«Proyectos pensados para la gente común en lugares comunes con materiales comunes»
Con una declaratoria contundente las páginas de Al borde. Menos es todo abren la imaginación y las posibilidades que la arquitectura puede tener cuando abandona ese lugar ajeno y inalcanzable que nos han hecho creer, en el que el diseño y construcción de espacios se delimita por la finura de los trazos, la utilización de materiales provenientes de otras latitudes y la adopción de escuelas y estilos de otras épocas.
Foto: Cortesía de Arquine
Sin embargo, más allá de cualquier preconcepción que venga de la mano con el diseño actual arquitectónico o que se encuentre de la mano de la idea del lujo, lo cierto es que la arquitectura misma tiene sus orígenes y su desarrollo de la simple necesidad de generar espacios humanos que tengan ciertas cualidades estéticas conforme modifican nuestro alrededor.
El factor humano es ineludible de la arquitectura, en particular cuando se considera que las construcciones humanas además de ser funcionales en muchas ocasiones se convierten en símbolos culturales y referencias para el resto del mundo, tal es el caso de la arquitectura clásica de los griegos o romanos —como el Partenón o el Coliseo— que aún son visitados por miles de personas cada año… sin embargo, fuera de los megaproyectos que involucran inversiones millonarias, también existe un diseño arquitectónico que está más en sintonía con las comunidades pequeñas y la construcción que ha acompañado a la humanidad por siglos.
Al borde. / Foto: Cortesía de Arquine.
Al borde
Es en el segundo tipo de proyectos, esos que están más conectados con la cotidianeidad y lo “común” en los que se inscribe Al borde, una firma ecuatoriana de arquitectura fundada por Pascual Gagoena, David Barragán, Marialuisa Borja y Esteban Benavides en 2007. Ellos tienen como objetivo realizar proyectos que además de lo estético y la funcionalidad de sus diseños, tienen en mente el contexto social en el que cada una de sus creaciones se encuentra, así como lo que Laura Drouet y Oliver Lacrouts definieron como un “empoderamiento social” al describir el trabajo de Al borde. Es decir, que mediante cada uno de sus diseños las comunidades que conviven con estos espacios encuentren un motivo de orgullo y un símbolo de identificación.
Fundadores de Al borde. / Foto: Al borde
En consonancia con este ideal de lo común, la firma ha destacado por proyectos que enaltecen las cualidades y materiales locales, por ejemplo, algunos de los proyectos que destacan están escuelas rurales como la Escuela Nueva Esperanza (2009), una casa familiar que se encuentra semienterrada –Culunco (2014)–, así como algunos proyectos que tienen como objetivo trabajar en contextos de emergencia, es decir, diseñar y construir en eventos posteriores a sismos, como en el 2016, tras un sismo en la costa de Ecuador, momento que dio la luz a el Prototipo Post-Terremoto del 2017.
Taller invernadero (2006). / Foto: Cortesía de Arquine
Su labor arquitectónica no ha pasado desapercibida por lo que han recibido distintos reconocimientos como el Premio de Arquitectura Schelling en Alemania 2012, la Medalla al Reconocimiento Cultural del Ecuador 2012 y el Premio Mundial de Arquitectura Sustentable en 2013 en París, de acuerdo a su sitio.
Al borde. Menos es todo
Además de las distinciones, premios y nominaciones, lo que actualmente también recopila y reconoce la labor de Al Borde es la publicación de Al Borde. Menos es todo, un libro que a manera de biografía revela los procesos detrás de una firma tan inusual como la de estos ecuatorianos y el impacto que un modelo de trabajo como el de ellos puede tener en las comunidades en las que desarrollan sus diseños.
En Al borde. Menos es todo se realza la principal característica que los distingue de otros despachos de arquitectura —más allá de su estilo arquitectónico— y es el interés en las personas que habitarán y darán vida a cada uno de sus proyectos. Un ejemplo de ello es la Escuela Nueva Esperanza en Puerto Cabuyal, la cual fue diseñada y construida teniendo en mente los materiales y las construcciones de la comunidad, que no sólo cumple con los propósitos educativos del espacio que han construido, sino que a su vez se convirtió en un estandarte de orgullo para los pobladores.
«Ahora niños y padres son orgullosos de su escuela, del cambio que ella a significado, siendo un motivo de unión y autoestima para toda la comunidad, y al ver como toda la gente de afuera que la conoce se admira de ella».
Escuela Nueva Esperanza. / Foto: Cortesía de ArquineEn ese sentido, en el libro los pobladores explican:
«En nuestra comunidad de pescadores, es lo más lindo poder tener una escuela en forma de barco, en donde todos los días los niños se suben a ella para navegar y descubrir nuevos mundos».
O la Casa Barrial 11 de mayo, en Quito, Ecuador, un proyecto que involucró a la comunidad de este barrio “informal” en la construcción de un espacio educativo –por ejemplo, se tomaron en consideración las opiniones de todos los actores del barrio, así como de otros especialistas profesionales como antropólogos que facilitaron el acercamiento con el barrio–, representó la construcción de una casa comunal que además de su habitabilidad era una pieza esencial para el reconocimiento del Barrio 11 de mayo y su regularización legal.
Extracto de Al borde. Menos es todo. / Foto: Cortesía de Arquine.
En Al borde. Menos es todo podrás encontrar estos y otros ejemplos de una inusual forma de trabajo en la arquitectura que se desapega de las reglas que la teoría dicta para darle espacio a las ideas y necesidades que cada espacio, comunidad y “gente común” realmente necesita.
«Nuestras reflexiones vienen del hacer, no de la teoría, entonces nos sentimos falsos sobre intelectualizando nuestros discursos con fundamentos teóricos. No es que evitemos teorizar, sino que nos aterra convertir nuestro trabajo en una fórmula que pueda aplicarse a cualquier situación o en cualquier contexto, tratamos de alejarnos de las verdades absolutas».
Consigue tu copia de Al borde. Menos es todo dando clic aquí.
Escuela Nueva Esperanza, interior. / Foto: Cortesía de Arquine.
Te podría interesar:
5 oficinas emergentes de arquitectura mexicana fuera de la CDMX
Ruta Barragán: 5 obras para entender al genio mexicano