo tradujera al ruso—.
El escrito que se traduce a continuación da título al poemario que publicó en 1934, se trata de un libro concebido a raíz de los viajes que Nezval emprendió por Italia y Francia dos años antes. En 1937, la compositora Vítězslava Kaprálová —quien falleció de tuberculosis miliar a los 25 años en Montepellier, Francia—, musicalizó el poema cuando fungía como directora de la Orquesta Filarmónica Checa; tres años más tarde, el director de orquesta Jeroným Rafael Kubelík, admirador y promotor de la obra de la malograda compositora, estrenó la versión orquestal.
En el decurso, el poema ‘Adiós y un pañuelo’ se convirtió en una suerte de oración fúnebre para el apesadumbrado pueblo bohemio.
‘Sbohem a šáteček’
Sbohem a kdybychom se nikdy nesetkali
bylo to překrásné a bylo toho dost
Sbohem a kdybychom si spolu schůzku dali
možná že nepřijdem že přijde jiný host
Bylo to překrásné žel všecko má svůj konec
Mlč umíráčku mlč ten smutek já už znám
Polibek kapesník siréna lodní zvonec
tři čtyři úsměvy a potom zůstat sám
Sbohem a kdybychom si neřekli už více
ať po nás zůstane maličká památka
vzdušná jak kapesník prostší než pohlednice
a trochu mámivá jak vůně pozlátka
A jestli viděl jsem co neviděli jiní
tím lépe vlaštovko jež hledáš rodný chlév
Ukázalas mi jih kde máš své hnízdo v skříni
Tvým osudem je let mým osudem je zpěv
Sbohem a bylo-li to všecko naposledy
tím hůře mé naděje nic vám už nezbude
Chcem-li se setkati nelučme se radš tedy
Sbohem a šáteček Vyplň se osude!
‘Adiós y un pañuelo’
Adiós, y si nunca nos vemos de nuevo,
fue hermoso y fue suficiente.
Adiós, y si nos reunimos,
acaso asista yo o lo haga alguien más.
Fue hermoso, pero todo alcanza su final.
Calla, clamor, la tristeza que ya reconozco.
El beso, el pañuelo, la sirena, la campana marina,
tres o cuatro sonrisas, para luego quedarme solo.
Adiós y si nada más nos queda por decir,
atesoremos un pequeño recuerdo
frágil como pañuelo, sencillo como postal,
y un tanto falso como el brillo de la fantasía.
Será mejor haber visto lo que los demás no vieron,
golondrina en busca de su jaula original.
Me señalaste el sur en cuyo armario anidaste.
Tu destino es volar; el mío, cantar.
Adiós y si todo aconteció por última vez
será peor, pues ya nada tendrás, esperanza mía.
No nos despidamos, entonces.
Que el adiós y una despedida conformen nuestro destino.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenece a Christina Altieri.